Efectos del té negro en la salud

Un estudio revisa las evidencias científicas de los beneficios del té y resalta que muchos de los estudios epidemiológicos son o bien confusos o poco concluyentes
Por Mercè Fernández 16 de enero de 2007

El té es la infusión más consumida en todo el mundo, con una tradición especialmente arraigada en Asia (se conoce su consumo desde hace más de 4.000 años) y en países anglosajones. Su alto contenido en flavonoides, un grupo de antioxidantes, ha hecho pensar desde hace unos años que sus beneficios sobre la salud no son despreciables. Así, se han sugerido efectos saludables sobre el sistema cardiovascular, los huesos o los dientes. Pero la demostración de sus beneficios no siempre ha estado al alcance de la mano, y muchos de los estudios epidemiológicos realizados hasta la fecha son o bien confusos o bien poco concluyentes, tal y como recuerda una revisión que acaba de publicar European Journal of Clinical Nutrition.

Investigadores del Departamento de Nutrición y Dietética del King’s College de Londres han revisado todos los estudios científicos sobre los efectos del té negro en población occidental adulta y publicados entre 1990 y 2004. Las mayores evidencias de sus beneficiosos parecen encontrarse en los estudios cardiovasculares, de los cuales los autores han seleccionado una veintena. Según estos, el mayor consumo de té negro se asocia a una incidencia menor de riesgo cardiovascular.

Aunque las asociaciones, dicen los autores, no pueden demostrar la relación causa- efecto, y menos cuando pueden intervenir otros componentes de la dieta, el caso del té negro y la salud cardiovascular tiene un punto fuerte a su favor, y es la existencia de datos experimentales que sugieren un mecanismo que sostiene la hipótesis. Los polifenoles y flavonoides presentes en el té son antiopxidantes capaces de reducir los factores de riesgo cardiovascular. Es conocida la existencia de experimentos en laboratorio que demuestran la capacidad antioxidante de estos compuestos.

La evidencia apunta, dicen los autores, a que un consumo de al menos tres tazas al día ayudaría en la prevención cardiovascular; de una a seis tazas por día comportaría un incremento significativo de su capacidad antioxidante en plasma. Para el caso de cáncer, salud dental y ósea, no hay suficientes evidencias para hacer ningún tipo de recomendación sobre consumo de té.

Los otros beneficios sin demostrar

Para el caso de cáncer, salud dental y ósea, no hay suficientes evidencias para hacer ningún tipo de recomendación sobre consumo de té

Del té negro también se ha dicho que jugaría un papel en la prevención contra el cáncer aunque, en este caso muchos de los estudios incorporan factores de confusión que no permiten discernir claramente la relación de causa-efecto, dicen los autores. Los antioxidantes como los que se hallan en el té, el vino o los vegetales pueden prevenir el cáncer, según sugieren diversos experimentos en animales. Los autores han revisado estudios epidemiológicos que analizan la relación entre té negro y riesgo de cáncer. El problema en muchos casos es que los estudios que incluyen el té negro como fuente de antioxidantes es limitado y, a veces, conflictivo.

Los estudios más numerosos son los prospectivos sobre cáncer colorectal y las conclusiones son desde ninguna relación hasta una relación de protección a partir de una taza y media diaria de té. La evidencia epidemiológica, aseguran los autores, no es consistente y en el único caso donde se halla un «ligera evidencia» es en el caso del cáncer colorectal. De cualquier forma, no es concluyente y es difícil desligar el consumo de té de otros factores beneficiosos relacionados a un estilo de vida.

Una hipótesis llamativa es la que relaciona el consumo de té y la flora bacteriana en relación con el posible desarrollo de cáncer. Se cree que los polifenoles del té podrían modular la composición bacteriana del colon. Se ha observado que los pacientes de cáncer colorectal tienen una alta proporción de clostridia y un bajo porcentaje de bifidobacterias (que se suponen beneficiosas). Estudios sobre animales han mostrado que los polifenoles del té inhi8ben el crecimiento de clostridia y estimulan el de las bifidobacterias, lo que lleva a una disminución del pH de las heces. Sin embargo, no hay estudios de este tipo en humanos, así que la hipótesis no pasa de ser eso, una hipótesis.

Otro de los beneficios atribuidos al té es la salud dental. La planta del té acumula fluoruro del suelo y puede contener de este compuesto hasta 196 microgramos en cada bolsita de 2 g de té seco. El contenido de fluoruro puede ser superior si el agua es fluorada (práctica que se realiza en algunos países). Otro factor de protección son las catequinas del té, que protegerían contra la caries. Las catequinas, sin embargo, están mayoritariamente presentes en otros tipos de té, como el té verde o el semifermentado oolong. La evidencia más positiva es la que sugería un trabajo de 1998, de investigadores de Centro Dental Forsyth de Boston (EE.UU.) en el cual se hipotetizaba que el té negro suprime la actividad amilasa de la saliva, lo que a su vez disminuye la probabilidad de desarrollar caries.

Salud ósea, sin demostrar

También hay evidencias, si bien moderadas, de que el té negro podría ser beneficioso para la salud ósea. La causa, en este caso, serían compuestos del té como la cafeína, el fluoruro y los fitoestrógenos. Algunos estudios muestran que un mayor consumo de té se corresponde a un incremento de densidad ósea en mujeres mayores. El té negro fue identificado como factor de protección en hombres el estudio conocido como Mediterranean Osteoporosis Study, y sus beneficios se daban al margen de si se tomaba el té con o sin leche. El detalle tiene su importancia porque la leche añadida supone un porcentaje añadido de calcio.

En casos donde se ha dicho que el té podría ser perjudicial, los investigadores tampoco han hallado suficientes evidencias. No hay evidencias de que el consumo de té pueda alterar la correcta hidratación del cuerpo ni alterar la absorción de hierro. La primera suposición parte de la idea que el te es diurético, así que aunque la infusión misma es líquida, su efecto diurético supondría una perdida neta de líquidos. La segunda se basa en la hipótesis de los compuestos fenólicos del té inhiben la absorción de hierro por parte del metabolismo. Ni en un caso ni en otro hay suficientes evidencias de los efectos perjudiciales en situación de un consumo normal. No obstante, se recomienda un consumo inferior a 8 tazas de té diarias para evitar esos riesgos.

CONSUMO MUNDIAL

Hasta hace unos años, el consumo de té en España no tenía una significación especial y menos frente al sempiterno café. La emergencia, en los últimos años, de restaurantes que ofrecen cocina oriental ha hecho crecer el consumo de esta infusión en España. Eso sin contar con la aparición de tiendas especializadas en té.

En 1999 un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que estudiaba una nueva marca del té para promover el consumo de té negro ante creciente evidencia de que su consumo podía formar parte de un estilo de vida sano, afirmaba que a nivel mundial, la producción y el consumo de té negro aumentarán alrededor de un 3 por ciento al año hasta el 2025. El informe estimaba que la producción mundial de te pasó de los 1.97 millones de toneladas del bienio 1993-95 a los 2.7 millones de toneladas en el 2005, con un porcentaje anual de crecimiento de un 2.8 por ciento. En realidad, la previsión se quedo corta: en 2005, la producción mundial de té llegó a 3,2 millones de toneladas, lo que suponía un aumento de 2% respecto al año precedente.

El aumento de la producción se debió principalmente a los incrementos registrados en Turquía, China, Kenya, Malawi, Sri Lanka e Indonesia. El incremento en estos países compensó los descensos registrados en algunos de los mayores productores mundiales, como la India y Bangladesh, que disminuyeron su producción. Las exportaciones mundiales de té se incrementaron el 4,4% en 2004, lo que supuso 1,47 millones de toneladas. Las importaciones mundiales de té crecieron en 2004 un 1,5 %, hasta llegar a 1,42 millones de toneladas. Esta tendencia reflejó los incrementos de consumo en los países desarrollados, como la Unión Europea (2,4 % de incremento), Estados Unidos (5,3 %) y Japón (2 %), lo que supuso importaciones de 215.000, 99.000 y 56.000 toneladas, respectivamente.

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