Conductas alimentarias y riesgo cardiovascular

Las malas conductas alimentarias, junto con el tabaquismo y el sedentarismo, potencian el riesgo cardiovascular, según el estudio ENRICA
Por Maite Zudaire 25 de octubre de 2011
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Imagen: Paul Grant

El Estudio de Nutrición y Riesgo Cardiovascular (ENRICA) es el informe más completo realizado hasta la fecha en España que analiza la frecuencia y la distribución de los principales componentes de enfermedad cardiovascular. Esta investigación, realizada por un equipo de profesionales de la salud, proporciona información única que incluye examen físico y obtención de muestras biológicas, de 12.000 personas adultas, y describe los factores de riesgo asociados al estilo de vida y configurados en tres vértices: cómo es la alimentación, qué actividad física se realiza y si se fuma o no. A estos coeficientes se añaden los factores biológicos (exceso de peso, hipercolesterolemia y diabetes), el conocimiento de las señales de alarma de padecer un ictus o un ataque al corazón y, por primera vez, las desigualdades socioeconómicas. Se sabía que fumar acorta la vida, que el sedentarismo disminuye la calidad de la misma, pero los datos añadidos ahora son concluyentes: las conductas alimentarias condicionan el riesgo cardiovascular y, además, estas conductas también están limitadas por el nivel socioeconómico.

En el estudio ENRICA se puede visualizar, por primera vez, una comparativa entre los objetivos nutricionales establecidos como saludables por la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) y la ingesta real de hombres y mujeres. De esta forma, el consumo de grasas saturadas supone el 12% de la ingesta total de energía, cuatro puntos más de lo recomendado. Para alcanzar el 8% basta reducir la presencia de carne roja, limitar los derivados lácteos grasos como la mantequilla, elegir aceite de oliva y eliminar de la dieta la bollería industrial.

También ha quedado en evidencia que se excede en el consumo de colesterol. Si lo recomendado son menos de 300 miligramos al día, se superan con creces los 400. Con limitar el número de yemas de huevo a la semana, evitar las natas y los pasteles y dejar el embutido para ocasiones especiales, se podrían arañar esos 100 miligramos, que son muchos al final del año. No obstante, la ausencia de grasas trans de la dieta (bollería industrial, precocinados, entre otros) es obligatoria para la prevención y protección cardiovascular.

Por el contrario, la ingesta de hidratos de carbono representa el 42% de la energía total, más de 10 puntos menos que el 55% recomendado, y por dos puntos tampoco se alcanzan los 25 gramos al día de fibra. Es necesario aumentar el consumo de cereales y derivados (arroz, pasta, pan o cuscús) y, sin duda, si estos fueran integrales, se podrían corregir los dos coeficientes de manera simultánea. Los minerales y los micronutrientes están presentes en el porcentaje adecuado. Solo llama la atención la cantidad de vitamina D, que es muy baja, sobre todo en personas mayores. Si bien los suplementos no son necesarios, salvo si no es posible la exposición solar, su carencia puede contribuir al desarrollo de osteoporosis.

Alimentos y hábitos, también marcan el riesgo

Hay una querencia a optar por una dieta saludable, aunque el 12% de las personas que cambiaron sus hábitos alimentarios lo hicieron para adelgazar

Solo un pequeño porcentaje, más mujeres que hombres, alcanza la recomendación de ingerir cinco piezas de verduras o frutas al día, incluir en la dieta semanal legumbres y escoger lácteos antes que dulces. En definitiva, la conducta alimentaria debe reconducirse si se quiere alejar el riesgo de sufrir un problema cardiovascular.

Hay una querencia a optar por una dieta saludable. Sin embargo, el 12% que cambió sus hábitos alimentarios lo hizo para adelgazar, un propósito incompleto si solo se consigue perder peso y no se logran hábitos sanos. El principal que hay que desterrar es la práctica habitual, y reconocida, de comer y cenar delante de la televisión. El 66% de la población admite hacerlo, pese a ser una mala receta. Se come más y peor. Esto resta mérito a la ventajosa acción de comer en casa, la costumbre mayoritaria entre los españoles que, si bien comen fuera de vez en cuando, solo el 3% está obligado a hacerlo.

Exceso de peso, hipercolesterolemia y diabetes, tres factores derivados

De comer bien, de hacer ejercicio y de escoger los alimentos devienen los factores biológicos. El exceso de peso es un problema muy frecuente en España: el 62% de la población está por encima de su peso saludable y una de cada cuatro personas padece el síndrome metabólico. Además, un tercio de los adultos son hipertensos y solo el 20% de ellos controla su tensión arterial. Estos datos, añadidos a que uno de cada dos adultos en España registra índices de colesterol elevados, tienen un panorama nada alentador. Por último, la prevalencia de diabetes mellitus aumenta año tras año.

No solo la conciencia actual (el 80% de los enfermos sabe que sufre la dolencia), sino también los malos hábitos alimentarios, la falta de práctica de ejercicio físico y el tabaquismo favorecen que los factores de riesgo cardiosaludable se potencien y fortalezcan cada año más.

DESIGUALDADES SOCIOECONÓMICAS

Aunque sin profundizar en las conductas alimentarias, ENRICA destaca que en la población española persisten importantes desigualdades socioeconómicas que influyen en la salud cardiovascular. En algunos de los principales factores de riesgo destaca un gradiente educativo inverso. El porcentaje de hombres fumadores es más alto en quienes tienen estudios primarios y secundarios que en quienes han alcanzado estudios universitarios. Además, en las mujeres, la frecuencia de abandono del tabaco es menor en quienes tienen niveles educativos más bajos. También se detecta un aumento de la frecuencia de inactividad física, hipertensión arterial, obesidad general y abdominal, diabetes y síndrome metabólico al disminuir el nivel de estudios.

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