La ciberocupación: ocupación de dominios en Internet

Esta práctica consiste en registrar nombres de dominio de marcas comerciales para conseguir un beneficio económico
Por Antonio Delgado, Jordi Sabaté 1 de septiembre de 2011
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Imagen: Tristan

Una de las ventajas de Internet es la facilidad para registrar un dominio. Los llamados dominios de primer nivel, es decir, los terminados en “.com”, “.net” y “.org”, pueden registrarse por parte de cualquier particular o empresa si están libres en ese momento. Además, el precio es el mismo si lo registra un particular o una multinacional. Esta circunstancia ha sido uno de los factores importantes que ha permitido que Internet crezca de forma exponencial y que el nivel de entrada para disponer de presencia en la Red sea igual para todo el mundo. También ha propiciado que particulares se apropien de los nombres de grandes marcas para extorsionarlas, pedir mucho dinero a cambio de liberar el dominio o aprovecharse del tráfico que generan on line y vender publicidad. Son los llamados “ciberocupas“, un problema que crece.

Gracias a la competencia entre empresas registradoras, el precio de los dominios de primer nivel ha caído con el tiempo. A finales de los noventa del siglo pasado, el coste de un dominio «.com» durante un año rondaba los 60 euros, mientras que en la actualidad es común que cuesten menos de diez euros y se contabilizan más de 200 millones de nombres de dominios registrados, de los cuales más de la mitad terminan en «.com». Por otra parte, los denominados dominios de segundo nivel, correspondientes a las terminaciones de dominio de cada país -como «.es» en España-, se rigen por la normativa establecida por cada gobierno.

Algunas terminaciones de países son muy fáciles y baratas de conseguir, mientras que otras implican un mayor número de trabas burocráticas

De esta manera, hay terminaciones de países muy fáciles y baratas de conseguir, mientras que otras requieren superar un mayor número de trabas burocráticas y condiciones que cumplir para que un nombre de dominio se conceda. En España, hasta hace pocos años, la normativa respecto al registro de nombres de dominio era poco flexible, lo que motivó que las primeras empresas de Internet o PYMES que querían tener presencia en Internet optaran por registrar su marca bajo dominios de primer nivel o bien con terminaciones de otros países.

OMPI, un lugar donde reclamar

Sin embargo, la parte más negativa de esta flexibilidad al registrar nombres de dominio radica en que se usurpan nombres de marcas o empresas con el fin de revenderlos más tarde o aprovecharse económicamente del posicionamiento en el mercado de una empresa. Según datos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), en 2010 las denuncias por «ciberocupación» de nombres de dominios en Internet aumentaron un 28% respecto al año anterior. Sectores como el comercio minorista, la banca, las empresas de biotecnología o el sector financiero fueron los principales perjudicados.

Según datos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, en 2010 las denuncias por «ciberocupación» aumentaron un 28% respecto al año anterior

La OMPI es una de las entidades internacionales autorizadas por ICANN para disponer de un centro de arbitraje y mediación en el caso de litigios motivados por el registro de nombres de dominio. De esta forma, los reclamantes tienen un lugar internacional donde denunciar casos de usurpación y que un árbitro independiente, una vez escuchados los argumentos de ambas partes, proceda a dictar un veredicto a favor o en contra del reclamante. En 2010, según datos de la OMPI, el 91% de los casos de arbitrajes realizados por esta organización se resolvieron a favor de los demandantes.

Tipos de «ciberocupación»

Hay diferentes tipos de ocupación de nombres de dominios, que van más allá de un simple registro idéntico del nombre de una marca. En este caso, se quiere impedir que una marca pueda utilizar ese dominio en su presencia en Internet y que se vea en la necesidad de llegar a un acuerdo económico para recuperar el dominio sin tener que ir a un litigio. De igual modo, en ocasiones, el registro del dominio de una marca se realiza para explotarla económicamente y vender productos o publicidad.

Se quiere impedir que una marca pueda utilizar el dominio de marca en su presencia en Internet y se vea obligada a llegar a un acuerdo económico

Otra de las formas de «ciberocupación» es el registro de dominios similares o con algunos errores, como quitar o agregar letras a la marca, como «goglr.com», «skyp.es», etc. De esta forma se consigue que los usuarios que tengan equivocaciones al escribir el nombre del dominio en el navegador entren en una página que nada tiene que ver con la que buscaban. Estos dominios, pensados para usuarios que realizan errores al teclear, son habituales en marcas y empresas con fuerte presencia en Internet, como buscadores y portales.

También puede darse el caso de que el registro de un dominio sea producto de una coincidencia fortuita, es decir, el registrador del dominio no conocía que había una marca con esa denominación ni pensaba realizar un uso fraudulento o malintencionado del dominio registrado. En estos casos, lo habitual es recurrir a un centro de arbitraje o llegar a un acuerdo económico.

También en Twitter
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Imagen: CONSUMER EROSKI

La “ciberocupación” no se limita en la actualidad solo a los dominios de Internet, sino que ha saltado a las cuentas de sitios tan populares para la promoción de marcas como Facebook o Twitter. Mientras que en el primer servicio los pleitos a menudo se resuelven con el bloqueo de la cuenta del “ciberocupa” y su concesión a la marca, en el caso de Twitter no siempre ocurre así, por la propia dinámica del servicio, donde se crean y se anulan cuentas sin parar.

Si no hay suplantación de una cuenta previa, en esta red cualquier usuario puede dar de alta una cuenta y un perfil con cualquier nombre que se le ocurra y quede libre. Así es como se “ocupan” algunos nombres comerciales hasta que la empresa que hay detrás de la marca se aviene a comprar el perfil al “ciberocupa” o bien tiene que buscar alternativas como intercalar guiones y barras en el nombre. También aquí hay coincidencias agraciadas, como la de Israel Meléndez, un empresario español que produce contenidos web para adultos y que ostentaba una cuenta con su nombre -@israel- hasta que el estado israelí relacionó la marca y la actividad empresarial y decidió comprarla a su propietario por “una cifra que alcanzó los cinco ceros”, según relató el protagonista.

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