Las Nuevas Tecnologías perfeccionan las predicciones meteorológicas

Los datos, sin embargo, siguen sin ser fiables con una antelación superior a los ocho días
Por EROSKI Consumer 2 de marzo de 2003

No se trata de una ciencia exacta. Sin embargo, el estudio de la atmósfera permite tener una idea aproximada de su evolución. Las Nuevas Tecnologías juegan aquí un papel primordial. Los que predicen el tiempo perecerían en el intento de no ser por los ordenadores. Tras ellos se esconden 24 horas de trabajo, 365 días al año, rodeados de modelos numéricos y complejas técnicas de diagnóstico.

«La informática nos facilita un resultado objetivo y automático, ya que simula situaciones futuras a través de sucesivas integraciones y operaciones físico-matemáticas», explica Francisco Sánchez Gallardo, director del Centro Meteorológico Territorial en Andalucía Oriental y Melilla.

Antes bastaba con un indicador y un mapa para informar a los espectadores del tiempo. Hoy se imponen los radiosondeos, satélites, barcos, aviones, radares y estaciones automáticas. Un cordón umbilical los une para ofrecer el retrato robot más fiable de la atmósfera. Con este objetivo, los centros meteorológicos territoriales ofrecen información cada tres horas a partir de las observaciones de la superficie. El detector de rayos y el sistema integrado del aeropuerto registran la información.

Gracias a estos instrumentos, se puede conocer el estado del viento, la visibilidad, la humedad, la presión atmosférica o la temperatura. Tomando estas variables como referencia, los cálculos numéricos permitirán encadenar entonces una secuencia lógica con límite en el tiempo. Ocho días es el máximo recomendado.

De hecho, la fiabilidad se reduce a medida que se incrementa el periodo de pronóstico. El debate está de actualidad en estos momentos, por los estragos del tiempo en las últimas semanas, y muy pocos confían en los mapas. Sin embargo, el Instituto Nacional de Meteorología (INM) asegura un nivel de garantía del 85% en las predicciones para un plazo de 24 a 48 horas. «La gente suele ver las predicciones meteorológicas en televisión y la mayoría de los hombres del tiempo son poco fiables», apunta Sánchez Gallardo.

Los satélites Meteosat y Noa son una de las claves. Un analista predictor y un observador de meteorología se encargan de estudiar esas manchas que se desplazan de un lado a otro de la Península. El radar, que envía ondas a la atmósfera, es el que «radiografía» en más profundidad las bandas nubosas.

El punto de partida comienza a una altura de diez kilómetros, es decir, el nacimiento de lo que se conoce como atmósfera. En concreto, ese primer escalón recibe el nombre de litosfera, base de los sucesivos niveles de medición.

El lenguaje es singular. Empezando por los cambios horarios. No en vano, los meteorólogos se entienden a través de la hora «Z», que no es otra cosa que la hora universal del meridiano de Greenwich (unos 50 minutos de retraso en nuestro reloj). Y es que el clima puede variar, pero las leyes meteorológicas tienen la misma validez tanto en España como en Bélgica. Por lo general, la niebla es el fenómeno más difícil de predecir. Incluso más que un temporal, que se puede pronosticar con un 90% de fiabilidad. A la menor sospecha, los predictores se ponen en contacto con el servicio de Protección Civil para paliar posibles daños.

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