Introducción de la alimentación complementaria tras el destete: Beikost.

La leche como alimento único a partir de los seis meses no proporciona la energía y nutrientes que precisa el lactante a partir de esta edad, y además, como sus funciones digestivas han madurado, se deben incluir nuevos alimentos en su dieta, siguiendo unas normas regladas.
Por EROSKI Consumer 7 de agosto de 2001

No está justificado introducir nuevos alimentos antes de los tres meses, aunque tampoco es aconsejable hacerlo más allá de los seis, porque la falta de diversificación es motivo frecuente de anorexia (pérdida de apetito), a la vez que se desaprovecha una época muy válida para la educación del gusto y el conocimiento de los alimentos básicos que permitirán al bebé adaptarse a una alimentación equilibrada, variada y suficiente.

El lactante es especialmente sensible y vulnerable ante transgresiones dietéticas y sus consecuencias son más serias que en el niño mayor y el adulto. Existen además determinadas patologías asociadas a la alimentación del lactante: anemia por consumo de leche de vaca, intolerancia a la leche de vaca, celiaquía o intolerancia al gluten, alergias alimentarias…

La forma habitual de introducir la alimentación complementaria es ir sustituyendo, de una en una, las tomas de leche que recibe el lactante por los distintos componentes de la alimentación complementaria (papilla de cereales, fruta, puré de verdura…), de forma paulatina, con intervalo suficiente para que el niño vaya aceptando los nuevos alimentos, probando la tolerancia del niño a los mismos antes de introducir uno nuevo y dando tiempo a la adaptación de su organismo. Es muy importante en este periodo, permitir que la cantidad de alimento pueda variar de un día a otro y de una semana a otra, según el apetito del niño.

El niño ha alcanzado además cierto nivel de desarrollo. Empieza a ser capaz de mantenerse sentado con apoyo, comunicarse con quien le ofrece la comida, mostrar deseo de comer abriendo la boca o señalando de alguna forma la cuchara, o de no comer, cerrando la boca o apartando la cara. A esta edad desaparece el reflejo de extrusión (rechazo de todo lo que no sea pezón o tetina) y aparece la sensación de saciedad, que debe empezar a respetarse. También empieza a poder tragar alimentos semisólidos. Al ir haciéndose mayor, se le irá disminuyendo el número de tomas, de forma que de las 6-8 veces al día que suele alimentarse al empezar la lactancia, pasará progresivamente a 4-5 tomas en la segunda mitad del primer año. Ello no debe comprometer el aporte total de leche que, debe mantenerse por encima del medio litro al día.

Introducción de los nuevos alimentos uno por uno.

Los cereales. Se introducirán alrededor de los 4-6 meses y nunca antes de los cuatro. Primero serán sin gluten para evitar sensibilizaciones e intolerancias a esta proteína. A partir de los 7-8 meses se puede dar mezcla de cereales con gluten. A menudo es el primer elemento distinto de la leche que se introduce en la dieta de los lactantes. Los cereales contribuyen al aporte energético, son fuente de proteínas, minerales, vitaminas (tiamina especialmente), ácidos grasos esenciales e hidratos de carbono de absorción lenta, por lo que permiten un mayor espaciamiento de las tomas. No obstante, al tratarse de un alimento calórico, existe riesgo de sobrealimentación si se abusa de su consumo. Para preparar las papillas debe utilizarse la leche habitual y añadir el cereal necesario, manteniendo así el aporte mínimo de 500 c.c. de leche diarios. Son menos recomendables los preparados que contienen de origen cereales y leche y se preparan con agua, ya que la cantidad de leche efectivamente aportada dependerá de la dilución que se efectúe. Los cereales que contienen gluten son: trigo, avena, centeno, cebada. Aquellos que no contienen gluten son: arroz y maíz.

Las frutas. Se empezará a partir de los 4-6 meses con una papilla de frutas por su aporte vitamínico, nunca sustituyendo a una toma de leche, sino complementándola. Se deben emplear frutas variadas (naranja, manzana, pera, uva, ciruela), para contribuir a educar el gusto, y es preferible evitar las más alergénicas como fresa, fresón, frambuesa, melocotón y kiwi. Suelen introducirse después de conseguida la aceptación de los cereales, aunque puede hacerse al revés, primero la fruta y después los cereales. No deben endulzarse con azúcar y no se incorporarán galletas hasta después de los 7 meses, ya que estas contienen gluten. No tiene base nutricional ofrecer zumos de fruta antes de los 4 meses y son probables las reacciones adversas.

Las verduras y patatas. Se irán introduciendo a partir de los 6 meses por su aporte de sales minerales y fibra. Primero, puede darse el caldo añadido al biberón de medio día, después verduras solas en puré, complementadas con leche. Se deben evitar al principio las verduras con alto contenido en nitratos, como remolacha, espinacas, acelgas y nabos, no introduciéndolas diariamente. Se han dado casos en niños pequeños que han consumido vegetales recalentados ricos en dichos elementos, en los que su piel se vuelve azulada, debido a que se ve afectado el transporte de oxígeno, un cuadro aparatoso pero que no reviste gravedad con el tratamiento adecuado. También hay riesgo de que se produzca esta situación si se conservan las verduras cocidas en la nevera por más de 48 horas junto con el caldo. Por ello, al principio se han de preferir patatas, judías verdes o vainas, calabacín, etc. para más tarde introducirle todas las demás. Se puede añadir una cuchara de postre de aceite de oliva al puré, pero no debe añadirse sal. Deben cocerse con poca agua y aprovechar el caldo de cocción, en el que quedan disueltas parte de las sales minerales. Al inicio, se recomienda evitar las flatulentas (col, coliflor, nabo) o muy aromáticas (ajo, espárragos).

Carnes. Preferiblemente las menos grasas, empezando por el pollo y nunca antes de los seis meses, en una cantidad de 10-15 g por día y aumentando 10-15 g por mes, máximo 40-50 gramos, mezclada y batida la carne con las verduras. Posteriormente se introduce la ternera y el cordero. Aportan proteínas de alto valor biológico, lípidos, hierro, zinc y ciertas vitaminas. Las vísceras (hígado, sesos, etc.) no tienen ventajas sobre la carne magra y aportan exceso de colesterol y grasa saturada.

Pescados. Nunca antes de los nueve meses debido a su mayor capacidad de provocar alergia, y si el bebé tiene antecedentes familiares de alergia alimentaria, incluso hasta pasado el año de vida. A partir de esta edad, el pescado puede sustituir a algunas tomas de la carne. Es conveniente empezar por pescados blancos.

Huevos. Nunca crudos. Se introducirá primero la yema cocida sobre el noveno mes; inicialmente un cuarto, la semana siguiente media y al mes entera, añadida al puré de medio día, para tomar el huevo entero (con la clara) hacia los doce meses. Puede sustituir a la carne, tomando 2-3 unidades por semana. La yema es buena fuente de grasas, ácidos grasos esenciales, colina (sustancia necesaria para un buen funcionamiento del sistema nervioso, ya que a partir de ella de produce acetil-colina), vitaminas A, D y hierro. La clara aporta principalmente proteínas de alto valor biológico, pero entre ellas se encuentra la ovoalbúmina, con gran capacidad de provocar alergias, si se introduce antes de los doce meses..

Legumbres. Añadidas al puré de verduras, a partir de los 18 meses. Si se mezclan con arroz u otros cereales, pueden sustituir parte de las raciones de carne, y se pueden tomar así hasta dos veces por semana.

Yogures. A partir del octavo mes; natural sin azucarar como complemento o mezclado con la papilla de frutas de la merienda.

Azúcares refinados, miel y otros dulces. No es recomendable el consumo de azúcar, pues la dieta del bebé tiene un aporte adecuado de hidratos de carbono. Es muy importante no alimentar a los lactantes con miel, ni jarabe de maíz, debido a que estos alimentos se han identificado como las únicas fuentes dietéticas de las esporas del Clostridium botulinum y a esta edad, no tienen la inmunidad para resistir el desarrollo de estas esporas causantes del botulismo.

Agua. Mientras el lactante recibe sólo leche materna o fórmula adaptada, no suele requerir líquidos adicionales, salvo en situaciones extremas de calor o pérdidas aumentadas (fiebre, diarrea). Por el contrario, ya que la alimentación complementaria supone una mayor carga renal de solutos (sustancias disueltas en líquido: sales minerales, glucosa…), no basta con los líquidos aportados por la leche y otros alimentos, y se debe ofrecer al niño agua con frecuencia.

La leche de vaca. Nunca se introducirá antes del año, y cuando se incluya en la dieta deberá ser entera, por su aporte de vitaminas liposolubles A y D y de grasas, salvo que haya recomendación médica que especifique otra cosa.

Enlaces de interés:

* Análisis Revista Consumer: Potitos infantiles de frutas y de carne con verduras, cumplen su función. * Análisis Revista Consumer: Papillas de cereales, pagar más no garantiza nada.

 

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