Trastorno bipolar: la importancia del diagnóstico

Casi la mitad de las personas que sufren un trastorno bipolar no están diagnosticadas o son tratadas de forma equivocada
Por Núria Llavina Rubio 25 de junio de 2012
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Imagen: jl.cernadas

En España, alrededor del 30% de las bajas laborales se deben a patologías mentales, según la publicación “Psiquiatría Práctica en Atención Primaria”. La depresión, la esquizofrenia, el alcoholismo, el trastorno obsesivo compulsivo y el trastorno bipolar están entre las diez primeras enfermedades que producen la incapacidad laboral. Las cifras podrían ser más altas ya que, según datos recientes, la mitad de las personas con trastorno bipolar están sin diagnosticar. En este artículo se explica la importancia del diagnóstico precoz para evitar que los pacientes empeoren y para que aprendan a vivir con ello, así como para reducir el coste socioeconómico de la enfermedad.

Casi el 50% de las personas que sufren un trastorno bipolar no están diagnosticadas, y una tercera parte de los sí lo están han recibido un tratamiento equivocado de depresión mayor. Son datos extraídos del XI Seminario Lundbeck «Trastorno Bipolar: El desgobierno de la mente», llevado a cabo recientemente en Ibiza. Otro dato preocupante: el 34% de los afectados ha vivido más de 10 años con los síntomas antes de tener el diagnóstico.

Trastorno bipolar, de desarrollo temprano

Según los especialistas, el trastorno bipolar afecta a entre el 2% y el 5% de la población mundial y a casi un millón de españoles. Suele manifestarse entre los 15 y los 25 años. La definición más común del diagnóstico incluye ciclos alternados de manía (exhaltación) y depresión (bajo estado de ánimo y letargia), aunque hay una forma que solo manifiesta manía. Los síntomas dependen del estado de ánimo que se experimente entre los dos ciclos y los episodios extremos pueden durar varias semanas o más. No altera la inteligencia, sino a la regulación de las emociones, y surge por una combinación de factores genéticos y ambientales.

El estado depresivo, en el que abundan los sentimientos de inutilidad, es mucho más común que el de manía por lo que, muchas veces, los pacientes son tratados como si padecieran depresión. Y como no es su enfermedad, el afectado no responde a la medicación o recae. Durante la fase maníaca, la persona puede sentirse muy feliz y tener muchos planes ambiciosos e ideas en mente. En ocasiones, puede gastar grandes cantidades de dinero en objetos que no puede permitirse y que no se compraría en condiciones normales.

El tratamiento adecuado del trastorno bipolar permite llevar una vida y unas relaciones normales

Pese a que el trastorno bipolar es muy difícil de diagnosticar durante las primeras fases, es manejable en la mayoría de los casos cuando se establece el tratamiento adecuado. España es uno de los países líderes en su tratamiento, pero aún es necesario trabajar y mejorar la detección precoz, que ahorraría malestar a los afectados y les dotaría de una mayor calidad de vida. Como tiende a convertirse en una enfermedad crónica y recurrente, el tratamiento adecuado permite llevar una vida y unas relaciones normales.

Vivir con trastorno bipolar

Las fases de euforia y de depresión del trastorno bipolar suelen ser tan extremas que interfieren en la vida cotidiana. Por este motivo, la terapia ayuda a controlar los efectos de un episodio y a tener una vida lo más normal posible.

El tratamiento consta de: fármacos para prevenir los episodios de manía, hipomanía (manía menos grave) y depresión, denominados estabilizadores del humor; medicamentos para tratar los principales síntomas de la depresión y la manía cuando estos se producen; enseñar a reconocer los factores desencadenantes y signos de un episodio de depresión o manía; tratamiento psicológico; consejos sobre estilo de vida (como hacer ejercicio de manera regular y planificar actividades de ocio, que aporten un sentido de logro), asesoramiento dietético y hábitos adecuados de descanso y sueño.

En definitiva, el tratamiento se basa en la combinación de tratamiento farmacológico y psicoeducación. Esta última hace referencia a la función preventiva. Se realiza en grupo, y trata de ofrecer al paciente herramientas para gestionar mejor su enfermedad. En estas sesiones, se aprende a: aceptar su situación, manejar los fármacos (que se deben tomar durante toda la vida), identificar a tiempo los episodios de crisis, cambiar determinados hábitos, manejar el estrés o enfrentarse al estigma. Los últimos datos disponibles aseguran que una buena combinación de psicoeducación y fármacos permite que el paciente bipolar recupere el control de su vida, tenga hasta casi la mitad de episodios y que estos sean un 75% más breves.

Un buen manejo de la enfermedad evitaría la reducción en la esperanza de vida que tienen los afectados, que se cifra entre 13 y 30 años. Aunque esta mayor mortalidad se relaciona con causas no naturales, como el suicidio o los accidentes, los motivos principales de fallecimiento prematuro son las patologías cardiovasculares y endocrinometabólicas como consecuencia de obesidad mórbida, diabetes mellitus, afecciones cardiovasculares, hipertensión arterial y hiperlipidemia. También influyen en la esperanza de vida el abuso de sustancias tóxicas, como el alcohol.

Trastorno bipolar y esquizofrenia

Los límites entre el trastorno bipolar y la esquizofrenia, a menudo, son confusos. En ocasiones, algunos pacientes son diagnosticados con ambas afecciones. Una investigación del 2011, publicada en la revista “Archives of General Psychiatry in Ireland”, llevada a cabo por especialistas del Royal College of Surgeons (Irlanda) y el Hospital Beaumont (Reino Unido), detectó sorprendentes similitudes entre ambos trastornos mentales a nivel cerebral. Por primera vez, identificaron que un proceso que controla la forma en la información se transmite de una neurona a otra se altera del mismo modo en ambas enfermedades. Este descubrimiento abre el campo a tratamientos parecidos en esta vertiente.

También “The Lancet” recogía en 2009 un trabajo parecido realizado por investigadores Karolinska Institute. Entre 1973 y 2004 se analizaron los datos de más de 9 millones de personas con esquizofrenia o trastorno bipolar y, tras estudiar las relaciones de parentesco entre ellas, concluían que ambas patologías comparten un 63% de la carga genética.

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