Fallo de medro, ¿mi bebé crece menos de lo que debería?

Cuando el menor de tres años crece a un ritmo por debajo del normal para su edad, se determina que tiene un problema de fallo de medro que puede deberse a diversas causas
Por Cristian Vázquez 18 de enero de 2016
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Imagen: Stan_pit

Existen algunos parámetros de velocidad de crecimiento normal entre los bebés, según el sexo y la etapa del desarrollo en la que se encuentren. Cuando el ritmo es demasiado bajo, se determina que hay fallo de medro o crecimiento insuficiente, un problema entre cuyas causas no solo se cuenta una insuficiente ingesta de alimentos, sino también enfermedades que ocasionan mala absorción de los nutrientes o necesidades energéticas por encima de lo normal. Este artículo aporta detalles acerca del fallo de medro: qué es, cuándo se diagnostica, cuáles son sus causas y en qué consiste su tratamiento.

Fallo de medro, un ritmo de crecimiento por debajo de lo normal

No parece arriesgado afirmar que el mayor deseo de todos los padres y de todas las madres es que sus hijos crezcan sanos y fuertes. Pero ¿a qué ritmo? ¿Cómo saber si está creciendo todo lo que debería? Y si crece menos que los demás, ¿es un problema? ¿Hay que preocuparse?

Pues sí. Si la velocidad de crecimiento, tanto en peso como en talla, está muy debajo de lo normal para su sexo y su edad, es un problema. En bebés y niños de hasta tres años de edad, se conoce como fallo de medro, y también con otros nombres como desmedro, retardo de crecimiento o crecimiento insuficiente. Si bien no hay una definición unánime del problema, los especialistas cuentan con algunas precisiones para poder determinarlo.

¿Cómo se establece que existe fallo de medro?

En general, como explican los expertos Alfonso Barrio Merino y Carmen Calvo Romero en un documento de la Asociación Española de Pediatría (AEP), se aceptan tres posibles mediciones para determinar que un pequeño padece fallo de medro.

La primera se da cuando un niño tiene un peso por debajo de los percentiles 3 o 5 para su edad en más de una ocasión. En estadística, los percentiles son valores que permiten entender, en porcentajes, el contenido de un determinado grupo. En este caso, el hecho de que un pequeño tenga un peso por debajo del percentil 3 quiere decir que, de cada cien bebés, solo tres pesan menos que él.

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Imagen: eeskaatt

Otra definición de fallo de medro dice que un niño lo tiene cuando posee un peso inferior al 80% del considerado normal para su edad.

Y una tercera forma de determinarlo es que el peso de un bebé sufra la caída de dos percentiles, a lo largo del tiempo, en las gráficas de crecimiento estandarizadas.

Hay un cuarto caso, mencionado en los protocolos de la AEP: también habría fallo de medro cuando la ganancia de peso es inferior a la esperada para su edad. ¿Y cuál es esta ganancia? Entre 26 y 31 gramos diarios durante el primer trimestre de vida; 17 o 18 para el segundo; 12 o 13 en el tercero; entre 9 y 13 durante el cuarto; y entre 7 y 9 gramos diarios desde los doce meses hasta que cumple tres años.

De todas maneras, los expertos aclaran que el crecimiento de los menores es continuo y escalonado. En consecuencia, «un único registro de peso y talla es insuficiente para poder catalogar a un niño», a la vez que «más del 20% de los niños sanos pueden presentar periodos de falta de crecimiento de hasta tres meses de duración». Estos dos elementos hacen más difícil el diagnóstico del fallo de medro.

¿A qué se debe el fallo de medro?

Las causas del fallo de medro -que además de en el peso y la talla general del pequeño, se evidencia en la medida del perímetro craneal- pueden ser varias. Según un artículo de Sara Bueno Pardo, pediatra del Hospital de Cabueñes (Gijón), «prácticamente todas las enfermedades pediátricas con repercusión en el estado general del niño pueden ser causa de fallo de medro». Pero, sobre todo, los factores que lo ocasionan son tres:

  • Ingesta insuficiente de alimentos. Según Bueno Pardo, este motivo representa hasta el 80% del total de los casos. En relación con ello, la AEP aclara que no se debe pensar solo en situaciones de pobreza, sino también en «diferentes creencias culturales y religiosas, técnicas de alimentación erróneas y otras que deben ser reconocidas y reconducidas para evitar la perpetuación de la malnutrición». También puede deberse a problemas como alteraciones en la deglución, esofagitis por reflujo y enfermedades del sistema nervioso central.
  • Mala digestión o absorción de los nutrientes. El origen de estos casos puede estar en diversos trastornos, desde la enfermedad celíaca hasta la fibrosis quística, alergias alimentarias, enfermedad inflamatoria intestinal, metabolopatías, etc.
  • Necesidades energéticas aumentadas. En este caso, la alimentación es insuficiente, no porque se den al niño menos alimentos que a otros, sino porque sus requerimientos son mayores (y no se cumplen). Esto puede suceder en casos de cardiopatías congénitas, enfermedades pulmonares crónicas, hipertiroidismo, trastornos metabólicos o enfermedades oncológicas.

Un cuarto factor, mencionado por la AEP, es el síndrome de privación materna, que genera una inhibición en la hormona del crecimiento. Este síndrome se produce en muy variadas situaciones, como la de padres muy jóvenes o inmanuros a nivel emocional, depresión, alcoholismo o drogadicción, enfermedades mentales, estrés familiar, etc.

El tratamiento del fallo de medro

Cuando el fallo de medro lo ocasiona una enfermedad, los expertos determinan que es de origen orgánico. En estos casos, el tratamiento se dirige a la enfermedad que lo ha causado, con el objetivo de neutralizar este efecto.

Cuando el origen no es orgánico, la AEP señala que “el tratamiento es más difícil y a veces requiere de la intervención de un equipo multidisciplinario con especialistas en nutrición, psicólogos y gastroenterólogos pediátricos“. La tarea de este conjunto de profesionales abarca varios frentes: desde la administración de una cantidad apropiada de calorías y nutrientes y la monitorización del crecimiento del niño, antes y después de iniciado el tratamiento, hasta el trabajo específico sobre las diversas deficiencias y posibles complicaciones, además de dar al menor y su familia apoyo psicológico (y, si es necesario y está dentro de las posibilidades, también económico).

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