Infecciones frecuentes, deterioro inmunológico

A los pediatras les preocupa que muchos niños pasen de sufrir infecciones virales simples a infecciones bacterianas más complicadas y graves
Por Jordi Montaner 28 de septiembre de 2008
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Imagen: mike gieson

Nacemos con un sistema inmune inmaduro; en consecuencia, padecemos un elevado número de infecciones durante los primeros meses de vida. Al alcanzar la edad escolar, la tasa de infecciones de un niño no debiera diferenciarse ya de la de un adulto, pero cada vez hay más pequeños con infecciones repetitivas que auguran un subdesarrollo inmunológico.

Imagen: mike gieson

El mal uso de los antibióticos y la consiguiente aparición de resistencias en los microbios se esgrime como un más que probable origen de esta tendencia al alza de las infecciones bacterianas graves, como septicemia (infección grave que afecta a todo el organismo) o neumonía, sin orden causal. Las infecciones inusuales o un aumento en la casuística de infecciones banales con los años son otras señales de alarma; aunque también empieza cobrar peso un deterioro del sistema inmunológico.

Continuamente, todos estamos en contacto, desde que nacemos, con microbios causantes de infecciones. Para combatirlos, disponemos de un sistema inmunitario que identifica y elimina a los agentes infecciosos que invaden el organismo. Una parte de este mecanismo es innata (está presente ya en el momento de nacer) y la otra va mejorando a medida que tenemos contacto con nuevos patógenos.

Desde el nacimiento, el sistema inmunitario reacciona ante una infección con una respuesta inflamatoria, responsable de la fiebre, el dolor, el aumento del número de glóbulos blancos en sangre y la dilatación de los vasos sanguíneos de la zona afectada. Esta reacción sirve para aislar y destruir el patógeno, y es un aviso a progenitores y pediatras de que algo anda mal.

Razones fisiopatológicas

Defectos estructurales en la trompa de Eustaquio o de los senos paranasales hacen que sea más fácil que proliferen las bacterias y sobrevenga la infección

«Un niño sin mocos es como un jardín sin flores», ironizan los pediatras, a sabiendas de que un ingreso precoz en las guarderías o jardines de infancia ocasiona que los pequeños pasen una media de 60 días al año enfermos. Esto sucede, explican, porque los niños se contagian las infecciones los unos a los otros con extrema facilidad. Babean con frecuencia, se tocan, se besan y manosean e, incluso, chupan los mismos objetos. Si los adultos enfermamos menos es, principalmente, porque tenemos mucho menos contacto con los gérmenes de los demás; por lo tanto, es menos probable que adquiramos tantas infecciones.

Recientemente, no obstante, se ha descubierto que las infecciones repetitivas en edades precoces causan cambios estructurales en los senos paranasales o en las trompas de Eustaquio (conductos de comunicación en cada oído), alterando el desarrollo de las partes óseas del cráneo, los senos paranasales y los oídos. Del mismo modo que defectos estructurales heredados hacen también que sea más fácil adquirir infecciones, como cuando el drenaje normal de la trompa de Eustaquio o de los senos paranasales se encuentra bloqueado y, en estas circunstancias, proliferan las bacterias y sobreviene la infección.

En la mayoría de los niños, a media que la cabeza se desarrolla, el problema de drenaje mejora. Sin embargo, las cifras apuntan que los pediatras recurren cada vez más a la práctica de drenajes artificiales.

De la alergia a la infección, y viceversa

Las alergias también pueden causar una sinusitis repetitiva (nariz tupida o nariz con mucha mucosidad) e, incluso, sibilancias. Al mismo tiempo, la inflamación alérgica dentro de la nariz dura mucho tiempo y las vías normales de drenaje experimentan una oclusión. Las bacterias se multiplican entonces causando infecciones. Sin embargo, en estos casos, tan importantes como los antibióticos son los fármacos destinados a tratar la causa última de la infección, que no es otra que la alergia.

Esta circunstancia despista tanto a padres como a pediatras. La tos que acompaña a las infecciones virales leves puede ser, en realidad, un síntoma asmático. Algunas veces, cuando todo apunta a que los niños adquieren una bronquitis como complicación de un resfriado, resulta que es asma. Estos niños necesitan tanto terapia para el asma como antibióticos para la infección.

Casos raros

Además, niños con una historia clínica impecable desarrollan infecciones graves sin ninguna razón obvia. En estos casos la primera sospecha del médico recae en una debilidad congénita del sistema inmune, tenida por la causa principal de las infecciones graves repetitivas en la infancia. Inmunodeficiencias infantiles como las provocadas por fibrosis quística o sida son muy raras en nuestro medio. Los investigadores también vinculan el deterioro del sistema inmune a causas ambientales.

Fumar en un entorno en el que habiten niños en pleno desarrollo puede dañar su sistema inmune. El invierno y las bajas temperaturas tampoco ayudan, ni la masificación de niños en las guarderías (a más niños, más infecciones). Por otro lado, cualquier antecedente familiar de alergia o asma debe ser comunicado al médico a fin de tomar las oportunas precauciones. Asegurarse de que los niños duerman tanto como precisen (necesitan más horas que los adultos) y de que coman alimentos saludables puede favorecer asimismo el sistema inmune.

ALTERACIÓN GENÉTICA CON PATENTE ESPAÑOLA

Img ninaImagen: Jyn MeyerInvestigadores españoles han descubierto una nueva enfermedad inmunitaria, según aparece en una edición reciente de la revista “Science”. El artículo en cuestión describe nueve casos de niños afectados gravemente por bacterias comunes a causa de una deficiencia del gen MyD88, clave en la protección innata ante las infecciones. Dicho descubrimiento ha sido posible gracias a un esfuerzo conjunto de los hospitales Germans Trias i Pujol de Badalona, Hospital Clínic y Sant Joan de Déu, de Barcelona, y Dr. Negrín, de Las Palmas de Gran Canaria.

Especialistas de estos centros han identificado nueve casos de niños afectados gravemente por bacterias comunes, en concreto neumococos y estafilococos, que no reaccionan a la infección con una respuesta inflamatoria normal; es decir, que ni tenían fiebre, ni se les detectaba un aumento del número de glóbulos blancos en sangre. Cuando estos niños llegaron al pediatra la infección estaba ya demasiado extendida y, a consecuencia de la gravedad, tres de ellos (de entre uno y once meses de edad) murieron. Lo curioso del caso es que los afectados sí eran capaces de hacer frente con normalidad a otras infecciones y respondían bien a las vacunas.

En otras palabras, su sistema inmune era capaz de detectar otros microbios y de estimular la producción de anticuerpos. ¿Qué falló? Un análisis genético de los niños afectados detectó finalmente una deficiencia en un gen fundamental para poder identificar correctamente la existencia de una infección ocasionada por agentes patógenos y responder a ella, denominado MyD88. A fin de estar seguros de que éste era el verdadero motivo de la enfermedad y no otro, los investigadores compararon los datos de los enfermos con ratones dotados con el mismo defecto genético.

A diferencia de los niños afectados, los ratones eran susceptibles a un número muy elevado de patógenos, y no sólo a los neumococos y a los estafilococos, lo que confirmó que el sistema inmune del ser humano tiene mecanismos alternativos que compensan la deficiencia del gen MyD88. Los autores del estudio especulan ahora con la posibilidad de que los niños afectados mejoren con la edad.

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