Entrevista

Enrique Lluch Frechina, profesor de Economía de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia

Todos quieren acabar con la pobreza, pero los objetivos que priman son otros
Por Azucena García 9 de enero de 2008
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Imagen: Ned Raggett

La pobreza es un síntoma de desigualdad. En la última década, la economía mundial ha experimentado grandes avances, pero los beneficios no se han repartido de la misma manera. Enrique Lluch Frechina (Almàssera, 1967), profesor de Economía de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia, asegura que el “culto al crecimiento” domina las tesis económicas de los países ricos y advierte de que estas teorías deben cambiar e ir hacia la búsqueda del bienestar. Experto en economía del desarrollo, apuesta por equiparar las rentas medias en todo el mundo, desmitificar la inmigración como fuente de conflictos y cambiar de rumbo en el modo de globalizar la economía. “En la medida en que eso no se palie, las desigualdades seguirán creciendo”, lamenta.

El Banco Mundial describía en 2001 la situación económica como “una gran pobreza en medio de la abundancia”. ¿Cómo la describiría usted en 2008?

Creo que se puede describir de la misma manera porque la situación no ha variado mucho. Nos encontramos en un mundo en el que se mantienen unas grandes desigualdades, incluso superiores a las que puede haber en el país más desigual, que es Sierra Leona. Ha habido un progreso económico grandísimo, pero de ese progreso estamos disfrutando sólo una pequeña parte de la población. Se está beneficiando mucho a unos pocos y sólo un poco a unos muchos. El problema más grave de la economía mundial es conseguir que las ventajas que hemos alcanzado, que nos han hecho superar esa situación de pobreza, se amplíen a la mayoría de la población.

Por lo tanto, ¿cuáles son los puntos fuertes y los puntos débiles de la globalización de la economía?

La globalización viene empujada por los avances tecnológicos, sobre todo en las comunicaciones y en las telecomunicaciones. Esto nos permite llegar a cualquier punto del planeta en menos de 24 horas y hablar al instante con personas de todo el mundo. La cuestión es cómo nos globalizamos, es decir, qué parámetros utilizamos para orientar ese proceso, y ahí el problema es que se está priorizando el crecimiento económico. En la medida en que eso no se palie, las desigualdades seguirán creciendo.

“Se está beneficiando mucho a unos pocos y sólo un poco a unos muchos”

Está claro entonces que la lucha contra la pobreza tiene que ocupar un lugar prioritario en la agenda económica mundial.

Sin duda. Aparentemente, todo el mundo quiere acabar con la pobreza, pero los objetivos que priman son otros. En este sentido, los países ricos tendrían que dejar de perseguir el crecimiento económico e ir hacia un objetivo de bienestar económico. La experiencia nos dice que cuando un país muy pobre crece, mejora el bienestar, mientras que cuando ya es rico, no tiene por qué.

¿Qué papel deben jugar los países pobres en este cambio de objetivo?

Los países pobres deberían presionar para que se les tuviera en cuenta. El problema es que no disponen de los instrumentos para ello. No tienen capacidad económica suficiente para presionar y las entidades internacionales están muy alejadas de ellos. No hay ninguna organización económica internacional en el centro de África, sino que están en Europa o en Estados Unidos. Ahí ya hay un problema económico grave. Además, son muchos países para ponerse de acuerdo, por lo que es complicado realizar una acción conjunta porque cada uno tiene sus propios intereses. Últimamente, las grandes ONG han conseguido canalizar las presiones de algunos países en vías de desarrollo. Por ahí hay que empujar. Hay que aprovechar aquellas organizaciones internacionales donde el voto pesa más, como la organización Mundial del Comercio (OMC), frente a aquellas otras en las que tiene más voto quien más dinero pone, como ocurre en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

¿Qué consecuencias se derivan de esta situación de desigualdad? ¿Es la pobreza una fuente de conflictos?

Hay algunos teóricos que aseguran que los conflictos no se generan por las desigualdades, sino por la polarización. Es decir, un conflicto se produce cuando hay dos situaciones distintas que están enfrentadas, cuando una idea se opone a otra. La desigualdad sólo genera molestias para los países más ricos, pero no conflictos.

“No hay ninguna organización económica internacional en el centro de África, sino que están en Europa o en Estados Unidos”

¿Qué otras consecuencias se derivan de la pobreza?

Una consecuencia clara es la inmigración. En la medida en que hay desigualdad, la gente quiere ir a sociedades más ricas. Otra sería la inseguridad, pero derivada de la inmigración ilegal, esto es, de aquella que no tiene papeles. La existencia de grandes bolsas de inmigrantes sin papeles ayuda a crear inseguridad. Pero hay que aclarar que no todos los inmigrantes son ilegales. El ciudadano africano que no sabe leer ni escribir no emigra, porque no se ve en condiciones de hacerlo. De hecho, hay lugares en los que la gente estudia para poder emigrar y hay gente que no estudia porque se da cuenta de que estudiando o no, va a ir a los mismos trabajos. No están incentivados a estudiar.

En este sentido, otro efecto “colateral” de las desigualdades es la denominada “fuga de cerebros”. ¿Se fomenta más la emigración de profesionales cualificados a los países del Norte que la permanencia en sus lugares de origen? ¿Qué incentivos son necesarios para que esto no ocurra?

Lo que necesitan es que les paguen bien en su país, pero esto no ocurre porque su país es pequeño, hay corrupción y no se pagan impuestos porque los ciudadanos no reciben nada a cambio del sector público. Por lo tanto, la solución sería reforzar el sector público para que pagase bien a sus propios trabajadores, para incentivarles.

Sin embargo, usted, que apuesta por la equiparación de las rentas medias de los países pobres y de los ricos como una de las claves para acabar con las desigualdades, calcula que harán falta 285 años para que esta equiparación se produzca. Estas predicciones no invitan a ser optimistas.

El problema es que si yo quiero que tú me cojas, pero me pongo a correr, lo que te estoy diciendo es que vengas a mí porque no voy a frenar. Esto es lo que pasa con los países más desfavorecidos, que se ven obligados a ir más rápido para poder avanzar y esto les resulta imposible. Los países ricos tendrían que parar para que los países pobres pudieran alcanzarles. Volvemos a la idea del principio: el objetivo no debe ser el crecimiento económico, sino el bienestar.

“Los países ricos tendrían que parar para que los países pobres pudieran alcanzarles”

Volviendo también a una de las consecuencias derivadas de la pobreza, la inmigración, usted defiende la necesidad de que ambas partes (inmigrantes y país de acogida) hagan un esfuerzo por ponerse en el lugar del otro y comprenderse, pero ¿cree que ambas partes han interiorizado la necesidad de hacer este esfuerzo?

No, no la han interiorizado. Una de las grandes carencias que tiene nuestra sociedad hoy en día es la capacidad de empatía. No hay. Muchísimos de los problemas tienen su origen en el hecho de que muy pocos son capaces de ponerse en el lugar del otro. Por ello, es importante educar a los niños en la empatía. Si una persona no es capaz de ponerse en la situación de otra persona a la que ama, le resultará más complicado ponerse en el lugar de las personas que están lejos.

¿Cómo podemos, por lo tanto, mejorar la calidad de la acogida?

El tema de la empatía es básico.

Especialmente para mostrar la misma actitud hacia todas las personas inmigrantes. ¿Cree que hay actitudes más favorables hacia algunas personas extranjeras con respecto a otras?

Efectivamente. Aquí hay un problema económico claro: se rechaza más al inmigrante pobre que al rico. No queremos inmigrantes pobres y, por eso, ponemos barreras a la inmigración de los países pobres. Queremos a una persona de piel oscura que juega en un gran equipo de fútbol, pero no a una persona de piel oscura que recoge la cosecha.

“Nuestro crecimiento económico se ha debido, en parte, a la inmigración. Incluso nos ha solucionado el tema de las pensiones por un tiempo”

Sin embargo, la influencia en la economía española de unos y otros es igual de importante.

Por supuesto, la influencia en la economía es igual de importante. Nuestro crecimiento económico se ha debido, en parte, a la inmigración. Incluso nos ha solucionado el tema de las pensiones por un tiempo. El problema es que hay mucho bulo y a nadie le gusta tener pobres al lado de casa.

¿También es un bulo advertir del “escape” de riqueza hacia los países de origen de los inmigrantes? Según datos del pasado mes de diciembre, el número de remesas ha aumentado un 40%.

No tenemos que preocuparnos por estos datos. Durante muchos años, hemos tenido una entrada de remesas de inmigrantes muchísimo mayor que la salida. El cambio de tendencia se está viendo ahora y es cierto que podríamos tener problemas de balanza de pagos, pero no sólo por este motivo, sino por otros muchos. Pero eso no nos tiene que preocupar.

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