Especies típicas de la Península Ibérica como el lince, el águila real, la manzanilla real o la estrella de las nieves se encuentran al borde de la extinción. El motivo, según los expertos, es la acción del hombre, por la urbanización, la contaminación, así como por la ganadería y la agricultura. Sin embargo, un factor de destrucción en alza es el tráfico ilegal de especies exóticas o la introducción de ejemplares alóctonos para fines comerciales, que están arrinconando a sus familiares españoles e incluso eliminan plantas y animales que conviven alrededor.
Para conocer todos estos aspectos que amenazan la flora y la fauna autóctona de la Península, hoy se inaugura en el Parque de las Ciencias de Granada la exposición «Biodiversidad amenazada». Esta muestra temporal pretende concienciar al público de la trascendencia de actuaciones tan cotidianas como comprar una mascota exótica y luego desprenderse de ella sin preocupación, lo que genera problemas para la conservación de los seres vivos originarios del lugar.
Especies indefensas
La extinción de cuatro de cada diez especies desde el siglo XVII se debe a ejemplares invasores. Actualmente se han identificado en España 47 vertebrados invasores, mientras que el número de flora y de invertebrados se multiplica por cinco. El motivo por el que nuestros seres originarios sucumben a los extranjeros no tiene que ver con que sean más débiles por naturaleza, sino que anteriormente no habían evolucionado con otros sujetos diferentes, con lo que se encuentran indefensos biológicamente.
El ejemplo más llamativo en esta clasificación de exterminadores es el cangrejo rojo americano, que comenzó su andadura por los ríos del país hacia 1930. Su voracidad amenaza la existencia del cangrejo autóctono, que, aunque posee un menor tamaño, constituye la piedra angular de una tradición gastronómica muy arraigada en muchas zonas de España. Asimismo, la flora que habita en los cauces fluviales se está viendo afectada por este invasor. Su propagación, al igual que la del llamado cangrejo señal, se frena a partir de 1.200 metros de altitud, donde no puede vivir debido al frío. Sin embargo, el cambio climático puede rebajar ese listón.
El lucio es otro gran depredador que ha colonizado los ríos peninsulares. Proveniente de Europa central, su periplo comenzó en el Tajo en 1949. Devora casi todo lo que encuentra a su paso, desde animales fluviales hasta aves. El medio acuático está tan afectado que uno de cada cuatro peces no es autóctono.
Polizones indeseables
Junto a la introducción consciente de fauna y flora foráneas, en ocasiones especies de otras zonas viajan como polizones en medios de transporte como los barcos que, para estabilizarse, recogen gran cantidad de agua de mar en el punto de origen y la sueltan en los puertos de destino.
Manuel Chirosa, doctor en Biología y jefe del servicio de Gestión del Medio Natural de la Delegación de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, señala que los propios animales domésticos, como los perros y los gatos, son grandes depredadores de la fauna silvestre autóctona.
En cuanto al tráfico ilegal de especies exóticas, sus beneficios económicos sólo los supera la venta fraudulenta de drogas y armas. En este ránking negativo sobresalen las tortugas de Florida, la cotorra argentina y periquitos procedentes de zonas tropicales.