El cooperante que regresa a su país, ¿cómo se adapta?

La vuelta al país de origen no es fácil para quienes han desarrollado una labor humanitaria en países en desarrollo
Por Esther Camuñas 15 de septiembre de 2015
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Imagen: linz_ellinas

A veces se muestra la cara bonita del trabajo en cooperación internacional o, todo lo contrario, los riesgos y dificultades que entraña desempeñar una profesión que suele ser vocacional: las condiciones de inseguridad en países en conflicto suponen un riesgo añadido y son conocidos algunos casos de secuestros o daños ocasionados a cooperantes españoles. Sin embargo, no es frecuente hablar de otras dificultades menores y no por ello menos importantes, en las que la vida no está en riesgo y sí la salud emocional. En este artículo se abordan los problemas de adaptación con los que se encuentran los cooperantes cuando regresan a su país de origen y de cómo solventar estas dificultades. También se detallan los requisitos y aptitudes que se han de tener si se desea trabajar en cooperación al desarrollo.

Las dificultades del cooperante a la vuelta

El estrés que sufre el cooperante durante una labor humanitaria, debido a las situaciones que vive en el país en desarrollo en cuestión, se mantiene cuando la persona finaliza su trabajo y vuelve a su país. Se pueden dar diferentes problemas tanto a la hora de enfrentarse a las circunstancias experimentadas, como para la reintegración social (amigos, familia, trabajo, etc.). Algunas de estas dificultades son:

No es frecuente hablar de las dificultades de adaptación del cooperante a la vuelta a su país de origen y que afectan a su salud emocional

1. Choque cultural. Sucede cuando se viaja al país donde se desarrollará la acción humanitaria y también a la vuelta. Se siente que los ritmos y estilos de vida son distintos. También pasa que cuando la persona regresa se siente como extranjero en su propia tierra.

2. Vivencia de situaciones críticas y experiencias traumáticas. Puede ser necesario el apoyo emocional, en especial cuando los cooperantes han tenido que salir del país por motivos de detención, aumento de la violencia o amenazas.

3. Expectativas frustradas. Ante una experiencia incompleta aparecen sentimientos de injusticia, miedo y angustia y la necesidad de hacer algo a nivel social que tenga un significado positivo (dar testimonios, sensibilizar, organizar actividades, etc.). También aparece la frustración en la familia y amigos que quieren ver a la persona que regresa de cierta manera pero no aceptan su periodo de adaptación; a veces se sorprenden de que las novedades locales no le interesen.

4. Cambia la percepción sobre uno mismo. Después de una experiencia así uno se da cuenta de que la visión que tenía de sí mismo ha cambiado. Comienza a relativizar y tolerar algunos aspectos que antes le resultaban importantes. Estas contradicciones se acentúan en el contacto con los demás, que siguen interesándose por otros aspectos más banales, lo cual puede provocar que no se puedan compartir los intereses con otros amigos. Esto hace que el cooperante se sienta aislado y con sensación de soledad: deja de sentirse de allí y también de aquí.

5. Despedidas y ausencias. La persona que regresa suele tener una sensación de pérdida después de haber dicho adiós a amigos y haber dejado a sus compañeros de trabajo, un proyecto, un país y mucha ilusión depositada en ello. Volver a casa significa volver a las comodidades y a más posibilidades de ocio, pero también a otras rutinas y relaciones más urbanas y distantes con menos tiempo para verse y menor cohesión grupal.

Cómo solventar algunos de estos problemas

  • Comprometerse con la propia realidad para cambiar las cosas aquí y compartir su experiencia en el ámbito familiar, laboral y social. Puede dar sentido a su trabajo y ayudarle a la reintegración y continuidad en el trabajo humanitario.
  • Encontrar personas con las que compartir la experiencia, personas del sector social que hayan vivido situaciones similares.
  • Tomarse tiempo para integrarse de nuevo en el entorno aceptando la necesidad de apoyo, afecto y comprensión, además de haciendo partícipes a los demás de estas necesidades.
  • Preguntarse con quién se desea compartir la experiencia y con quién no. Respetarse en los vínculos que se quiere hacer de nuevo y no forzarse a compartir las vivencias con todo el mundo.
  • Escuchar sin juzgar tanto a los que llegan como a los que se quedaron. Tratar de no evitar la comunicación con otras personas y no tomarse los comentarios de un modo personal o como un ataque.
  • Quiero ser cooperante, ¿qué requisitos, formación y habilidades me piden?

    En cooperación internacional se requieren de diferentes perfiles técnicos, de gestión y de intervención directa.

    En la mayoría de ofertas de empleo para cooperantes se pide experiencia en terreno o similar. Si no es el caso, se puede solventar con formación especializada. Una de las recomendaciones es hacer un máster universitario en cooperación internacional como complemento a la formación inicial. Otras veces, el salto sucede una vez que se tiene un empleo en la sede española de la ONG desde la que se ofrece la oportunidad de viajar al extranjero y trabajar en los proyectos locales.

    La mayoría de los perfiles son profesionales con título superior, de unos 33 años de edad, con dos o tres idiomas, destrezas para la gestión, habilidades para el trabajo en equipo, la comunicación y el liderazgo, capacidad para la adaptación a nuevos entornos y para trabajar en un marco de interculturalidad y diversidad.

    Los puestos más requeridos son los de médicos, enfermeros o ingenieros. Pero también se demandan gestores: son quienes se encargan de las relaciones de la ONG con las instituciones, la búsqueda de permisos y negociaciones para el desarrollo del proyecto, conseguir recursos económicos y técnicos, formar a personas locales para el desarrollo del proyecto, justificación de gastos, etc.

    No siempre el trabajo requiere estar codo con codo con las personas del país. A veces, el trabajo de oficina no permite esa intervención directa.

    De todas formas, para quienes quieren ser cooperantes, además de tener en cuenta las anteriores apreciaciones, es recomendable la lectura del libro ‘Mamá, quiero ser cooperante’, de Jorge Jimeno, consultor independiente en cooperación internacional.

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