La previsión del tiempo como método de ahorro

Ante el deseo de realizar un viaje o cumplir con las tareas domésticas, conocer el pronóstico meteorológico con antelación puede contribuir al ahorro
Por Laura Caorsi 1 de noviembre de 2008
Img lluvia
Imagen: Craig Allen

De todas las noticias que ofrecen telediarios, periódicos o emisoras de radio, las previsiones meteorológicas encabezan el nivel de atención. El tiempo es, sin duda, el tema más popular y el que despierta mayor interés. A diferencia de otras informaciones, que captan a determinados sectores de la población y resultan indiferentes para el resto, el pronóstico del tiempo interesa a todo el mundo. No importa si es hombre o mujer, si tiene veinte años u ochenta, si le gusta el deporte, la política o la economía, o cuál es su profesión; los datos meteorológicos consiguen atraer a un público muy diverso y hasta son tema frecuente de conversación. ¿Por qué? La razón es bien simple: nadie es ajeno a los caprichos del clima y conocerlos de antemano ayuda a tomar decisiones. La información es útil y práctica.

Para planificar un viaje, por ejemplo. Ante un proyecto de vacaciones, no sólo hay que conjugar el presupuesto, los días libres y el gusto personal. El tiempo es un factor importante y, a veces, hasta decisivo. Pero ni siquiera hace falta llegar a tal extremo para encontrarle aplicación, porque el pronóstico meteorológico también incide en la vida cotidiana: desde la ropa que se llevará el día siguiente y los complementos, como el paraguas, hasta la decisión de posponer la colada, una salida al parque o revisar las cadenas del coche cuando hay aviso de nevadas. Ahora bien, ¿conocer la previsión del tiempo puede ayudar a ahorrar dinero? ¿En qué aspecto contribuyen las predicciones al bienestar del bolsillo? La verdad es que en muchos más de los que se cree, sobre todo si se tiene en cuenta que la prevención de riesgos y la posibilidad de no gastar en algo inútil son también buenos métodos de ahorro.

Hogar

  • Hacer una colada y que llueva es un gran contratiempo, ya que supone tener que volver a hacer esta tarea, perder tiempo y, cómo no, dinero. El consumo medio de una lavadora ronda los 100 litros de agua por uso y los 60 KWh de energía al mes; cifras que pueden aumentar o disminuir según la marca, el modelo, la duración del lavado y la temperatura elegida. Esto significa que, como promedio, cada colada cuesta unos cuatro euros, o incluso más, pues las tarifas de agua y luz varían en cada comunidad autónoma. Conocer la previsión del tiempo, en este caso tan simple, es de gran utilidad. Basta con saber que lloverá para posponer la tarea o, en su defecto, proteger la ropa al colgarla. Si ya se está secando fuera, también sirve para quitarla, pues es más fácil (y más barato) que termine de secarse dentro que tener que lavarla otra vez y utilizar la secadora o los radiadores para ello. De igual manera, si el pronóstico es bueno, se puede aprovechar para hacer más de una colada o lavar aquellas prendas de secado más difícil, utilizando el sol y el calor como fuente de energía natural.
  • La calefacción -sea eléctrica o de gas-, es otro de los grandes gastos del hogar. Es un hecho que los temporizadores contribuyen a reducir el consumo y, por tanto, a economizar entre un 15% y un 30% dependiendo del método. Ahora bien, el conocimiento preciso del pronóstico del tiempo aumentará su rendimiento. Si una persona sabe de antemano las temperaturas previstas o, incluso, si brillará sol, puede programar mejor los reguladores para que se adapten a estos fenómenos.
  • Lo mismo puede decirse para los equipos de aire acondicionado en verano. Muchas veces ocurre que el dueño de casa está fuera todo el día y, al volver, encuentra que su vivienda se parece más a un horno que a un hogar. La consecuencia inmediata suele ser el encendido de ventiladores o de climatizadores; algo que se podría evitar (o reducir), bajando las persianas de aquellas ventanas más castigadas por el sol o, si se sabe que habrá viento, dejando un par de cristales abiertos para que haya corriente de aire en la casa.

Prevención

  • Por seguridad, y también por ahorro, siempre es recomendable desconectar los electrodomésticos que no estén en uso, aunque a veces las personas lo olvidan o no lo hacen por simple pereza. Las tormentas eléctricas, en ese contexto, pueden resultar nefastas. Y caras. La previsión de este fenómeno meteorológico es vital para protegerse y para no lamentar pérdidas materiales importantes. La caída de un rayo puede estropear de manera irreversible los equipos electrónicos conectados -desde el televisor y el ordenador hasta los teléfonos inalámbricos y móviles que se dejan cargando- o, sin llegar a este límite, durante una tormenta eléctrica son frecuentes las oscilaciones de voltaje en la red, que afectan y dañan a los aparatos conectados. Ante tal pronóstico, quitar un enchufe de la toma de corriente puede suponer un ahorro de varios cientos de euros. Es verdad que no tiene por qué pasar nada, pero es preferible no tener que averiguarlo con una lista de compra imprevista.

    La prevención de los riesgos y la posibilidad de no gastar en algo inútil son también buenos métodos de ahorro

  • En cuanto a las precauciones, existen más medidas relacionadas con el pronóstico del tiempo que ayudan a prevenir incidencias caras. El granizo, por ejemplo, es un gran enemigo de los cristales, así como las fuertes lluvias y el viento lo son de los muebles de jardín, los toldos y las sombrillas.

Cualquiera de estos fenómenos puede causar auténticos daños al mobiliario exterior y a las ventanas. Conocerlos previamente contribuirá a tomar decisiones acertadas, pues bajar las persianas y recoger las cosas del jardín, la terraza o el balcón es infinitamente más simple y económico que reponer lo que se ha estropeado, llamar a un especialista o, peor aún, asumir la responsabilidad de un accidente ocasionado por la caída de una maceta, un trozo de cristal o cualquier objeto punzante.

Transporte

Desplazarse de un lado a otro, aunque sea a una distancia corta o a un destino cotidiano, supone tiempo y dinero. Muchas veces -sobre todo en otoño e invierno- las noticias muestran casos de atascos, accidentes o daños de vehículos provocados por el mal tiempo. La lluvia, la nieve, el hielo y el granizo son las principales causas naturales de siniestros en las carreteras y las calles españolas. Y, en este sentido, la previsión del tiempo ayuda a evitar muchos problemas. Quienes tienen la posibilidad de elegir un medio de transporte alternativo (como el metro o el autobús) para ir hasta el lugar que necesitan, pueden ahorrar tiempo, reducir la posibilidad de un accidente y, además, economizar en el consumo de combustible. No hay nada como un atasco en un día de frío intenso (o mucho calor), para que el gasto de gasolina en motor y climatizador se dispare. Tampoco hay nada peor que una tromba de agua -como las que azotaron recientemente el sur de la Península- para ver cómo el coche deja de funcionar y se estropea al quedar anegado en alguna zona baja.

Si no es posible prescindir del vehículo propio, conocer el estado del tiempo ayudará a paliar inconvenientes. Llevar cadenas para la nieve resuelve la seguridad y, también, la movilidad. Sin ellas, es más factible quedarse atascado en un puerto de montaña y asumir todos los gastos que puede conllevar la espera: desde mantener encendido el coche para no helarse, hasta contratar una grúa, tomar un café en alguna parte o pagar un hotel para pasar la noche.

Todo suma, incluso sin desplazarse, pues, ¿quién no ha visto alguna vez un coche dañado tras una tormenta de viento o la caída de granizo y lluvia? Si estos fenómenos se conocen antes de tiempo, seguro que incidirán en la elección del aparcamiento. Dejar el coche bajo los árboles cuando hay amenaza de vendaval es peligroso por la posible caída de ramas, estacionarlo a la intemperie cuando se prevé una granizada es igual de pernicioso y dejarlo en el garaje de casa -si éste se inunda con las fuertes lluvias- puede ocasionar una fea y costosa sorpresa.

Viajes y excursiones

El clima puede alegrar o estropear un viaje o una excursión. Y también puede elevar sus costes si no se conoce de antemano. Al igual que sucede cuando se compra un producto, la adquisición de un paquete vacacional o la inversión que conlleva un viaje será un desperdicio de dinero si no se obtiene el resultado esperado. Para decirlo de un modo más simple: si uno compra un detergente y descubre que no es efectivo, no sólo habrá tirado la inversión a la basura, tendrá que volver a gastar. Del mismo modo, si uno paga por un viaje o una excursión y luego resulta que no puede hacer las actividades previstas, el gasto será en balde.

Ante los viajes internacionales, sobre todo, la previsión del tiempo es crucial. Así como es preferible evitar zonas del Caribe en épocas de huracanes, o el sur de Asia en periodos de monzones, también es importante conocer el pronóstico del tiempo para otros destinos; ya sea para evitar riesgos innecesarios como para que no aparezcan desembolsos imprevistos. En el abanico de opciones hay prácticamente de todo. Lo menos grave sería, por ejemplo, ir a esquiar y encontrar que no hay nieve; o ir a la costa y que la lluvia intimide al bañista. En cualquiera de ambos casos, se podría intentar disfrutar del viaje de otra manera.

No estar atentos al pronóstico del tiempo al viajar puede hacer gastar un dinero que se podría haber invertido en cosas más útiles

Pero, ¿qué pasa si el destino es una ciudad y resulta que hace más frío del previsto, que llueve torrencialmente o que sobreviene una ola de calor? Seguro que, en estos casos, hasta el más optimista se quedará consternado, y eso como poco. Quizá un ejemplo concreto pueda ser útil para visualizarlo mejor. Viaje a Londres, tres días, dos personas, salida desde Madrid. El mejor precio es 450 euros, incluyendo vuelo y hotel. Este coste -barato o caro en función de la situación económica de cada uno- implica pensárselo bien porque no es poco dinero. Si el viajero no sabe que el clima le impedirá andar por la calle, recorrer la ciudad y disfrutar realmente del paseo, tendrá la amarga sensación de haber gastado una buena suma en atrincherarse en un hotel y conocer los interiores de un aeropuerto. 450 euros desperdiciados, que bien podrían haberse ahorrado o invertido en algo mejor por el simple hecho de estar atentos al pronóstico del tiempo.

Incluso si esto da igual y se decide salir a la calle de todas formas, puede que el viajero descubra que no ha llevado suficiente ropa de abrigo o que en su maleta no ha puesto las prendas adecuadas. Desde comprar un paraguas si llueve o adquirir una chaqueta y calzado para la nieve, hasta conseguir como sea un vestido fresco, un pantalón corto y unas sandalias si hace mucho calor, la compra «urgente» en un sitio turístico es el equivalente comercial de una tormenta. Esto sin contar que, al regresar a casa, el turista tendrá prendas por duplicado y habrá gastado un buen dinero en ellas; dinero que podría conservar o haber invertido en cosas más útiles.

¿TAN FIABLES SON LAS PREDICCIONES?

Al margen de las estaciones del año, en las que uno puede prever de manera genérica si predominará el calor sobre el frío o el sol sobre la lluvia, el nivel de precisión disminuye conforme aumentan los días de antelación. Es decir, es más certera la información climatológica sobre mañana que la que se puede brindar acerca de la semana siguiente. Así lo explica Margarita Martín, miembro de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) y directora de la delegación del País Vasco. Si la intención es contar con un pronóstico detallado que incluya las temperaturas según el momento del día, las horas de luz y los fenómenos meteorológicos (como lluvia, granizo o nieve), los datos serán fiables para un lapso de 48 horas. A partir del segundo día, y hasta el cuarto, sólo se pueden indicar las temperaturas máximas y mínimas, aunque todavía es posible garantizar la presencia (o ausencia) de los fenómenos meteorológicos. Después del cuarto día, y hasta el séptimo, la previsión más fiable incluirá una estimación de la temperatura media diaria y la eliminación de un fenómeno extremo, aunque, como indica la experta, los detalles se pierden y la información es más dudosa.

48 horas, cuatro días, una semana. Estos son los márgenes que hay que tener en cuenta para una óptima planificación, sin olvidar, por supuesto, la incidencia del factor geográfico. Cuanto más se ciñan los datos a una localidad concreta, más exacta será la previsión; sobre todo en un país como España, que es extenso, variado y cuenta con un abanico orográfico importante.

Sigue a Consumer en Instagram, X, Threads, Facebook, Linkedin o Youtube