Acción contra el Hambre lleva a cabo en Malí una intervención de emergencia para atender a 16.500 personas en riesgo de desnutrición. Hasta diciembre, repartirán a 2.700 familias, dos veces al mes, 30 kilos de mijo y tres litros de aceite, así como papilla terapéutica a cada familia con un menor de tres años. Para atender esta labor, la ONG cuenta con 21 puntos de distribución en una región muy castigada por la sequía.
Las lluvias, que todos los años suelen llegar en el mes de junio a Malí, se han retrasado un mes y medio. Además, aparecieron de forma errática y no en todo el país. Una de las zonas más afectadas por la sequía es el norte de Malí, en el sur del Sáhara, donde viven los pueblos nómadas tamasek. En este enclave, la sequía «ha provocado que prácticamente la totalidad de los habitantes de la región hayan perdido al menos la mitad de su ganado, incluso camellos y asnos, los más resistentes», explica la ONG. La calidad nutritiva de la leche del ganado había conseguido hasta ahora mantener en buen estado de salud a los niños de estos pueblos nómadas y pastores. Esta situación se ha visto agravada por la especulación en los mercados, donde el precio del forraje para sus animales se ha multiplicado por cuatro.
La distribución de alimentos no es la única acción que desarrolla Acción contra el Hambre en Malí. También ha puesto en marcha una actividad con mujeres para el desarrollo de productos hortícolas de temporada: ?Les damos semillas y formación para que puedan construir una reserva que podrán utilizar en el próximo periodo de escasez, tratamos además de formar pequeñas cooperativas. Utilizan para ello un sistema de riego gota a gota para optimizar al máximo el poco agua disponible?, detalla Ali Oumar Maïga, responsable del programa de la ONG.
El proyecto de Acción contra el Hambre en Malí cuenta con una dotación de 400.000 euros aportados por la oficina de cooperación británica para el desarrollo (DFID) a través de su Fondo de Respuesta Humanitaria para África Occidental.
