El cultivo de tabaco provoca la tala de 200.000 hectáreas de bosques y selva al año en países en desarrollo

La industria tabaquera produce además grandes cantidades de residuos industriales y químicos
Por EROSKI Consumer 8 de junio de 2004

Como todos los años, el Día Mundial sin Tabaco, celebrado la semana pasada, se centró en las consecuencias que su consumo tiene para la salud. Los componentes médicos, de salud pública y del consumidor centran las políticas de control del tabaco. Sin embargo, hay otro aspecto que no se tiene demasiado en cuenta: las consecuencias ambientales del mismo, en particular, el impacto que su secado tiene en los bosques de los países en vías de desarrollo, donde las grandes tabaqueras han trasladado la mayor parte de su producción, contribuyendo así a la crisis medioambiental de algunas regiones del planeta.

En muchos de esos países se quema leña para secar las hojas de tabaco y se talan árboles para construir graneros de secado. Las organizaciones ecologistas calculan que, a causa del cultivo de tabaco, se talan cada año unas 200.000 hectáreas de bosques y selva en países en desarrollo. En el sur de África en su conjunto desaparecen anualmente más de 1.400 kilómetros cuadrados de bosque autóctono para proporcionar combustible para el secado del tabaco, lo que representa el 12% de la deforestación anual de la región.

Consciente de lo insostenible de estas prácticas, la industria tabaquera intenta promover y patrocinar programas de reforestación. Sin embargo, además de que el ritmo de tala es demasiado rápido para que lo iguale el de reforestación, las plantaciones suelen consistir en especies de crecimiento rápido, como el eucalipto y el ciprés, haciendo un flaco favor al entorno, no sólo porque se pasa a monocultivos de especies introducidas, perdiéndose la biodiversidad de los bosques ancestrales, sino también porque estas especies afectan al nivel de los acuíferos subterráneos, según los ecologistas.

El problema de las colillas

Además, la industria del tabaco produce grandes cantidades de residuos industriales y químicos. En 1995 fueron 2.300 millones de kilos de los primeros y 209 millones de los segundos. No en vano, el tabaco es una planta muy sensible propensa a muchas enfermedades, por lo que en su cultivo se utilizan grandes cantidades de fertilizantes, herbicidas y pesticidas. Y estas cifras no incluyen la enorme cantidad de basura que representan las colillas, la mayoría de las cuales, pese a lo que se suele creer, no son biodegradables.

Según un estudio, en 1998 se produjeron 954 millones de kilos de filtros y la mayor parte de ellos termina ensuciando las calles, vías fluviales y zonas verdes. Además, esta cifra no incluye los envoltorios, mecheros, cerillas y otros subproductos relacionados con el consumo de tabaco. Volviendo a los filtros, el 95% de ellos están hechos de acetato de celulosa -un plástico que se descompone muy lentamente- y están específicamente diseñados para acumular algunos de los componentes del tabaco, incluidos los químicos tóxicos. Por tanto, cuando las colillas llegan a los cursos de agua e incluso al mar liberan todas estas sustancias.

Un experimento realizado por la Universidad de Longwood (EE.UU.), con el objetivo de ver el efecto de las sustancias que liberan las colillas sobre la pulga de agua -un crustáceo frecuentemente usado para estimar la toxicidad de los químicos en invertebrados acuáticos-, reveló que, a pesar de que las colillas no tienen ningún efecto significativo en el Ph del agua, si la concentración de las sustancias que contienen es alta, la pulga de agua muere en menos de 48 horas. Aunque los autores reconocen que puede haber distorsiones por el alto tiempo de exposición al que sometieron a este crustáceo, los resultados no dejan de ser muy relevantes.

Lo cierto es que las colillas son el tipo de basura más común a lo largo y ancho del planeta. Por ejemplo, en el Reino Unido suman el 40% de los residuos que se encuentran en las calles.

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