El fin del roaming: ¿un objetivo posible?

Las Comisión Europea y las operadoras mantienen un pulso sobre la creación de un mercado europeo del móvil con tarifas unificadas
Por Jordi Sabaté 30 de enero de 2013
Img finroaming portada
Imagen: Dan Brickley

Los ciudadanos de la Unión Europea (UE) nos regimos por leyes y normas que proceden de una única directriz, con el fin de que, a efectos prácticos, todos vivamos bajo un mismo estado y con equivalencia de derechos. Sin embargo, los países del espacio de Schengen disfrutan de libertad de circulación de personas y mercancías, pero no de datos ni ondas. Cuando un europeo cruza las fronteras de su país, se ve obligado al pago de un extra, llamado roaming, por llamar por teléfono o acceder a Internet desde el aparato. Esto no ocurre en Estados Unidos y China, a los que la UE quiere parecerse. Ante tal incoherencia, la Comisión Europea intenta que las operadoras creen un espacio europeo de telecomunicaciones unificado, con tarifas reguladas para todos los Estados miembros, pero de momento las empresas no muestran interés. Este artículo analiza las ventajas de un mercado común de la telefonía móvil, pero también las dificultades para hacerlo realidad.

Cuando un europeo cruza las fronteras de su país, se ve obligado al pago de un extra por llamar por teléfono

A principios de este mes, el comisario de la competencia y vicepresidente de la Comisión Europea, Joaquin Almunia, aseguró que, en una reunión con los representantes del sector de las telecomunicaciones el pasado 28 de noviembre, se mencionó la creación de una red paneuropea de telecomunicaciones como uno de los objetivos prioritarios. Poco después, la asociación europea de empresas de telefonía, ETNO, lo negaba «de manera tajante». Este intercambio declarativo revela las tensiones que se viven entre la Comisión Europea y las operadoras.

Sustituir roaming por acuerdos

El gabinete de Almunia, junto al de la también vicepresidenta Neelie Kroes, encargada del plan Agenda Digital Para Europa, está interesado en alcanzar a medio plazo un espacio común europeo donde el roaming no tenga razón de ser. La idea es que se sustituya por acuerdos entre empresas cuando un ciudadano europeo usa el móvil en un país que no es el suyo, de modo que no haya diferencia entre la tarifa nacional y la comunitaria.

En realidad en Europa hay unas pocas empresas grandes con filiales en los distintos países

A favor de esta postura juegan varios argumentos. El primero es que en realidad en Europa hay unas pocas empresas grandes con filiales en los distintos países, que son las que actúan como operadoras de referencia nacionales. De este modo, la demanda del usuario se puede cubrir muchas veces desde una misma multinacional (Telefónica, Orange, Vodafone, Deusche Telecom, Telecom Italia, etc.) y en otras se puede llegar a acuerdos equivalentes entre grandes compañías, de modo que se presten servicios recíprocos cuando los usuarios cambien de país.

Efecto inhibidor del consumo

Otro argumento que obra en esta dirección es el auge del comercio electrónico en el espacio europeo. La Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones estima que el comercio on line crece en España a un ritmo del 20 % anual y que muchas de las compras se hacen en tiendas digitales europeas. Además, la presencia del móvil en las adquisiciones, o en la decisión final de las mismas, es cada vez mayor.

La Comisión estima que un mercado de telefonía unificado podría generar un beneficio de 110.000 millones de euros

En este sentido, el roaming fragmenta el derecho a la información y el consumo por su efecto inhibidor. Aunque su precio ha descendido de modo importante en los últimos seis años, su presencia se asocia a un sobregasto y tiene un importante efecto negativo sobre el consumo.

Hay que tener en cuenta que el móvil es muy útil para buscar información geolocalizada de servicios y comercios cuando se está en el extranjero, que es además cuando más gasto se hace.

La Comisión estima que en un mercado de telefonía unificado se podría generar un beneficio por consumo de bienes y servicios de 110.000 millones de euros, el equivalente al 0,8 % del PIB de la UE, según datos del gabinete de la vicepresidenta Kroes. Estos millones son los que ahora dejan de gastar los turistas y viajantes europeos por causa del roaming que, por temor a las tasas, les impide abrir Google Maps o el navegador GPS desde su teléfono para buscar dónde están las tiendas, los teatros, los museos, etc.

Poco beneficio para las operadoras

La resistencia aparente de las operadoras a las intenciones de Bruselas, que las consideran más bien injerencias, tiene cierta razón de ser. Más allá de que el roaming sea un negocio más o menos lucrativo -algo discutible-, está el hecho de que para llegar a un mercado unificado las empresas de telecomunicaciones tendrían que hacer importantes inversiones y al final sacarían poco beneficio.

No está claro que una tarifa unificada consiguiese compensar las asimetrías de uso entre los distintos países de la Unión como lo hace el roaming

Cuando se accede a la red de datos desde el extranjero, se usan las antenas de una empresa ajena, que da un servicio y luego lo cobrará a la empresa nacional con la que el usuasio tiene el contrato de telefonía, lo cual tiene unos costes de comunicación y gestión de señales. Pero no es lo mismo el desgaste al que se somete una antena española en Málaga en temporada turística alta que el que tiene otra en Suecia durante todo el año. El roaming trata de compensar estas asimetrías y no está claro que una tarifa unificada lo consiguiera del mismo modo.

Por otro lado, la mayor parte de estos 110.000 millones de euros generados en una Europa sin roaming irían a los comercios on line y a empresas como Google, Facebook o Amazon, pero no a las operadoras, que están fuera del mercado de los contenidos.

Una última dificultad para un mercado único de telefonía es la desigualdad tecnológica que impera en el continente, con la tecnología 4G ya desplegada en algunos países del norte, pero ausente en la mayoría y con distintas velocidades de desarrollo. El mercado único forzaría a una puesta al día tecnológica que para muchas empresas se traduciría en inversiones todavía mayores.

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