Niños desplazados en Japón

Numerosos menores se han quedado huérfanos o viven desplazados debido al terremoto y al tsunami
Por Azucena García 1 de abril de 2011
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El terremoto y posterior tsunami registrados en Japón han centrado la atención de todo el mundo, pero al contrario de lo ocurrido en Haití hace poco más de un año o en Chile unos meses después, las donaciones y alternativas de colaboración esta vez se han resistido. Las imágenes difundidas desde el pasado 11 de marzo eran explícitas, pero reaccionar llevó varios días. Ahora se hace balance y se intenta cifrar la catástrofe, unos números que sorprenden porque todo se cuenta por miles. Ningún dato es más importante que otro, pero hay uno que sugiere la necesidad de mayor ayuda: el Gobierno japonés contabilizará cuántos niños han quedado huérfanos tras los desastres y Save the Children alerta de que más de 100.000 viven desplazados en el país.

La situación en Japón empeora para estos pequeños debido al descenso de las temperaturas y a la falta de suministros. Un desastre natural supone un drama para todas las víctimas, pero pasado el momento en el que la tierra tembló y el mar engulló miles de vidas, los damnificados de cualquier edad deben seguir adelante. Japón creía ser un país preparado para afrontar un terremoto, pero la magnitud de lo ocurrido no entraba en sus pronósticos.

Save the Children asegura que el frío les vuelve más vulnerables a infecciones en el pecho o gripes

Ya se ha anunciado que se construirán casas provisionales para alojar a medio millar de damnificados y se contabilizarán el número de menores que han quedado huérfanos. Mientras, Save the Children (STC) recuenta a los menores desplazados, más de 100.000, y alerta de que las fuertes nevadas registradas ponen en peligro su salud. Asegura que el frío les vuelve más vulnerables a enfermedades como infecciones en el pecho o gripes. «El estrés que están viviendo hace que su sistema de defensas sea más débil», señala el coordinador del equipo de esta organización en Japón, Stephen McDonald.

Los niveles de radiactividad detectados en el exterior de la planta de Fukushima han favorecido los desplazamientos, que aumentan a la par que el perímetro de seguridad establecido. A su vez, este mismo motivo dificulta que el personal llegue a la zona, subraya McDonald.

Cómo se puede ayudar

Son numerosas las personas afectadas en Japón. Sobre todo, en los puntos que han sufrido las peores consecuencias se necesitan bienes de primera necesidad: alimento, agua, combustible para cocinar o ropa, detalla STC. En la actualidad, en el país trabajan diversas ONG de manera directa o bien a través de las contrapartes.

Save The Children, que ha puesto en marcha una campaña de recaudación de fondos, cuenta con equipos en Tokio y en Sendai y se encarga del desarrollo de espacios seguros para que los niños se recuperen de los traumas sufridos y tengan la oportunidad de jugar con otros niños. Explica que habilitar estas zonas de juego permite que personas adultas supervisen a los pequeños mientras los padres pueden «buscar alimento, trabajo, refugio o intentar localizar a otros familiares».

La tragedia afectó a muchos padrinos de la ONG Plan en Japón, por lo que se buscan nuevas formas de colaboración

Tampoco Plan ha alterado sus proyectos en Asia y América tras el terremoto y posterior tsunami de Japón, aunque la tragedia afectó a muchos padrinos de Plan en Japón y se analizan alternativas de apoyo. Tras el desastre, la propia oficina de la organización en el país nipón informó de que la plantilla se encontraba «bien», pero ahora es necesario encontrar el modo de ayudar de la mejor manera. Precisamente, una de las principales labores de Plan en Japón es la supervisión de desastres de riesgo, en especial, la labor con los niños y las comunidades.

Considera que los pequeños son claves en la protección de sus comunidades, además de ser quienes «sufren la peor parte en los desastres», según el coordinador de Plan en políticas de respuesta en desastres, Unni Krishnan. El pasado año, esta organización trabajó con diferentes comunidades de 14 países para enseñar a los niños conocimientos para protegerse «ante algunos de los peores efectos que puede causar una catástrofe natural». Quienes deseen ayudar con esta labor, pueden colaborar como socios de emergencias por menos de 50 céntimos al día.

Las donaciones son también vitales para Cruz Roja Española, que ha puesto en funcionamiento un servicio de donación por SMS. Basta enviar la palabra JAPON al número 28077. Además, aunque el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y la Cruz Roja japonesa «no están en disposición de aceptar solicitudes de búsqueda», han activado en inglés, japonés, chino, coreano y portugués una página web para el restablecimiento del contacto familiar. El objetivo es ayudar a las personas a contactar con familiares y amigos desaparecidos. Las personas interesadas pueden registrarse en el sitio web para informar de su situación y proporcionar sus datos de contacto actual. «Por otro lado, las personas que buscan pueden ver la lista con los datos», explica la entidad, «o registrar los nombres de los familiares y amigos desaparecidos, animándoles a ponerse en contacto».

UNICEF mantiene abierto su fondo de emergencias para contribuir a la financiación de las tareas que se llevan a cabo en Japón, entre otras. Este fondo acepta donaciones durante todo el año, de manera que cuente con una cantidad suficiente para hacer frente a este tipo de situaciones. En Japón, asesora a las autoridades y, por el momento, ha enviado diez toneladas de agua y materiales educativos, de juego y deporte. «El abastecimiento de agua y el saneamiento son claves para la supervivencia de los niños en una situación de emergencia», asevera. Su intención es hacer llegar kits de higiene, pañales y toallitas higiénicas, lograr la reapertura de las actividades escolares, la instalación de los denominados espacios amigos de la infancia -donde participan en actividades juveniles, juegan, practican deporte, reciben educación y/o apoyo psicosocial- y el envío de personal para dar apoyo técnico en los sectores operativos.

Enseñar a los niños a protegerse

La ONG Plan insiste en que los menores son fundamentales ante una catástrofe. No solo porque se les debe proteger, sino porque desde pequeños pueden saber cómo actuar en caso de emergencia. Las propias escuelas, en su opinión, «juegan un rol vital», ya que en ellas se educa a los niños para prepararse frente a futuros desastres. La entidad ayuda a los profesores para que informen a los alumnos sobre las posibles causas de un desastre, sus efectos y qué hacer en estos casos.

Este programa se desarrolla en lugares como Bangladesh, «una zona propensa a las inundaciones». «Los niños participantes estaban muy preocupados porque sus padres no solían ahorrar para casos de emergencia», explica la ONG, «ahora los niños tienen su propio plan de ahorros para ayudar a sus familias a comprar comida y otros suministros cuando ocurran otras inundaciones».

Karen quiere volver a casa

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“Karen tiene seis años y se acurruca junto a su familia para calentarse, ya que tienen tan solo unas pocas mantas y una pequeña estufa de queroseno en el aula de la escuela primaria de Ishinomaki, donde se refugian temporalmente”. La historia de Karen es una de las recopiladas por Save the Children para acercar a los ciudadanos la situación que se vive en Japón. Pero hay muchas como ésta.

Pese a considerar estos lugares sus refugios, las personas que habitan en ellos no siempre se encuentran a salvo del frío, los niños añoran poder bañarse y Karen y su hermano Asato quieren regresar a su casa. Todavía desconocen que el tsunami la ha destruido, que “todo está destrozado e inundado”, describe su padre, Koichi. ¿Cómo se lo dirá?

A él y a su esposa Rumi les cuesta mantener a sus hijos entretenidos todo el día en un espacio tan pequeño, detalla Save the Children. Por ello, en ocasiones, “se aventuran a salir a dar un paseo a pesar de las bajas temperaturas y de las copiosas nevadas que están cayendo en la zona”.

Suzunoskue vio cómo una ola destruía su hogar

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Suzunoskue tiene seis años, como Karen. A ella, el terremoto le sorprendió en casa, en Onagawa. Corrió hacia su padre, Hirohiko, y todavía hoy parece no querer soltarle. Los dos, junto con su madre, embarazada, huyeron a una colina, una zona elevada, y desde allí fueron testigos de la llegada de una ola de diez metros, “que arrastró todo en el valle donde estaba su casa”. Suzunoskue se refiere a la ola como “una montaña muy grande de agua” que le asustó. “Después de que el agua se había ido, bajamos a ver nuestra casa pero no quedaba nada. Perdí todos mis juguetes y también mi juego favorito de cartas y mi dragón preferido”, recuerda la pequeña. Su nueva casa es el hospital de Onagawa, sobre la colina que ya les salvó una vez. Ella también quiere regresar a su casa, darse un baño y estar con sus amigos.

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