Deporte, resistencia cardiovascular e inteligencia

Una buena forma física durante la adolescencia se asocia a una mayor capacidad intelectual en la edad adulta
Por Núria Llavina Rubio 28 de diciembre de 2009
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Imagen: sanja gjenero

Numerosos trabajos científicos han asociado la actividad física con el aumento de la producción de células en el hipocampo, una región del cerebro involucrada en el aprendizaje y la memoria. En varias ocasiones, se ha asegurado que el ejercicio físico puede ayudar a que el cerebro funcione mejor en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Ahora se ha puntualizado más: estar en buena forma física a los 18 años se asocia a un coeficiente intelectual superior.

Imagen: sanja gjenero

Tener una buena forma física durante la adolescencia se asocia con mayores logros educativos y profesionales en la adultez. Con anterioridad, ya se conocía que la condición física tiene mucha relación con el desarrollo mental en animales, niños y adultos. Sin embargo, hasta ahora no se había llevado a cabo ningún estudio con adolescentes. Investigadores de la Universidad de Gotemburgo y el Karolinska Institute de Suecia acaban de realizarlo. Para ello, han utilizado datos para examinar a más de 1,2 millones de jóvenes suecos, a quienes, con anterioridad, se les habían registrado aptitudes físicas y de inteligencia a los 18 años, cuando se alistaron para el servicio militar.

Aptitud física y de inteligencia

Los datos recogidos se compararon con los logros académicos posteriores y la situación socioeconómica. Los resultados, publicados en «Proceedings of the National Academy of Sciences» (PNAS), apuntan la importancia de estimular la aptitud física en los adolescentes, sobre todo en las escuelas. Las conclusiones relacionan de forma directa salud y resistencia cardiovasculares a los 18 años (a partir de ejercicios con bicicleta estática) con mejores puntuaciones en las pruebas de inteligencia posteriores.

Comprometerse con una actividad deportiva mejora la capacidad de entendimiento del lenguaje

La fuerza muscular, en cambio, tiene una relación pobre con la capacidad intelectual. «Estar en forma significa también tener un corazón fuerte y una buena capacidad pulmonar, lo que permite que el cerebro reciba suficiente oxígeno», explica el coautor del estudio, Michael Nilsson. «Ésta puede ser una de las razones por las que no se detecta una clara relación con la fuerza», añade.

¿Factores genéticos o ambientales?

El trabajo pretendía también obtener más información acerca de la influencia de la familia y la genética para conocer con exactitud la influencia del factor ambiental (deporte) en el desarrollo cognitivo. Se analizó un subgrupo de cerca de 270.000 hombres con hermanos, incluidos alrededor de 1.500 genéticamente idénticos y 2.000 mellizos, pero los investigadores no encontraron asociación entre pares de gemelos idénticos, por lo que parece que el vínculo entre la forma física y la inteligencia no se debe a los genes y a la educación, sino que surgiría a partir de factores ambientales.

La correspondencia entre la salud cardiovascular y los resultados de inteligencia en todos estos participantes fue, de la misma manera, elevada. El trabajo también detectó que los adolescentes con una buena forma física tienen más probabilidades de obtener un título universitario. El deporte a los 18 años se ha relacionado además con mejores empleos, mejor salario y más responsabilidades de gestión después de los 36 años.

Mirar y aprender

Científicos de EE.UU. aseguran en un artículo reciente que hacer deporte puede mejorar la inteligencia. Añaden un pequeño detalle: sólo verlo ya mejora la capacidad cerebral. El estudio, llevado a cabo en la Universidad de Chicago, se publica en la misma revista PNAS y afirma que algunas partes del cerebro, por lo general involucradas en planear y controlar acciones, se utilizan durante conversaciones o acciones deportivas.

En la investigación participaron jugadores de hockey, aficionados y personas que nunca había visto o practicado deporte. Los científicos llevaron a cabo una serie de experimentos en los que los participantes debían escuchar conversaciones sobre el juego y sobre actividades cotidianas, como tocar una puerta o barrer el piso. Imágenes tomadas mediante resonancia magnética mostraron que, al escuchar el lenguaje típico del deporte, los jugadores y aficionados registraban una actividad mayor en la región del cerebro citada. Estas capacidades se integran de forma progresiva, según los investigadores, a largo plazo.

El estudio podría tener implicaciones en el aprendizaje, ya que según los resultados, al comprometerse con una actividad deportiva, como aficionado o como practicante, se pueden mejorar las capacidades de entendimiento del lenguaje.

MÁS QUE BENEFICIOSO

Durante la adolescencia, resultan decisivas las amistades y las actividades durante el tiempo libre. En las jornadas “Deporte y adolescencia: ¿una alternativa de ocio?”, organizada por la Escuela de Estudios Universitarios Real Madrid-Universidad Europea de Madrid, se destacó al deporte como una de las mejores opciones lúdicas alternativas a contextos que podrían propiciar el consumo de drogas.

La Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) dispone del programa “Club del Buen Deportista”, una iniciativa a la que pueden adherirse todos los centros educativos que lo deseen, con la finalidad de fomentar la actividad deportiva como instrumento de educación y transmisión de valores preventivos desde la infancia. El deporte favorece el desarrollo de mecanismos y hábitos que enlazan la inteligencia, la motivación y la acción; centra el placer de quien practica deporte en las relaciones personales en lugar de hacerlo en objetos materiales; fomenta el esfuerzo personal y grupal en la consecución de metas; y contribuye a interiorizar la existencia de normas y a participar en su establecimiento y respeto.

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