Los españoles siguen a la cola de Europa en lo que a uso de otras lenguas se refiere. Según datos del Ministerio de Educación, durante este curso académico, casi siete millones de alumnos de colegios, institutos y universidades estudian inglés, esa lengua en la que ya se entiende un tercio de la población mundial. Un paso más allá se encuentran las más de 200.000 personas que prefieren reforzar su conocimiento de la lengua inglesa a través de las escuelas oficiales de idiomas.
La Confederación Española de Centros de Formación y Academias Privadas (CECAP) cifra en otro millón los ciudadanos que prefieren acudir a este tipo de centros para aprender un segundo idioma; nada menos que 750.000 de estas personas se decantan por el inglés. Entre ellas hay muchas que viajan a otros países para perfeccionar este idioma. La Asociación de Promotores de Cursos en el Extranjero (Aseproce) calcula que del orden de 130.000 alumnos viajan cada año a países de habla inglesa.
Pese a estas cifras, el último Eurobarómetro sobre europeos y lenguas, realizado con motivo del Año Europeo de las Lenguas, en 2001, señala que el 72% de los españoles no es capaz de expresarse en otro idioma que no sea el materno, frente al 56% del resto de habitantes de la Unión Europea (UE).
Tan sólo uno de cada cinco nacionales dice hablar otra lengua -mayoritariamente, el inglés-, mientras que la media de la comunidad europea se sitúa casi en uno de cada dos. Es una gran diferencia, que se acentúa al comparar España con casos muy concretos, como el de Luxemburgo, donde el 95% de la población se comunica a la perfección en, al menos, una lengua distinta a la suya.
Una cuestión de retraso
¿Por qué este nivel tan bajo en España? Ginés Méndez, director gerente de la Academia Berlitz en España, no cree que se trate de falta de ganas, ni de una mala gestión educativa. «Se está avanzando mucho en ese sentido. Si hace años era frecuente que en las academias se matricularan alumnos que no tenían ninguna noción de inglés, o sea, principiantes completos, hoy en día eso no es habitual», señala.
Con motivo de su 125 aniversario, la academia realizó una encuesta en España para mostrar el estado de la enseñanza de idiomas. Para Méndez, el problema es el ya conocido retraso con respecto al resto de Europa. «Mientras que en el centro y el norte se empezó a trabajar en este sentido en la década de los 70, aquí todavía existía una política muy localista, muy cerrada, y no se le daba importancia», explica. «No fue hasta finales de los 80 cuando se empezó a cuidar este tema, y por eso vamos a la zaga», dice con optimismo. Al menos, reconoce, los españoles son conscientes de la importancia de aprender otro idioma: uno de cada cinco está estudiando para ello.
Películas sin doblar
La gestión cultural también tiene algo de responsabilidad en el asunto. «Seguir doblando prácticamente todas las películas y las series hace un flaco favor al aprendizaje del idioma», asegura. No basta con aprender a leer en inglés -algo en lo que los españoles sí se sienten confiados-, sino que hablarlo y escucharlo es fundamental. «Sólo con que cambiara la política de doblaje, se daría un gran paso», opina el director general de Berlitz en España.
Con este panorama, no es extraño que cada año 130.000 personas de este país se decidan a viajar al extranjero para vivir en otro idioma y el 90% de ellas elija destinos de habla inglesa. «Es fundamental para consolidar y perfeccionar el conocimiento del segundo idioma», sostiene el presidente de Aseproce, Juan Manuel Elizalde.
Lo más habitual es que los padres manden a sus hijos a estudiar fuera durante los meses de verano. Otro síntoma de que, «aunque entienden que es una parte muy importante de su formación, todavía estamos a una distancia considerable de los países europeos más desarrollados, donde el perfeccionamiento más habitual consiste en cursos enteros en el extranjero», explica Elizalde.
La tercera vía, es decir, el aprendizaje de idiomas a través de las nuevas tecnologías, está actualmente de capa caída, asegura Méndez, que recuerda la desaparición de las academias Opening en agosto de 2002 y la desconfianza que aquella quiebra, que desembocó en una cascada de procesos judiciales, suscitó sobre esta fórmula. Este tipo de cursos ofrecen mayor independencia, ya que el alumno puede elegir los horarios en función de sus necesidades en cada momento. Sin embargo, para el gerente de Berlitz su eficacia es limitada. «Yo creo que formó parte de la burbuja tecnológica: durante un tiempo pareció que todo era posible con el ordenador, y se ha demostrado que no», opina.