El turismo responsable, las brigadas solidarias, el voluntariado y los campos de trabajo son las cuatro formas en las que se presentan los viajes solidarios. ¿En qué se diferencian? ¿Qué ofrece cada uno? Estas experiencias suelen tener lugar durante los meses de verano y constituyen una alternativa al turismo tradicional. Sin embargo, la principal característica que comparten los viajes solidarios es que todos ellos fueron creados para compartir y ejercer la solidaridad entre las personas que se desplazan y quienes les reciben en el lugar de destino.
Turismo responsable
Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), para que el turismo sea responsable o “sostenible” debe cumplir unos principios ambientales, económicos y socioculturales que pueden ser aplicados a todas las formas de turismo en todos los tipos de destino, incluido el de masas.
Los principios ambientales ayudan a conservar los recursos naturales y la diversidad biológica, mientras que los económicos contribuyen a reducir la pobreza del lugar que se visita, pues tienen en cuenta que las actividades turísticas sirvan para crear puestos de trabajo estable y para obtener servicios sociales para las comunidades anfitrionas.
Por su parte, las normas socioculturales que la OMT impone a toda práctica de turismo responsable buscan “respetar la autenticidad sociocultural de las comunidades anfitrionas”, conservar su patrimonio arquitectónico y sus valores tradicionales y “contribuir al entendimiento y a la tolerancia interculturales”.
Conciencia y ocio
Diversas organizaciones en España preparan viajes de turismo responsable, como es el caso de la Asociación para el Fomento de la Intercultura de los Pueblos (AFIP), que propone varios recorridos por Marruecos gracias a los cuales los turistas pueden acercarse a la cultura tradicional autóctona e incluso convivir con familias indígenas. El objetivo de estas rutas es “sensibilizar al viajero con la problemática sociocultural de las comunidades locales y descubrir los auténticos valores de una cultura en lucha por una evolución desde su propia identidad”, explica Manuel Galán, Presidente de la Asociación.
“En su viaje por África el viajero va percibiendo día tras día nuevos valores en desuso en nuestra sociedad como son la hospitalidad, la solidaridad y el respeto a la palabra. Descubrir la felicidad sencilla de la gente humilde de las montañas, del desierto o de la selva te hace cuestionar muchas cosas”, revela Galán. Por su parte, las rutas solidarias que propone la Organización No Gubernamental Setem discurren por países tan dispares como India, Brasil, México, Ecuador, Marruecos y Senegal. Además de las visitas turísticas, a veces alejadas de los circuitos más conocidos, los recorridos se detienen a observar la realidad social que vive la población.
Una propuesta novedosa es la que lleva a cabo la Asamblea de Cooperación por la Paz (ACPP), que utiliza los viajes solidarios para impartir cursos de cooperación en Palestina, Senegal, Marruecos, Túnez, República Dominicana y Honduras. María López, coordinadora de ACPP, explica que el objetivo que persigue esta iniciativa es que los visitantes comprueben in situ el impacto de los proyectos que la Asamblea lleva a cabo en esos países. “Queremos que los participantes lleguen a tener una comprensión tan completa como sea posible de qué es un proyecto de Cooperación para el Desarrollo, de su proceso de identificación y formulación, de los mecanismos de seguimiento y evaluación, y también de sus dificultades”, prosigue López.
En ocasiones, son las mismas comunidades del país de acogida las que proponen las alternativas turísticas por los lugares en los que habitan. Movimientos de base del Valle de Manduriacos, en Ecuador, han puesto en marcha una agencia de viajes local con la intención de “contribuir al desarrollo rural y diversificar las fuentes de ingresos” de la población de esa zona, cuenta Silvia Fernández, Presidenta de Proyecto Ecuador. De esta forma, gracias al turismo responsable, ambas partes se benefician. Por un lado, los turistas disfrutan de su tiempo vacacional mientras adquieren una conciencia solidaria respecto al entorno natural y a la situación económica y social de los pueblos que visitan. Por otra, las comunidades de acogida, además de mejorar su infraestructura y de crear puestos de trabajo, pueden seguir manteniendo su cultura y tradiciones y gestionar sus propios recursos naturales.
Las brigadas solidarias
Otra forma de acercarse a los pueblos y de conocer desde dentro la realidad económica social, política y cultural que viven es hacerlo a través de las llamadas brigadas solidarias. En sus viajes, los brigadistas comparten los esfuerzos de estas personas y obtienen así las experiencias necesarias para entender cómo se trabaja de forma solidaria con cada comunidad o cada país en cuestión. Por eso, Encarna Gutiérrez, responsable de las brigadas de la Asociación Euskadi-Cuba, recuerda que estas iniciativas “no son una manera más de hacer turismo, sino una forma efectiva de ejercer la solidaridad”.
En este punto hace hincapié Walter Wendelin, Coordinador Nacional de la Asociación Askapena, que además matiza que estos viajes no se denominan solidarios porque las personas que se desplazan “ofrecen solidaridad a las comunidades que visitan”. “La gente que nos recibe también nos brinda solidaridad y gracias a ella nosotros podemos vivir las experiencias reales que necesitamos para saber lo que pasa en el mundo”, puntualiza Wendelin.
Además del conocimiento de nuevas realidades, Belisa Gadea, responsable del Área de Acción Social de Minka expone otros motivos que impulsan la organización de brigadas solidarias: “El crecimiento personal hacia visiones más globales, vivir la interculturalidad y generar lazos afectivos que promueven actitudes solidarias tanto aquí como en los países con los que se colabora”.
El tipo de actividades encomendadas a los brigadistas depende del área geográfica a la que se desplacen los visitantes, que está determinada a su vez por la asociación responsable de los preparativos. Aunque el desplazamiento más común entre las brigadas suele darse de países ricos a países en vías de desarrollo, también existen grupos de brigadistas que se desplazan de una región a otra dentro del mismo país. La duración de este tipo de viajes solidarios suele oscilar entre tres y cuatro semanas y tanto los gastos de desplazamiento como los de manutención corren a cargo del brigadista.
Formación
Antes de partir, los brigadistas reciben cursos y talleres formativos con el fin de adquirir el conocimiento teórico que les permita sacar más partido a la experiencia práctica que vivirán en el terreno.
Aparte de apuntes económicos, sociales y políticos referentes al país y a la región de destino, normalmente estos cursos incluyen formación sobre Cooperación Internacional para el Desarrollo, Ayuda Humanitaria o sobre temas cruciales a la hora de entender las relaciones entre los países pertenecientes al hemisferio norte y los pertenecientes al hemisferio sur, como son el Neoliberalismo y la Globalización.
Asimismo, los grupos se entrenan con antelación en el uso de técnicas participativas y de comunicación y sobre los ciclos que comprende un proyecto de desarrollo. Finalmente, durante el tiempo de formación los brigadistas son informados sobre el papel que cada uno deberá desempeñar en el proyecto que eligió visitar. Sin embargo, como apunta Walter Wendelin, “la mejor forma de conocer la realidad de un sitio es trabajar hombro con hombro con las personas en el proyecto que están llevando a cabo”.
Campos de trabajo y voluntariado
Una última forma de viajes solidarios la constituyen los campos de trabajo y las labores de voluntariado. Éstas consisten en desplazarse a otra zona, fuera o no del país de origen de la persona que viaja, con el fin de trabajar en un proyecto determinado de una asociación sin recibir remuneración por ello. Las tareas pueden ser tan dispares como acompañar a personas con discapacidad física o intelectual en sus vacaciones, impartir clases de apoyo escolar en escuelas rurales, atender las necesidades socioeducativas de niños y niñas con enfermedades de larga duración en sus domicilios particulares o informar a los excursionistas sobre cómo prevenir los accidentes de montaña.
Los campos de trabajo, por otra parte, son actividades en las que un grupo de jóvenes llegados de diferentes lugares trabaja de forma desinteresada en un proyecto social durante tres o cuatro semanas. Según las tareas encomendadas al equipo, los proyectos se clasifican en recuperación del patrimonio cultural y arquitectónico, ecología y medio ambiente y animación y acción social. También en este caso las actividades son muy variadas: limpiar playas y caminos de basuras y piedras, podar la vegetación invasora, adecuar senderos, construir las viviendas tradicionales de pastor, excavar y clasificar posibles restos arqueológicos hallados, montar obras de teatro y danzas, etc.
Además de un bien para la comunidad en la que interviene el grupo de jóvenes, estas experiencias resultan un medio eficaz para fomentar entre ellos diversos valores, como la convivencia, la tolerancia, la participación o la solidaridad.
Turismo responsable, brigadas solidarias, voluntariado y campos de trabajo actúan movidos por una misma convicción, que Encarna Gutiérrez, responsable de las brigadas solidarias de la Asociación Euskadi-Cuba, resume con estas palabras: “Es necesario reconocer a la otra persona y ser consciente de que ambas tenemos los mismos derechos, vivimos en el mismo planeta y dependemos de los mismos recursos. También tenemos que recordar que la única forma de vivir todos en el mundo es la de compartir y la de ejercer solidaridad”.