La Sociedad Española de Medicina Estética se congratula de la autorización del «botox» en tratamientos faciales

Reclama a las autoridades sanitarias que estén pendientes para evitar que se utilice este producto fuera de las consultas médicas
Por EROSKI Consumer 17 de febrero de 2004

La Sociedad Española de Medicina Estética (SEME) ha celebrado la aprobación por parte de la Agencia Española del Medicamento (AEM) del uso de la toxina botulínica, comúnmente conocida como «botox», para el tratamiento de arrugas faciales. Hasta ahora, esta sustancia se empleaba en tratamientos de belleza de forma clandestina en España al estar prohibido su uso.

La autorización era muy esperada y reclamada por los especialistas en medicina estética, así como por los pacientes, ya que esta toxina permite tratar las arrugas faciales sin intervención quirúrgica. El tratamiento consiste en la inyección de esta sustancia en las arrugas profundas de la cara.

La toxina paraliza los músculos faciales al expulsar toda la aceticolina, el neurotransmisor que obedece a los impulsos transmitidos por los nervios periféricos. El «botox» inhibe la acción de la aceticolina, por lo que las órdenes que envía al cerebro para que se contraigan repetidamente los músculos dejan de recibirse. No obstante, su duración es temporal, unos seis meses, y deben efectuarse reinfiltraciones.

Esta técnica, «minimamente invasiva», se emplea con éxito en Europa y Estados Unidos desde hace años, pero hasta ahora no estaba permitido su uso en España. Por ello, la SEME califica la noticia de «fantástica» y agradece el «gesto de la Agencia del Medicamento».

Además, celebra que Sanidad haya restringido su empleo a hospitales y clínicas y a profesionales titulados, para evitar que se aplique este producto «en cualquier sitio, de forma clandestina y por parte de personal que carece de la titulación necesaria». En esta línea, reclama a las autoridades sanitarias que estén pendientes para evitar que se utilice este producto fuera de las consultas médicas.

Efectos secundarios

En cuanto a los efectos secundarios de esta técnica, la SEME explica que una infiltración mal efectuada puede provocar la parálisis temporal de algunos músculos faciales o la caída del párpado. Por ello, el empleo de la toxina botulínica queda restringido «a la zona frontal, el entrecejo, patas de gallo, es decir de la nariz hacia arriba» y no debe aplicarse en el labio o alrededor de la boca.

La aplicación de la toxina consiste en «un juego coordinado de movimientos musculares de los músculos agonistas y antagonistas». El riesgo está en que se pueden «relajar unos músculos y contracturar otros» si no se aplica correctamente, pudiendo producirse «expresiones incómodas en el paciente».

Hasta ahora, el «botox» se empleaba únicamente en hospitales públicos y sólo en tratamientos oftalmológicos (estrabismo), para atajar la sudoración excesiva o para tratamientos neurológicos.

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