El programa ESTALMAT, que ha permitido que doscientos niños de entre 12 y 13 años descubran su capacidad matemática, cumple ocho años

La filosofía de esta iniciativa es enseñar a los niños a disfrutar con esta disciplina
Por EROSKI Consumer 2 de mayo de 2006

Doscientos niños de entre 12 y 13 años han podido descubrir su capacidad de «pensar» matemáticamente gracias al Programa de Estímulo del Talento Matemático (ESTALMAT) de la Universidad Complutense, que cumple ahora ocho años de existencia. Para celebrarlo, el próximo 27 de mayo los alumnos de la última promoción del programa se licencian en el aula Miguel de Guzmán de la Facultad de Matemáticas.

Un matemático como John Carl Friedrich Gauss, que con apenas diez años logró sumar en unos segundos los cien primeros números naturales, «no aparece en todas las generaciones, pero lo que se pretende es que si hay uno, no pase desapercibido», aseguró María Gaspar, una de las profesoras del programa. Gaspar subrayó que ESTALMAT pretende desarrollar la capacidad de aquellos alumnos que tengan «algo especial» para las matemáticas.

Si bien el pensamiento matemático empieza a desarrollarse a partir de los 12 años, no se manifiesta de una manera tan evidente como ocurre con otros dones innatos como la música o el deporte. Para sacar a la luz todo este talento, el profesor Miguel de Guzmán puso en marcha este programa junto con otros docentes de la Facultad de Matemáticas gracias a la financiación de la Real Academia de Ciencias. La filosofía del programa no es la de crear pequeños «genios» que puedan tener conocimientos universitarios con apenas 13 años, tal y como ocurre con otras iniciativas similares como la que realiza la universidad norteamericana John Hopkins, sino «enseñar a los niños a disfrutar con las matemáticas».

La localización de estos niños para participar en ESTALMAT da comienzo con el envío de cartas a todos los centros escolares de la Comunidad de Madrid para que los alumnos interesados se inscriban. Posteriormente, se les hace una prueba de selección en la que se les plantean problemas abiertos, donde «no importa tanto que los resuelvan bien como la forma en que han llegado a la solución», explicó Gaspar. De los 300 alumnos que se suelen presentar al examen, resultan seleccionados 25, que tendrán que acudir durante dos años a clases de tres horas los sábados por la mañana, en las que resuelven problemas matemáticos «de una manera lúdica».

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