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Bajo determinadas condiciones, la práctica de ejercicio (por afición o salud) y de actividades deportivas (sean o no de competición) puede alterar la función gastrointestinal, provocando síntomas gastrointestinales. De hecho, los estudios científicos llevan al menos un siglo haciéndose eco de consecuencias como dolor abdominal y náuseas en respuesta al estrés por ejercicio.
“Hay bastante evidencia de que el ejercicio físico, bajo determinadas condiciones, puede estar relacionado con las molestias digestivas”, explica Sara Tabares, experta en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, preparadora física y divulgadora.
“Tanto en la literatura científica como según mi experiencia en la sala de entrenamiento, los síntomas digestivos más frecuentes después de entrenar son dolor abdominal, sensación de hinchazón o distensión abdominal e incluso náuseas o gases”, añade. Esto, sin embargo, no ocurre siempre ni tampoco a todo el mundo y depende de diversos factores.
Los estudios disponibles suelen ser en atletas (por lo que no podemos generalizar las conclusiones)
Experimentar o no síntomas gastrointestinales tras el ejercicio físico depende, por ejemplo, del tipo de entrenamiento, la intensidad con la que se practique y el tiempo que dure este. Según la evidencia científica disponible, ocurre con mayor frecuencia tras entrenar modalidades deportivas de resistencia. Pero ojo, los estudios suelen hacerse con la participación de atletas (además, normalmente, contando con pocas personas).
Lo que concluyen las investigaciones al respecto es que “el ejercicio extenuante provoca aumentos en marcadores de lesión intestinal, permeabilidad, además de retraso en el vaciado gástrico, tránsito intestinal lento y mala absorción”, como señala Tabares.
Ahora bien, la intensidad y las condiciones en las que entrenan los atletas o deportistas de élite distan de cómo lo hacen las personas que entrenan por afición o por salud que no compiten. De ahí que estas conclusiones no puedan extrapolarse a la población en general. Para estos casos, hay explicaciones diferentes.
Entonces, ¿por qué esta hinchazón abdominal en quienes entrenan de forma ‘amateur’?
La respuesta rápida: por condiciones concretas antes y durante el entrenamiento. La cantidad de comida y bebida ingerida, el momento en el que se toman o incluso la intensidad y el tiempo durante el que hemos entrenado influyen.
“En general, la actividad física es muy beneficiosa a nivel digestivo, al favorecer la motilidad intestinal (el movimiento del intestino) y mejorar así síntomas como el síndrome de intestino irritable, el estreñimiento…”, comenta Viviana Oscullo, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y miembro del Grupo de Trabajo de Digestivo de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN). “Pero hay que saber hacerlo, claro”, añade.

Las recomendaciones para evitarlo
Según señala la experta, durante la actividad física, gran parte de la sangre se redistribuye hacia los músculos que se ven involucrados, por lo que disminuye el flujo hacia otros órganos, como el intestino. Esto puede hacer que ciertas personas, sobre todo si no se calienta bien y ante un cambio de ritmo o intensidad considerable, experimenten esos síntomas inespecíficos.
Para evitarlos, en palabras de Oscullo, existen una serie de recomendaciones: no comer justo antes de entrenar (especialmente comidas pesadas), que la bebida sea sin azúcar y sin gas y, preferiblemente, que no se entrene en ayunas.
Por otro lado, la evidencia señala que es el deporte intenso y duradero el que muestra más relación con posibles síntomas gastrointestinales. Así, dependerá de cada persona, de su forma física y de cuánto esfuerzo le requiera la actividad. “A mayor intensidad y mayor tiempo, más riesgo de poder tener estos síntomas”, aclara Tabares.
También hay que tener en cuenta el exceso de estrés. “El ejercicio activa el sistema nervioso simpático, es decir, nos pone en alerta”, explica Tabares. Estas respuestas de estrés pueden afectar a la motilidad gastrointestinal, al tránsito, a la función digestiva y a la absorción de nutrientes en casos concretos.
Por último, mantenernos hidratados, “sin pasarnos”: “Esto es algo que se ve mucho en sala: gente que bebe muchísima agua al principio del entrenamiento y luego tiene una cantidad de gases muy grande”, observa Tabares.
Tranquilidad: no tiene por qué ocurrir por problemas digestivos graves
En principio, experimentar estos síntomas al terminar un entrenamiento no tiene por qué suponer un problema digestivo de base. “No se tiene por qué acudir al médico, salvo que supongan un dolor muy agudo, que sea muy recurrente y que también ocurra en otros momentos”, llama a la calma Oscullo.
“Normalmente estos síntomas cesan poco rato después de concluir el ejercicio: al disminuir la intensidad el cuerpo se recupera y desaparecen las molestias. Si persisten, sí que hay que consultarlo pero, en principio, no es una señal de alarma”, concluye.