Aprender a vivir sin el móvil

Diversas estrategias ayudan a reducir la dependencia del teléfono móvil y optimizarlo solo como herramienta útil
Por Jordi Sabaté 19 de diciembre de 2012
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Imagen: George Kelly

Los expertos ya hablan de la “sensorialidad tecnológica” para explicar que cada vez más el móvil, sobre todo si es un smartphone, está integrado en nuestro ciclo biológico hasta el punto de que, para algunas personas, la comunicación permanente es una nueva dimensión sensorial que gana peso frente a sentidos como la vista o el oído. Esta hiperconexión con los contactos, mediante llamadas o mensajería, crea un vínculo emocional muy fuerte que puede llegar a convertirse en una dependencia. Si, además, se suma la necesidad de estímulos informativos continuos desde Twitter, Facebook o Internet, el usuario acaba por relacionarse con el mundo solo a través de su móvil. Este artículo ofrece algunas tácticas que ayudan a vivir sin estar tan pendiente del móvil.

Primero, sensación de ceguera comunicacional

Más allá de que exista o no un síndrome clínico descrito para este tipo de dependencias compulsivas, es bueno mantener cierta distancia frente a la tecnología entrenando el cuerpo y el cerebro para vivir periodos de desconexión, tanto informativa como de los contactos. Para tener conciencia de la dependencia que genera el hábito al teléfono móvil, no hay nada mejor que pasar un día con el teléfono apagado, y si es en periodo laborable mejor.

Al principio, sin móvil, se tiene una sensación de vértigo y desorientación, por no poder seguir el impulso de comunicarse con los seres queridos

Se tendrá entonces sensación de vértigo y desubicación, por no poder seguir el primer impulso de comunicarse con las personas queridas mediante WhatsApp o una llamada. También se sentirá inseguridad y desprotección, al no poder acceder al correo electrónico cada cinco minutos para ver si hay novedades o avisos urgentes. Es una sensación similar a la de las personas que prueban a andar por la calle con los ojos tapados para ver cómo se sienten los invidentes; una sensación que se podría llamar de «ceguera comunicacional».

También se notará que crece la ansiedad en los tiempos muertos, en la parada del autobús o el metro, momentos que por lo general se aprovechan para consultar Twitter, Facebook o Instagram, o bien para escuchar música de iTunes Match, Google Play o Spotify. Sin el smartphone y sus aplicaciones, la persona se siente aislada y desorientada al principio. De hecho, si se fija a su alrededor, mientras ella no hace nada, el resto trastea en sus móviles: se sentirá rara.

Después, liberación y mayor concentración

Sin embargo, a medida que pasen las horas, o los días, puede que la persona comience a darse cuenta de que no necesita mirar la pantalla cada cinco minutos, que no es tan importante seguir hasta la última foto publicada por sus contactos en Facebook o Twitter, o estar al tanto de manera compulsiva de la portada de su medio on line favorito, que al fin y al cabo no cambia cada cinco minutos.

Por contra, es muy posible que comience a relajarse, a concentrarse más en lo que hace en cada momento. En el caso de las relaciones sociales y de pareja, la ausencia de móviles puede significar profundizar más en conversaciones sinceras e interesantes o no eludir el aburrimiento con la pantalla del smartphone y afrontarlo con la búsqueda de nuevas actividades.

En el caso de las relaciones sociales y de pareja, la ausencia de móviles puede significar profundizar más en conversaciones sinceras e interesantes

La falta de conexión permanente también obliga a ser más regulares en los hábitos, a cumplir horarios con más rigor y llegar a las citas con más puntualidad, ya que no se puede avisar de un retraso sobre la marcha. Si se prolonga la experiencia durante varias semanas, la vida comenzará a ser más pautada y menos estresante. Ya no se dependerá del móvil y, quizá, una vez ya conectado de nuevo, la relación sea diferente, menos sujeta a su influencia.

No se trata de olvidarse para siempre del móvil, que es sin duda un gran invento, sino de aprender a controlar las emociones y los impulsos inconscientes respecto a este; lo importante es que él esté bajo el dominio de la persona, no al revés. Para ello, lo mejor es crear el hábito de no depender de él, darse cuenta, mediante la experiencia, de que no pasa nada si se está cuatro horas desconectado, u ocho o diez.

Estrategias para reducir la dependencia

  • El primer paso será desconectar el móvil al llegar a casa por la noche; es la mejor manera de empezar, ya que de paso se aprovechará para concentrarse más en la pareja y la familia. La ventaja de comenzar así es que, por educación, mucha gente no llama a partir de una determinada hora y, si lo hace, utiliza el teléfono fijo.

  • Un buen consejo es tener una bandeja a la puerta de casa donde cada miembro de la familia deposite su móvil al entrar. Es una medida que ya se aplica en numerosas reuniones sociales.

  • Es muy útil acostumbrarse a usar el buzón de voz para marcar las horas en que no se cogerá el teléfono y, a la vez, poder recoger las llamadas importantes.

    Al llegar a casa por la noche es la mejor hora para empezar a desconectarse del móvil por un largo periodo

  • Se puede dejar un mensaje de buzón de voz con el aviso de que hasta la mañana siguiente no se conectará el móvil y dejar, de paso, el número del fijo como medida de urgencia.

  • Es recomendable avisar en las diversas redes sociales en las que se participe de que el usuario estará desconectado, por si alguien quiere dejar un mensaje.

  • El periodo de desconexión se puede ampliar a la hora de comer, de modo que al salir de la oficina se avise de que se estará desconectado. Si el jefe pone mala cara, siempre es posible decirle que en el local donde se comerá la cobertura es muy baja; en realidad, sería muy extraño que necesitase llamar y también es bueno que se acostumbre a respetar las pausas de sus empleados. Una buena parte de la dependencia del móvil se debe al poco respeto que tienen los demás por los momentos libres de la persona.

  • Mientras se está en la oficina y frente al ordenador, no es mala idea desconectar el móvil si se tiene un aparato fijo delante y conexión a la Red. En muy posible que no se necesite tenerlo encendido, pues quien lo desee puede contactar por correo electrónico, chat o por el fijo; en cambio, para el usuario significa un aumento del periodo de desconexión.

Sustitutos del móvil
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Imagen: Ivaylo Georgiev

Como hay ciertas utilidades del teléfono de las cuales no se pueden prescindir, o hábitos en los demás difíciles de cambiar, lo mejor es buscar alternativas que solucionen esta dependencia:

  • Siempre que sea posible, se debe llevar una libreta con los números de los fijos de los distintos sitios donde se esté y modificar el buzón de voz del móvil cada vez que se cambie de lugar: la casa, la oficina, un restaurante o cualquier otro lugar donde tengan un teléfono al que se pueda llamar.

  • Es muy recomendable avisar de antemano a los contactos de que a determinadas horas se tiene el móvil desconectado, para acostumbrarles a que no llamen si no es urgente; también como modo de advertirles de que a dichas horas las llamadas pueden ser inoportunas.

  • Tampoco es mala idea usar la libreta para apuntar recados y citas que antes se escribían en el sistema de alarmas del móvil.

  • Otro uso de la libreta es describir el motivo de las llamadas que se desea hacer de inmediato, para ponderar si en realidad son urgentes o no y se pueden dejar para los periodos en que se ha decidido estar conectado.

  • Para quienes usan el teléfono como reproductor de música, pueden sustituirlo por un reproductor MP3 clásico, que les ofrecerá el mismo resultado.

  • Por supuesto, las personas que emplean también el móvil como reloj, pueden sustituirlo por uno de pulsera.

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