Deporte y muerte súbita, ¿cómo se relacionan?

La incidencia de muerte súbita es mayor entre las personas que practican actividad deportiva intensa
Por Montse Arboix 11 de marzo de 2016
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Imagen: mikdam

La muerte súbita, como bien indica su calificativo, es un suceso repentino e inesperado en el que la víctima, presumiblemente sana, sufre un paro cardiaco. Aunque en España afecta a más de 30.000 personas al año, cuando ocurre en un deportista provoca un gran impacto en la sociedad. En este artículo se describen cuáles son las causas más frecuentes de muerte súbita, de qué forma se puede prevenir y cómo actuar si se presencia un suceso de este tipo en un lugar público.

La muerte súbita afecta a alrededor de 30.000 personas al año en España, según publica un artículo reciente en la Revista Española de Cardiología firmado por Josep Brugada. Esta cifra supera en más de 10 veces las víctimas mortales provocadas por los accidentes de tráfico. Las edades de máxima incidencia son antes de los seis meses de edad y entre los 45 y los 65 años. No obstante, la cifra es mayor en las personas que practican una actividad deportiva intensa comparada con la de la población general: 1,6 muertes por 100.000, frente a 0,75 por 100.000. Además, la muerte súbita de una persona aparentemente sana provoca un gran impacto social, sobre todo si sucede durante la práctica deportiva.

Muerte súbita por arritmia cardiaca

Una de cada 1.000 muertes súbitas ocurre en personas menores de 35 años que practican deporte

La muerte súbita puede estar provocada por distintas causas. De todos los afectados, solo una de cada 1.000 muertes súbitas ocurre en personas menores de 35 años que practican deporte. Esto no significa que el deporte sea el culpable directo: en más del 90% de los casos la causa del fallecimiento es un trastorno del ritmo cardiaco, como la fibrilación ventricular.

Según información de la Fundación Española del Corazón, la fibrilación ventricular es muy rara en corazones sanos. En personas mayores de 35 años, se asocia a infarto agudo de miocardio, mientras que en las más jóvenes a enfermedades cardiacas, tanto las que afectan al músculo cardiaco (como la miocardiopatía hipertrófica) como a la actividad eléctrica del corazón (como el síndrome de Brugada o el síndrome de QT largo).

Prevenir la muerte súbita

Para prevenir la muerte súbita en deportistas es imprescindible que cualquiera, antes de ponerse a hacer deporte, pase por un examen médico. Da lo mismo si no se ha practicado nunca deporte o si es deportista y, después de un periodo de inactividad, vuelve a ello. Es importante realizar un reconocimiento cardiológico y una evaluación del estado físico. Los cardiólogos deportivos recomiendan chequeos de salud a quienes practican deporte, aunque no hayan manifestado síntomas ni tengan antecedentes familiares de patología cardiovascular, en los que se incluyan electrocardiograma y una prueba de esfuerzo cada año y una ecografía cardiaca cada dos años.

Además, ante sensación de mareo, palpitaciones, dolor en el tórax durante el entrenamiento, siempre hay que consultar con el médico, porque podría ser indicio de alguna alteración cardiológica. En situaciones de excesivo esfuerzo físico, pueden manifestarse síntomas de anomalías cardiacas desconocidas hasta ese momento y producir una muerte súbita. No hay que olvidar que a partir de los 35 años, el infarto es la primera causa de muerte súbita.

Además de la prevención previa a la actividad física y durante su ejecución, hay otro aspecto fundamental: concienciar a la población de que, ante una muerte súbita, los primeros auxilios y los desfibriladores semiautomáticos (DEA o DESA) pueden establecer la diferencia entre la vida y la muerte de una persona. De hecho, el único tratamiento eficaz contra la muerte súbita es la combinación de desfibrilación prematura y maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP), cuya eficacia oscila entre el 49% y 75% de los casos. A pesar de que en los últimos cinco años se ha incrementado su número en los lugares públicos con más afluencia, los expertos insisten en que todavía son pocos.

Primeros auxilios ante la pérdida de consciencia

Ante una persona que se desmaya, no se mueve y no responde a la llamada ni a los estímulos físicos, lo primero que hay que hacer es llamar al teléfono de emergencias 112. Si hay más de un testigo, lo mejor es repartirse las tareas para no perder tiempo. Si la víctima respira, hay que colocarla en posición lateral de seguridad, para minimizar el riesgo de asfixia asociada al vómito.

Pero si al valorar la respiración no se observa que movilice el tórax, no se oyen ruidos respiratorios ni se nota el aliento, hay que empezar la reanimación cardiopulmonar (RCP): 30 compresiones torácicas combinándolas con dos insuflaciones de aire de un segundo de duración, a un ritmo de 100 por minuto. Si el suceso ocurre en un lugar público, hay que valorar la posibilidad de que una tercera persona localice un desfibrilador semiautomático.

El corazón de una persona puede dejar de latir de manera inesperada en cualquier situación y contexto: en casa, en el trabajo, en el centro deportivo o en la calle, entre otros. Cuando esto ocurre, el tiempo es oro, ya que cada minuto que pasa sin que nadie haga nada puede tener consecuencias fatales.

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