Retinopatía diabética, una enfermedad oculta

La mitad de las personas diabéticas desarrollan esta grave complicación ocular, que puede provocar ceguera
Por Montse Arboix 5 de febrero de 2010
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Imagen: Helmut Gevert

Una de las causas más habituales de enfermedad ocular en personas diabéticas, tanto de tipo 2 como 1 (las insulinodependientes), es la retinopatía diabética. El problema estriba en la ausencia de síntomas en las etapas iniciales de la enfermedad, pero si no se detecta a tiempo, sus efectos son devastadores. Para el diagnóstico sólo se necesita la historia clínica del paciente y realizar una prueba no invasiva: el estudio de fondo de ojo.

«Ver» moscas volar en el campo de visión y destellos luminosos, problemas para leer o distinguir el entorno de noche, dolor o presión en uno o ambos ojos, ver doble, desenfocado o deformado, o tener dificultad para discernir los objetos en los extremos del campo visual. Estos son algunos de los indicadores que revelan un problema en la retina de las personas dabéticas. Una de las posibles causas: la retinopatía diabética. Ante esta situación, hay que acudir al oftalmólogo sin demora.

¿Qué es?

La retina es una capa de tejido sensible a la luz que se localiza en la parte posterior interna del ojo. Actúa como un procesador: las imágenes pasan a través del cristalino del ojo y se enfocan en ella, que las convierte en señales eléctricas y, mediante el nervio óptico, alcanzan el cerebro. Por su función, cualquier alteración es muy perjudicial. Las lesiones en la retina del ojo son una de las complicaciones más graves en la evolución de la diabetes: el 25% de las cegueras en España tienen su origen en la retinopatía diabética.

El 25% de las cegueras en España tienen su origen en la retinopatía diabética

Mantener altos niveles de glucosa en sangre y cifras elevadas de tensión arterial (que es habitual en personas diabéticas) puede dañar los pequeños vasos sanguíneos de la retina, que se debilitan e impiden un riego sanguíneo adecuado. Esta situación puede ser de distinta gravedad en los dos ojos. En algunos casos, se origina a la vez extravasación de líquido en estos capilares, que empeora la situación y da lugar a la pérdida de visión.

Su desarrollo está directamente relacionado con los años de evolución de la diabetes y con la edad del paciente. Hay etapas en las que se precipita su progresión, como la pubertad y el embarazo, cuando es más probable que se descontrolen los niveles de glucemia.

El diagnóstico se realiza mediante un estudio del ojo, la oftalmoscopia, que examina alteraciones en la retina, los vasos sanguíneos del fondo de ojo y la papila óptica, que es el comienzo del nervio óptico. A pesar de que esta exploración es indolora, es algo molesta, ya que se administra un colirio que provoca una dilatación de la pupila, de manera rápida y reversible. Esto causa que, en ocasiones y durante un lapso de tiempo -que depende de cada persona-, se empañe la visión y molesten las luces brillantes. Por ello no se recomienda conducir después del examen. Una vez dilatadas ambas pupilas, y con una fuente luminosa que está en el propio instrumento, se alumbra el interior del ojo a través del iris y se visualizan todas las estructuras con las lentes de aumento.

Recomendaciones para el paciente diabético

Para disminuir el riesgo de retinopatía diabética, es esencial llevar una vigilancia exhaustiva de los factores que agravan las lesiones de los vasos sanguíneos de la retina. Entre ellos, un control minucioso de la diabetes y de la concentración de glucosa en sangre, de los niveles de tensión arterial y de colesterol, así como evitar el consumo de tabaco y alcohol. Está demostrado que fumar impide que lleguen a la retina las cantidades necesarias de oxígeno.

Todas las guías de tratamiento coinciden en que la dieta sana, que permita mantener un peso adecuado, y la práctica asidua de ejercicio físico son pilares importantes en el mantenimiento de la salud del conjunto de la población, en especial en personas diabéticas, para quienes estas pautas forman parte del tratamiento de su enfermedad. Los especialistas insisten en someterse a revisiones oftalmológicas de forma periódica (aunque no haya ningún síntoma), junto con unos buenos hábitos de higiene visual.

Algunas recomendaciones para mantener la salud ocular en buenas condiciones son: utilizar gafas de corrección si son necesarias y de protección solar adecuadas, además de usar filtros protectores si se trabaja con ordenador o de protección ocular para evitar quemaduras o heridas; no automedicarse con colirios, excepto bajo prescripción médica; no realizar sobreesfuerzo visual o leer y trabajar con unas condiciones de luz óptimas.

EFICACIA DEMOSTRADA DE LA FOTOCOAGULACIÓN

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Ante la retinopatía diabética, el oftalmólogo puede recomendar la fotocoagulación láser, un procedimiento que se utiliza para eliminar el derrame de los vasos sanguíneos del ojo y retrasar la pérdida de visión, además de un tratamiento farmacológico que la disminuya. Por este motivo, es clave llevar a cabo un cribado exhaustivo de pacientes susceptibles de desarrollarla. Hay dos estudios que evidencian este tratamiento con láser: el Diabetic Retinopathy Study (DRS) y el Early Treatment Diabetic Retinopathy Study, ETDRS, (estudio del tratamiento temprano de la retinopatía diabética).

El primero de ellos, realizado sobre una muestra de 1.758 pacientes, indica que se reduce la pérdida de visión que provoca esta enfermedad: se origina una pérdida visual severa en el 15,9% de los ojos sin tratar, frente a un 6,4% en los ojos tratados. El beneficio es menor en pacientes con bajo riesgo y mayor entre quienes tienen un alto riesgo. De este último tipo de pacientes control, el 26% progresó hacia una pérdida de visión severa, frente al 11% de los tratados con láser.

El ETDRS también estableció el beneficio de la cirugía de fotocoagulación con láser en los ojos con edema macular -acumulación de líquido proveniente de la retina- significativo. Otros resultados de esta investigación demuestran que la aspirina no previene el desarrollo de la retinopatía diabética proliferativa ni reduce el riesgo de pérdida visual, pero tampoco aumenta el riesgo de hemorragias vítreas, cuando la sangre se concentra en el centro del ojo (gel vítreo).

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