Diez consejos para padres que juegan con sus hijos

Los adultos deben incorporarse al juego de los niños sin criticar ni corregirles, aceptando las normas y la creatividad que ellos impongan
Por Cristian Vázquez 5 de noviembre de 2015
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El juego es una de las actividades más importantes en la vida del niño, ya que, además de proporcionarle diversión y entretenimiento, favorece su desarrollo en múltiples sentidos. Además de solo o con otros menores, a veces el pequeño necesita jugar con sus padres u otros adultos. Este artículo ofrece un decálogo de consejos para padres y madres que juegan con sus hijos, como acompañar sin pretender controlar ni dirigir el juego, tomar sus juegos en serio y animarles a que ellos mismos resuelvan sus problemas.

Cómo formar parte de los juegos del niño

El juego cumple un papel fundamental en el desarrollo de los niños por múltiples motivos: las actividades lúdicas estimulan la inteligencia, la creatividad, la afectividad, la motricidad y la capacidad de sociabilizar de los pequeños. El juego, según la ‘Guía práctica para padres‘ de la Asociación Española de Pediatría (AEP), «tiene un gran componente educativo que ayuda al menor a progresar en su desarrollo motor y a avanzar en la esfera intelectual y sociabilizadora a través de la comunicación e interrelación con los que le rodean».

En ocasiones, los niños necesitan que sus progenitores u otros adultos estén presentes y formen parte de sus juegos. ¿De qué manera? A continuación se enumeran algunos consejos para padres que quieren jugar con sus hijos.

1. Participar sin controlar ni dirigir

Esta es la recomendación principal. Los adultos deben integrarse en el juego de los pequeños y proporcionarles juguetes u otros objetos que resulten necesarios, pero sin pretender dominar la esencia o el desarrollo del juego, ya que eso debe quedar en manos de los menores. «Las personas que cuidan a los niños deben recordar que el juego es una actividad infantil y no deben controlarla ni dominarla en exceso», explica la guía ‘Ayudando a crecer‘, editada por la Organización Panamericana de la Salud (OPS). «Observación y seguimiento ayudan y facilitan -añade el documento-, pero no limitan la imaginación y deseos infantiles».

2. Tomar en serio el juego de los niños

Para los pequeños, el juego es un asunto de mucha seriedad. Basta con verles la cara mientras juegan para advertirlo. Según la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud, ellos elaboran todas las situaciones de su vida, tanto las placenteras como las dolorosas y traumáticas, a través del juego. Es importante que los adultos respeten este concepto cuando se integran en los juegos de los niños. Si los mayores se burlan o ridiculizan su juego, estos sentirán que no son respetados y es probable que su autoestima resulte afectada.

3. Entrar en su mundo, sin aplicar el juicio adulto

Esto va de la mano del punto anterior: tomarse en serio el juego infantil implica también aceptarlo como es, incorporarse a ese mundo sin pretender imponer en él los conceptos y valores del mundo adulto. Más bien al contrario. Como indica el psicopedagogo Jesús Jarque, miembro de la Sociedad Española de Pedagogía, lo recomendable es fomentar la creatividad y la fantasía. «Permita que la caja sea un barco, una silla una fortaleza y las muñecas se conviertan en los parientes», aconseja.

4. Si hay que limitar, encauzar sin prohibir

En ocasiones se debe limitar de alguna forma la actividad del niño, ya que podría poner en peligro a otras personas, si quisiera arrojar objetos contra otros o a sí mismo, si se llevara ciertos objetos a la boca, si corriera el riesgo de caerse y hacerse daño, etc. En este caso, la recomendación de los especialistas es tratar no de imponer prohibiciones -que suelen generar resistencia y una actitud de rebeldía-, sino de encauzar las energías y los deseos del pequeño hacia acciones que sí pueda ejecutar.

5. Darles un espacio donde puedan hacer lo que quieran

Es importante que los menores cuenten con un territorio «propio», en el que puedan actuar con libertad, sin importar si lo desordenan o lo ensucian. Será también el espacio donde podrán jugar solos, sin que los interrumpan o perturben. Ese sentido de pertenencia se incrementará si los pequeños perciben que los mayores lo respetan, aunque se debe procurar que ese respeto no lleve a que se convierta en un «niño tirano».

6. No competir con los niños

Jesús Jarque indica que lo más importante para los padres al jugar con sus hijos es «fomentar sus sentimientos de logro e independencia». Por eso, cuando se trata de juegos de reglas, no hay que impedir que el pequeño -en su afán por tener el control del juego- invente normas que le permitan ganar. «No se preocupe por el hecho de que no vaya a aprender a perder -señala Jarque-, hay otros aspectos de la vida que les enseñarán a cómo perder». Y añade que si el adulto acepta el «reglamento» inventado por el niño en ese momento, será más fácil que después el pequeño acepte las indicaciones que les impongan sus padres.

7. Elogiar a los niños

Jarque explica que el juego debe ser un momento para elogiar a los menores. Este especialista invita a convertirse en público de las acciones de los niños y, lejos de criticarles o corregirles, valorar los esfuerzos que dedican a hacer lo que hacen.

8. Animar a que los niños resuelvan sus problemas

Si, mientras el pequeño juega, algo no sale como él quiere (una pieza no encaja en otra, un objeto no permanece encima de otro, etc.), el papel del adulto debe ser apoyarle y en todo caso darle indicaciones acerca de cómo podría hacerlo, pero no hacerlo por él. Esta última actitud promovería a un niño consentido, que siempre cuenta con alguien que le resuelva los problemas. La primera, en cambio, le enseñará a valerse por sí mismo y alimentará su autoestima y su confianza en sí mismo.

9. Participar de distintos tipos de juegos

Es normal que algunos juegos gusten o atraigan más que otros, pero también lo es que los menores quieran jugar a todos: un rato correr en el parque (y es importante que tengan actividad física moderada o intensa todos los días), otro rato jugar a los videojuegos y, en otro, cantar, bailar o que le cuenten un cuento. Si el adulto puede participar un poco en cada uno, el pequeño no lo sentirá como un compañero solo en algunas actividades, sino que podrá contar con él para cualquiera.

10. Tratar de jugar un poco cada día

Por último, Jesús Jarque recomienda jugar un poco cada día. No solo para crear un hábito de buenos momentos compartidos, sino también porque, de esta manera, «el momento de finalizar no será conflictivo», ya que los niños «saben que podrán jugar de nuevo al día siguiente».

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