Vértigo de las alturas

Un 20% de la población padece miedo exagerado al vacío
Por Azucena García 8 de enero de 2004

Asomarse a un balcón de gran altura o mirar por la ventanilla de un avión en pleno vuelo son dos acciones muy habituales que, sin embargo, suponen un gran trauma para el 20% de la población. Desde sudores a mareos, quienes padecen vértigo de las alturas o acrofobia manifiestan un sinfín de síntomas desagradables que, a menudo, perduran en el tiempo potenciados por el temor exagerado al vacío. No se trata de una enfermedad, sino de un trastorno de ansiedad cuyo control puede requerir el uso de fármacos y ansiolíticos, recomendados por un especialista, para frenar sus consecuencias.

Definición

Pese a que la mayoría de las personas utilizan indistintamente los términos mareo y vértigo para referirse a una misma situación, es necesario distinguir que, mientras el primero describe una enfermedad e implica un temor a perder el equilibrio, el vértigo remite a un malestar psicológico intenso provocado por el miedo a caer cuando se está en un sitio muy elevado.

El nombre técnico es acrofobia (del griego “miedo a los puntos extremos”) y sus consecuencias afectan, en algún momento de la vida, a un 20% de la población. Es más frecuente conforme aumenta la edad, si bien no se descarta en personas jóvenes, y quienes lo padecen aseguran que genera un estado de ansiedad incontrolable que, incluso, puede requerir la mediación de un facultativo.

“El vértigo de las alturas se integra en el capítulo de las fobias y sólo se manifiesta cuando nos encontramos en una altura y vemos el vacío ante nosotros”, describe el psicólogo clínico Emilio García Losa.

Existen una serie de factores que predisponen al paciente a padecer miedo a las alturas, tales como la existencia de hechos traumáticos ya sean de naturaleza física (caídas o accidentes), psicológicas (percepción de una situación como algo catastrófico), o la transmisión del miedo por parte de padres a hijos. Y es que aunque apenas hay investigaciones en este terreno, las realizadas hasta ahora apuntan a que familiares de primer orden de personas que presentan fobias de tipo situacional, como el miedo al vacío, tienen más probabilidad de experimentar esta sensación.

Características y fobias

La acrofobia forma parte de las denominadas fobias específicas, patologías muy frecuentes en la población en general que no implican un grave riesgo ni causan deterioro alguno en el desarrollo de la vida cotidiana y que, sólo en casos extremos, pueden llegar a generar trastornos de ansiedad marcada y muy desagradable, con algún episodio de pánico.

Según datos de la Asociación Española de Psicología Conductual (AEPC), las personas que sufren este trastorno manifiestan en mayor o menor grado malestar general, sensación de inseguridad y de que fallan las extremidades inferiores y, según qué casos, un temor intenso a perder el control, con el consiguiente riesgo de caída.

Asimismo, puede ocurrir que el vértigo se llegue a considerar una patología clínica “si interrumpe el normal desempeño de la vida cotidiana y se da en contextos inadecuados”, aunque en estos casos la intervención del especialista consigue frenar males mayores.

Desde el punto de vista fisiológico, quienes se enfrentan al temor a las alturas pueden verse sujetos a cierta tensión muscular y respiración agitada, así como padecer en algún momento taquicardias o mareos. Unos síntomas más frecuentes conforme aumenta la edad y cuyo inicio suele situarse a partir de la segunda infancia y al principio de la edad adulta.

Fobias

Determinadas siempre por un miedo, en este caso a las alturas, las fobias se caracterizan por un intenso rechazo a enfrentarse a lo temido, de tal manera que, si es necesario hacerlo, el afectado afronta la situación con un malestar cada vez mayor. Se trata de un miedo irracional, del que la persona que lo padece es consciente, pero cuya superación resulta a menudo complicada mientras no se identifiquen las causas que lo provocan y se traten adecuadamente.

La exposición al estímulo que provoca la fobia implica, casi inmediatamente, una respuesta de miedo intenso que puede derivar en un ataque de pánico, desencadenado siempre por la denominada ansiedad anticipatoria, es decir, la persona es consciente de que no existe peligro real, pero se siente atraída de arriba hacia abajo al asomarse a un balcón o en la ladera de una montaña, por ejemplo.

Los expertos aseguran que los objetos o situaciones temidas suelen implicar aspectos que han podido representar una amenaza en algún momento de la vida del afectado y advierten de que las fobias que persisten durante toda la etapa adulta apenas remiten en un 20% de los casos.

Tratamiento

Diversas investigaciones científicas han demostrado que en aquellos casos en los que la fobia es la causa desencadenante del vértigo el enfoque más efectivo para resolver el problema es el tratamiento conductista. “Un método que no requiere examinar el pasado para identificar el trauma original de la fobia, sino que sólo precisa saber qué es lo que desencadena la reacción presente”, señala García Losa.

En concreto, el más utilizado por los terapeutas es el método de exposición, mediante el cual se expone al paciente a la situación a la que teme, la altura, hasta que logre desensibilizarse y familiarizarse con el trastorno. “Sólo en algunos casos de ansiedad muy acusada es necesario el uso de ansiolíticos, ya que las posibilidades de éxito terapéutico con estas técnicas son muy altas, en torno al 80%, si bien los resultados varían según el tipo de fobia y su intensidad”, subraya la terapeuta del Instituto Superior de Psicología Clínica y de la Salud, Laura Ferrer.

En este sentido, a la hora de someter a una persona al proceso de exposición, se deben tener en cuenta una serie de factores que se derivan de este tratamiento:

  • Habituación: El paciente está en contacto con su miedo de manera que pueda familiarizarse con él y responda cada vez menos al estímulo.
  • Extinción: La respuesta al estímulo se va debilitando, hasta quedar anulada, ante la eliminación del refuerzo.
  • Factores cognitivos: Definen la capacidad para asimilar el miedo y la información que se conoce sobre éste, hasta conseguir que disminuya durante las sesiones.
  • Procesamiento emocional: La exposición a la situación que se teme permite al paciente “archivar” en su memoria emocional, puesto que las sesiones no le producen peligro y, por lo tanto, su ansiedad es innecesaria para tal caso.

Entre las distintas técnicas que se pueden emplear destacan las siguientes:

  • Desensibilización sistemática. Constituye la técnica más utilizada por ser de fácil aplicación. El paciente asume que la respuesta de ansiedad ante el objeto temido fue aprendida, por lo que, por medio de un reaprendizaje, interioriza una respuesta más adaptativa. Puede hacerse en la consulta (presentando las escenas de exposición a través de imágenes), en vivo (presentando situaciones reales en el contexto real) o junto con un modelo, siendo generalmente el propio terapeuta el que se expone gradualmente a las situaciones temidas.
  • Técnicas de relajación. Su conocimiento y uso adecuado es muy importante durante el tratamiento para poder aplicar las técnicas de exposición.
  • Inundación. De gran eficacia, su objetivo es lograr que el paciente se exponga a la situación temida hasta que ésta ya no genere el mismo grado de ansiedad y desaparezca el miedo. Requiere más experiencia por parte de terapeuta.
  • Reestructuración cognitiva. Con ella, se pretende identificar la forma con la que la persona estructura su mundo, determinando así sus emociones y conductas. Una vez identificados aquellos elementos y contenidos cognitivos, el objetivo es ayudar a la persona a modificarlos.

Consejos

En el momento de enfrentarse a una altura considerable, los expertos consultados recomiendan ante episodios de vértigo o acrofobia intentar mantener la calma en todo momento y, aunque resulte difícil, relajarse y respirar profundo. En casos extremos, se aconseja recurrir a técnicas de relajación, tales como el yoga, y esforzarse por erradicar ese temor.

No se debe obligar a la persona fóbica a enfrentarse directamente con aquello que le provoca el miedo. Tampoco es aconsejable inculcarle la idea de que será más o menos valiente según sea capaz de mirar al vacío o no, puesto que el estímulo que provoca el temor puede generar un estado de ansiedad sensiblemente superior que el que genera en situaciones normales.

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