La responsabilidad humana en inundaciones y sequías centra el Día Internacional para la Prevención de Desastres Naturales

Unas 70.000 personas mueren cada año en el mundo por estos fenómenos
Por EROSKI Consumer 13 de octubre de 2004

La Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres (EIRD), que depende de Naciones Unidas (ONU), celebra hoy el Día Internacional para la Prevención de Desastres Naturales poniendo el acento en la cadena de responsabilidades humanas que agudizan cada año los ya de por sí devastadores efectos de terremotos, inundaciones o sequías. Unas 70.000 personas mueren cada año en el mundo por estos fenómenos. Otros 250 millones sufren sus efectos en su estado de salud o sus bienes. A ello se suman los más de 600.000 millones de euros que se pierden en destrozos, una cifra que multiplica por diez las evaluaciones de hace 30 años.

«Convivimos con los riesgos acumulados por las opciones de desarrollo elegidas en el pasado», dice el informe «Reducción de riesgos de desastre: un desafío para el desarrollo» del EIRD. Esta es una forma sutil de decir que «lo que realmente mata es la pobreza, no las fuerzas de la naturaleza».

Más fondos

En este sentido, Cruz Roja señala que «podrían salvarse todos los años miles de vidas sólo con que una pequeña parte de los fondos que se asignan a los grandes desastres que ocupan los titulares de los periódicos se invirtiera en minimizar los efectos de los peligros naturales», tales como corrimientos de tierras, terremotos y huracanes, entre las personas vulnerables.

Sólo el 11% de los habitantes del planeta más expuestos a amenazas naturales viven en países de bajo nivel de desarrollo, pero concentran más del 53% de las muertes registradas. Todo el mundo se ha preguntado más de una vez por qué un terremoto de nivel 5 o 6 en la escala de Richter no mata a una sola persona en Japón pero sí produce 600 muertos en Alhucemas (Marruecos, febrero de 2004) o más de 30.000 en Bam (Irán, enero de 2004). «Los procesos de desarrollo son responsables de que la exposición física se traduzca en desastres naturales», concluyen los trabajo de la Estrategia Internacional.

El mismo organismo advierte de que «si se desea avanzar en la reducción de riesgos de desastre, será preciso un cambio en las políticas y en la planificación del desarrollo». Un ejemplo lo sitúa en el reparto de la población mundial. En 2007, más de la mitad de los habitantes del planeta vivirán en ciudades. Es fácilmente predecible que los desastres que sufran las urbes de Asia, África o América «se cebarán en sus periferias urbanas, descontroladas y carentes de medios».

IRD

Los técnicos del EIRD llevan tantos años analizando tragedias que han creado una fórmula matemática para medirlas: el Índice de Riesgo de Desastre (IRD), que reclama la inclusión de nuevas variables, en especial el cambio climático. «La concentración urbana, los efectos del cambio climático y la degradación ambiental aumentan las fuerzas de las catástrofes y la falta de defensa de las víctimas», dice esta división de la ONU con sede en Ginebra. Para avanzar por este camino, ha convocado para enero del próximo año la Conferencia Mundial sobre la Reducción de los Desastres, en Kobe (Japón).

Otros países que normalmente ven las catástrofes por televisión o con escasos efectos tienen motivos para ser más precavidos. El Programa Prudence (Prudencia) de la Unión Europea (UE) investiga los efectos del cambio de clima y trata de prevenirlos. Sus análisis desde 1990 revelan que las olas de calor como la del año pasado (20.000 muertos) «solo deberían producirse cada 46.000 años». «Cada dos años serán igual de extremas, sino más», predice el Instituto Federal de Tecnología de Zurich.

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