Cuatro datos sobre las vacunas y su importancia

Las principales dudas tienen que ver con su eficacia, su peligrosidad y la necesidad real de administrárselas a los pequeños
Por EROSKI Consumer 20 de octubre de 2011
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Imagen: Andres Rueda

Las vacunas, uno de los mayores logros de la humanidad, son gérmenes -o toxinas producidas por ellos- que han sido manipulados para que no puedan ocasionar una enfermedad pero, a la vez, mantengan su capacidad de ser reconocidos por el sistema defensivo. Con su administración, el organismo produce anticuerpos que lo protegen de igual modo que si hubiera sufrido la enfermedad, aunque dependiendo de la vacuna y de la edad a que se aplica, pueden ser necesarias varias dosis para conseguirlo.

Protección en grupo

Aunque el 95% de los niños españoles está correctamente vacunado, hay padres que rechazan las vacunaciones por creerlas innecesarias o perjudiciales, o por principios ideológicos. Afortunadamente, muchas vacunas no solo protegen al que las recibe, sino que, al dificultarse la propagación de los gérmenes en una población inmunizada, estos niños no vacunados estarán también parcialmente protegidos en tanto sean una minoría.

1. ¿Es preciso vacunar contra enfermedades que ya no existen?

La única enfermedad que ha sido totalmente erradicada y contra la que se ha dejado de vacunar es la viruela. Es cierto que infecciones como la poliomielitis o la difteria son muy raras en nuestro medio desde hace muchos años, y que también están desapareciendo el sarampión, la rubéola, las paperas y la hepatitis B; pero esto es así porque se sigue vacunando contra ellas.

2. ¿Por qué se vacuna contra infecciones que no son graves?

Aunque la frecuencia con que pueden causar problemas es muy distinta, no hay infección exenta de riesgos. El sarampión, típica enfermedad infantil que no parece especialmente peligrosa, no es superado por todos, y 800.000 niños que no gozan de la protección de la vacuna fallecen cada año por su causa. La rubéola es muy benigna en el niño, pero erradicarla supone que no la padezcan las embarazadas y que muchos bebés no se malogren o nazcan con secuelas irreparables. Sólo se decide incorporar una nueva vacuna al calendario cuando se tienen pruebas de que reporta beneficios sanitarios.

3. ¿No es verdad que algunas vacunas son peligrosas? 

La frecuencia con que las vacunas pueden causar reacciones de importancia es muy, muy baja y pocos medicamentos se han utilizado tan masivamente como para afirmar con seguridad que sus beneficios superan ampliamente a sus riesgos. La experiencia vivida con la vacuna de la tos ferina resulta muy esclarecedora en este sentido. En los años 70, algunos datos sugirieron que esa vacuna podría causar graves encefalitis en los lactantes. En 1974, en Japón decidieron dejar de vacunar; en un año se multiplicaron por 10 los casos de tos ferina y pasaron de ninguno a 25 fallecimientos de bebés por su causa, lo cual superaba con mucho las peores hipótesis sobre el peligro de la vacuna. Pero la alarma se mantenía y en 1978, en Inglaterra y Gales sólo la recibía uno de cada tres niños; poco después sufrieron una epidemia con 47.000 casos y más de 200 fallecimientos. A día de hoy, no se ha podido confirmar la sospecha de que esa vacuna provocase daño importante alguno. 

4. ¿No es malo ponerles tantas vacunas? 

Durante el primer año de vida, el niño recibe tres dosis de vacunas, algunas combinadas, que le protegen frente a siete u ocho enfermedades. El número de componentes de estas vacunas ante el que su sistema defensivo reacciona es muy inferior al de las que le llegan por vía natural, y no le suponen ninguna sobrecarga especial. 

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