¿Discutes delante de tus hijos? Tres cosas que debes saber

Los niños que presencian discusiones frecuentes de sus padres pueden desarrollar conductas agresivas o conflictivas en el futuro
Por Marta Vázquez-Reina 14 de abril de 2016
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Imagen: Ed Yourdon

Discutir en ocasiones delante de los hijos es inevitable. El problema surge si estos conflictos conyugales se repiten con demasiada frecuencia. Tal como se detalla en el siguiente artículo y como lo corroboran los especialistas, los efectos sobre sus emociones y su comportamiento son evidentes: las peleas de pareja con los niños como testigos producen en los pequeños sentimientos de tristeza, preocupación y enfado y son un importante factor de riesgo para el desarrollo de problemas de conducta en el futuro. Por eso, es recomendable reducir el número de discusiones en su presencia y, si es ineludible, aplicar al menos determinadas pautas para que el impacto en los menores sea positivo.

1. Discutir delante de los niños les entristece

El estado emocional de los padres repercute en los hijos. Y si son ambos a la vez los que muestran un sentimiento negativo de malestar o enfado delante de ellos, como cuando discuten, el efecto será aún mayor. «La mayoría de los niños se alegran si sus padres están alegres y lo pasan mal si discuten», así lo concluye un grupo de investigadores de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid que ha realizado un estudio para valorar las consecuencias que las discusiones de los padres tienen sobre los hijos.

La mayoría de los niños se alegran si sus padres están alegres y lo pasan mal si discuten

Entre las principales emociones con las que reaccionan los pequeños ante una pelea conyugal destacan la tristeza (37%), la preocupación (17%) y el enfado (14%). El resto de los 344 niños de seis a ocho años que participaron en esta investigación mostraron otros sentimientos como susto, sorpresa, indiferencia y, curiosamente, alegría.

Cuando suceden estas situaciones, la mayoría de los menores tiende a alejarse de sus progenitores y digerir su malestar ante la televisión, «lo que no es precisamente la forma más sana de elaborar nuestras emociones negativas», señala el psicólogo Juan Pedro Núñez-Partido, director del estudio.

2. Los niños repiten lo que ven hacer a sus padres

Si los niños se acostumbran a ver que discutir de forma agresiva es la manera en la que los progenitores resuelven los problemas entre ellos, es probable que adopten este modelo de comportamiento en el futuro. «La exposición de los hijos a los conflictos de los padres constituye un factor de riesgo importante para el desarrollo de problemas de conducta en los hijos», afirma la psicóloga Mª José Justicia.

Si se reducen las discusiones en presencia de los niños el efecto puede ser incluso positivo

Después de estudiar una muestra de 332 niños de entre 7 y 17 años y a sus madres, esta especialista de la Universidad de Jaén ve clara la relación entre la frecuencia de discusiones matrimoniales y un comportamiento agresivo o delictivo de los hijos. Más que la intensidad o el contenido de las disputas, Justicia apunta que la frecuencia de la exposición a las peleas conyugales el factor determinante en la futura conducta problemática de los pequeños.

De este modo, si se reducen las discusiones en presencia de los menores, el efecto puede ser incluso positivo, puesto que pueden aprender «estrategias de resolución de conflictos que pueden utilizar en sus propias relaciones».

3. Si hay que discutir, discutir bien

En todos los hogares es necesario en algunos momentos solventar problemas y desacuerdos entre los dos progenitores, pero la falta de tiempo o las circunstancias familiares no permiten siempre que estas discusiones se produzcan en privado, sin la presencia de los hijos. ¿Qué hacer en estos casos? La solución para que ser testigos de un conflicto de intereses entre los padres no repercuta de modo negativo en los niños es una cuestión de formas y estilo. No es lo mismo presenciar un enfrentamiento agresivo, incoherente y poco resolutivo, que una discusión en la que prime el diálogo, exista un respeto mutuo y, sobre todo, finalice con un acuerdo positivo.

Los especialistas recomiendan distintas pautas para lograr que las discusiones entre padres sean para los hijos un modelo de resolución de conflictos efectivo.

  • Evitar los gritos, los insultos y las amenazas. Para dialogar, aunque sea en desacuerdo, no es necesario alzar la voz ni utilizar un lenguaje insultante. Los menores deben aprender que una conversación pausada, sin subidas de tono y respetuosa es el modo eficaz de resolver los problemas.
  • No hacer referencia a los niños ni hacerles sentir culpables. Aunque el motivo de la discusión esté relacionado con los hijos, es importante evitar referirse de forma directa a ellos para que no se identifiquen como causantes del conflicto. Asimismo, no hay que fomentar que los pequeños tomen partido por uno u otro progenitor.
  • No imponer, negociar. Los hijos deben entender que una discusión no consiste en imponer un criterio por encima de otro. Se trata de ceder ambas partes y mostrarles que la cooperación y negociación es el mejor camino para conseguir un acuerdo.
  • Llegar a un consenso. Las discusiones tienen una finalidad y es llegar a una resolución del conflicto. En el caso de que no sea posible resolverlo y no se llegue a un consenso entre los padres, es conveniente decir a los niños que es un tema difícil pero que ambos pensarán en una solución.

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