¿Cómo me dirijo a una persona con discapacidad?

La comunicación e interacción con personas con discapacidad varía en función de las capacidades de cada una
Por Azucena García 30 de julio de 2013
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Imagen: ONCE

Por desconocimiento o por falta de sensibilidad, las personas con discapacidad reciben en ocasiones un trato inadecuado. Se subestima su capacidad de autonomía, se les excluye de la toma de decisiones, no se tiene en cuenta su opinión o se les presta una sobreprotección innecesaria. Unas pautas sencillas ayudan a dirigirse a ellas de manera apropiada, en función del tipo de discapacidad, y a respetar sus derechos y dignidad como miembros de la sociedad. En este artículo se explica cómo dirigirse a personas ciegas y con deficiencia visual, personas sordas y con deficiencia auditiva, personas con discapacidad física y personas con discapacidad intelectual.

Personas ciegas y con deficiencia visual

Comunicación, amabilidad y normalidad son las tres claves que debemos recordar al relacionarnos con personas ciegas y con discapacidad visual. Así se recoge en «¡Ojo!», un folleto con ilustraciones de Gallego&Rey que la ONCE (Organización Nacional de Ciegos Españoles) publicó en 2008.

Comunicación, amabilidad y normalidad son tres claves para dirigirse a personas ciegas y con deficiencia visual

El trato ha de ser igual que el dado al resto de personas, tan solo «adecuado a sus necesidades» y acompañado de un factor más: hay que tomar la iniciativa. «La persona con discapacidad visual no te ve y, si lo hace, tal vez solo seas para ella una sombra», recuerda la ONCE. Esta toma de contacto ha de ser natural para no asustar, pero ha de tener en cuenta las necesidades y características de la persona porque «cada persona ciega es única».

La ayuda puede ofrecerse aunque no nos la pidan, pero no es obligatoria. Si la persona la rechaza, no hay que considerarlo un desplante, de igual modo que, en ocasiones, será manifiesto que no la requiere. «A las personas con discapacidad visual también les gusta hacer cosas por sí mismas», subraya la ONCE. La autonomía es una capacidad patente en este grupo. No hay por qué cuestionarla.

A efectos prácticos, ¿cómo prestar ayuda? Ofrecer el brazo es uno de los gestos más habituales para guiar a la persona. En el trayecto, se debe caminar con naturalidad, ni más rápido ni más despacio que de costumbre, e indicar los movimientos, giros o direcciones que se deben tomar. Es el caso de tramos con escaleras, donde hay que avisar del primero y del último escalón. En lugares que puedan suponer un peligro, la ONCE recomienda echar hacia atrás el brazo con el que se mantiene contacto con la persona ciega o con deficiencia visual, que nos seguirá. «Camina delante de ella y aminora el paso cuando estimes necesario», aconseja.

Uno de los aspectos más controvertidos es el lenguaje. Expresiones como «¡Nos vemos mañana!» no han de evitarse, puesto que es un comentario habitual y natural, «al igual que muchas palabras relacionadas con la ceguera o la visión». No conviene emplear indicaciones como «aquí» o «ahí», sino «a la derecha» o «arriba». Instrucciones precisas. Son también pautas de comportamiento adecuadas las siguientes: no elevar la voz para indicar algo si no lo exigen otras circunstancias, no seguir a la persona por precaución sino, en todo caso, ofrecerle ayuda, identificarse al aproximarse a ella, hablar al entrar en una estancia o al salir y explicar los gestos verbalmente cuando se quieran resaltar por algún motivo.

Personas sordas y con deficiencia auditiva

La Federación de Asociaciones de Personas Sordas de Cantabria (FESCAN) ha editado la guía «¿Qué harías si un miembro de tu familia fuera sordo?». En ella recomienda el aprendizaje de la Lengua de Signos, la adquisición de estrategias visuales y el apoyo emocional como «grandes beneficios tanto a la familia como a los niños sordos». Pero para el resto de personas en general, son posibles unas normas básicas de comunicación.

Para establecer comunicación con una persona sorda, es recomendable tocarle en la parte alta del brazo o del hombro

Antes de establecer comunicación, se recomienda tocar a la persona en la parte alta del brazo o del hombro para llamar la atención, «nunca en la espalda o cabeza, ni lanzar objetos o girarle la cara a la fuerza». Cuando la persona se encuentre lejos, conviene encender o apagar las luces, mover los brazos o golpear el suelo con los pies, pero siempre se ha de tener cuidado para no sobresaltar a quien queremos llamar la atención. Otra opción, añade, consiste en «situarse en círculo o semicírculo para poder verse», sin que se produzcan situaciones de contraluz.

Durante la comunicación, aconseja mirar a la persona a la cara, emplear frases sencillas pero completas y vocalizar, ya que es posible que la persona sorda o con deficiencia auditiva sepa leer los labios y nos entienda al hablarle. Nunca se debe exagerar ni gritar. A las personas menos acostumbradas a relacionarse de este modo, se les recomienda utilizar los gestos o la mímica para hacerse entender, pero sin ponerse nerviosos o perder la calma porque la otra persona no les entienda.

Sobre todo en el caso de los niños, se recomienda no cogerles las manos mientras signan, asegurar la comunicación cerciorándose de que entienden el mensaje, explicar la finalidad de todas las acciones y avisar cuando se interrumpa o finalice el mensaje que se transmite.

Personas con discapacidad física

Es más sencillo de lo que parece. A menudo intentamos ser exquisitos en el trato con personas con discapacidad física, pero la naturalidad es una vez más la clave. El Comité de Entidades Representantes de Personas con Discapacidad de Aragón (CERMI Aragón) destaca en la guía «Consejos para un trato adecuado a las personas con discapacidad» una serie de recomendaciones para dirigirse a este grupo.

Conviene ofrecer ayuda a las personas con discapacidad física cuando requieran alcanzar o levantar objetos, abrir puertas o ventanas y usar equipos

En general, aconseja recordar que todas las personas somos iguales, «con sus características, limitaciones y ventajas», por lo que mantiene que debemos acercarnos «sin miedo» a las personas con discapacidad, «pero sabiendo cómo comunicarse» para no generar tensión. En el caso concreto de las personas con discapacidad física, detalla que se debe ofrecer ayuda cuando requieran alcanzar o levantar objetos, abrir puertas o ventanas, usar máquinas expendedoras y otro tipo de equipos, así como ajustar nuestro paso al suyo cuando anden despacio y/o utilicen muletas.

En el momento de dirigirnos a una persona en silla de ruedas, conviene recordar dos pautas: si desconocemos el manejo de la silla -o de cualquier otra ayuda técnica-, debemos preguntar al usuario cómo ayudarle; al hablarle, siempre que sea posible, hemos de situarnos de frente y a su misma altura.

Otras normas generales recomiendan hablar directamente a la persona con discapacidad, no a su acompañante; no dar por sentado que necesita ayuda, sino preguntarle; no subestimar ni prejuzgar, sino dejar que haga por ella misma todo lo que pueda hacer; dejar que marque el ritmo; no decidir por ella su participación en cualquier actividad y evitar el sobreproteccionismo o paternalismo innecesario.

Personas con discapacidad intelectual

La exclusión es el principal factor de discriminación de las personas con discapacidad intelectual. La guía «Hazlo de otra forma», de FEAPS (Confederación Española de Organizaciones en favor de las Personas con Discapacidad Intelectual), aboga por no excluirlas ni tratarlas de forma discriminatoria en ningún ámbito, en especial, en el trabajo. Al contrario, defiende su integración, acercarse a ellas y compartir tiempo.

Al dirigirnos a una persona con discapacidad intelectual hemos de contarle siempre la verdad, hablar claro y pausado y escuchar

El folleto «Las personas con discapacidad intelectual pueden decidir por sí mismas» recuerda que no se debe «infravalorar sus capacidad, no verles como niños, sino como personas capaces de tomar sus decisiones y de cometer errores». Por ello resalta que se les tenga en cuenta y se dé valor a sus contribuciones.

Las recomendaciones son las mismas que para cualquier otra persona: pedirles su opinión, porque puede ser diferente de la que se presupone, apoyar su autogestión, proporcionar una información adaptada y comprensible, así como oportunidades de expresarse, reforzar su autoestima como miembros de la sociedad e incluir la diversidad en el día a día. La igualdad es precisamente la máxima de la guía «Yo como tú», publicada por FEAPS Madrid.

En ella se destaca que las personas con discapacidad intelectual no son personas enfermas, discapacitadas, eternos niños, especiales asexuadas, siempre cariñosas o felices. Reclama la importancia de que se les trate como adultos cuyas necesidades cambian y evolucionan, se les informe y expliquen con claridad las cuestiones que les afectan, no se les manipule, sino que se les permita expresarse libremente, y se les reconozca su dignidad e igualdad como personas y ciudadanas. «Si no me conoces, ¿por qué me sonríes?», destaca una de las ideas de la guía.

En cuanto a la capacidad de comprensión, al dirigirnos a una persona con discapacidad intelectual hemos de contarle siempre la verdad, porque «ocultarla o maquillarla no contribuye a su propio desarrollo», hablar claro y pausado y escuchar, sea cual sea su nivel de comunicación. Por último, como en los anteriores casos, hay que evitar prestar apoyo «siempre y en toda circunstancia», porque en ocasiones no lo necesitan, y respetar la identidad propia de cada uno.

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