Entrevista

Nélida Zaitegi, maestra y pedagoga

No hacer nada ante el acoso escolar ya es una manera de hacer
Por María Huidobro González 13 de octubre de 2018
Img nelida zaitegi


La muerte de Jokin Ceberio, el adolescente que se suicidó en 2004 en Hondarribia (Gipuzkoa) tras sufrir durante meses las agresiones de sus compañeros de instituto, marcó un antes y un después en el acoso escolar en nuestro país. A la maestra y pedagoga Nélida Zaitegi le tocó gestionar este caso como responsable del Programa de Educación para la Convivencia y la Paz del Gobierno vasco (2000-2016). Valores, diálogo o empatía son palabras que repite en esta entrevista y con las que cree que familia, centros educativos y sociedad deberían ir a una. La actual presidenta del Consejo Escolar de Euskadi también insiste en “actuar desde las causas, y no desde los síntomas” para acabar con este problema en el que los observadores pasivos, por su comportamiento de omisión, son también responsables del bullying.

¿Qué pasa en las aulas? ¿Hay tanto acoso escolar? Estudios afirman que uno de cada diez niños sufre bullying y un 7 % ciberbullying.

Ha pasado siempre. Al que tenía gafas igual le llamaban gafotas o si eras alta, jirafa. Pero ahora somos sensibles: nos hemos dado cuenta de que va en contra de la dignidad de las personas y nos hemos plantado ante ello. Pero también se ha creado una alarma social, a mi juicio, excesiva. Este tema ha tomado tal dimensión, que de repente todo es bullying. Es verdad que hay acoso, pero no todo lo que ocurre en la convivencia entre niños y niñas lo es.

¿Y qué no es acoso escolar?

Que a mi hija no le inviten a un cumpleaños no es bullying, como tampoco que un día haya una pelea en el patio o que no te digan para salir. El acoso es una intención de hacer daño a alguien y de manera sistemática y continua. Son todas las formas de maltrato físico, psicológico, verbal… que se produce entre niños y niñas en la escuela y de forma reiterada y a lo largo del tiempo. Antes se quedaba en el entorno escolar, pero ahora las redes sociales permiten que uno sea acosado a las tres de la mañana. Para que haya acoso tiene que darse un triángulo perverso: tiene que haber un acosador, una víctima y un tercer vértice muy importante, los observadores pasivos, esos niños que ven lo que pasa y se callan.

¿Por qué ocurre? ¿Falta vigilancia?

“Tenemos que actuar e intervenir desde las causas, nunca desde los síntomas”

Falta autorregulación. Si uno sabe lo que está bien y lo que está mal y coge hábitos de hacer lo que tiene que hacer, no necesita esa vigilancia, porque él mismo se autorregula y se porta bien. Todos necesitamos saber lo que tenemos que hacer. Y ese es el papel que le toca a la educación. Vigilancia supone poner el foco en los síntomas, en lo de fuera, y el elemento está en cada crío. Hay que ver por qué un niño acosa, por qué otro permite que le acosen y no pone remedio y por qué quienes ven lo que está pasando se callan. Tenemos que actuar e intervenir desde las causas, nunca desde los síntomas.

¿Cuáles suelen ser esas causas?

Un niño es acosador porque no tiene empatía, le faltan valores de justicia y solidaridad, tiene un grado de agresividad descompensado o tiene una autoestima baja o muy alta. El que se deja acosar puede ser que tenga una autoestima muy baja o que necesite estar debajo de alguien que le diga por dónde tiene que ir; a veces padres muy exigentes favorecen hijos muy sumisos y obedientes que buscan a otros sobre los que ponerse debajo. ¿Y qué pasa con los observadores pasivos? Pues que no tienen sentido de la justicia, ni de la empatía, ni de que cuidarse unos a otros es lo mínimo para respetar la dignidad de las personas.

¿Cómo acabamos con el bullying?

Hay dos formas: prevenir y si pasa, curar, es decir, tratar a los tres sujetos de ese triángulo. Siempre hay que ir a las causas, no a los síntomas. El acoso escolar solo desaparecerá cuando atajemos las causas, y eso no se hace de un día para otro, ni con un programa mágico por aquí u otro por allá. Alrededor de este tema han surgido miles de recetas cual bálsamo de fierabrás que lo cura todo inmediatamente y, en realidad, no es más que un verdadero negocio. Nos está fallando el sentido común. Hay que ver por qué pasa y ver cómo atajamos ese porqué. Y siempre con la prevención por delante.

¿Y de qué manera se aborda desde las causas?

“En las familias debería haber vínculos de cuidado y de seguridad”

A tres niveles. Uno de ellos es la familia. Les recomiendo que observen y que creen con sus hijos vínculos importantes, donde todos se cuiden, se hable mucho y se escuche sin juzgar. Porque, cuando hay comunicación, si un niño tiene algún problema lo expresará, porque sabe que nadie le juzga y que todos quieren su bienestar. En las familias debería haber vínculos de cuidado y de seguridad. También son importantes los valores en los que viven: decimos la verdad, nos cuidamos unos a otros, no permitimos injusticias, nos apoyamos, hay solidaridad… ¿Y cómo se gestionan los conflictos en casa? Se habla, se debate, se habla de los sentimientos, se llegan a acuerdos… Esto evita mucho acosador, acosado y observador pasivo. Y hay que dedicar tiempo de verdad a los hijos, de comer y cenar tranquilos con ellos y comentar mutuamente cómo ha ido el día.

¿Cuál es el siguiente nivel?

Tenemos que educar a los alumnos desde bien pequeños a que sean responsables de sus actos, y no para castigar, sino para reconducir conductas. Y es que se puede ser responsable por acción o por omisión. El observador pasivo que está viendo lo que pasa y no hace nada tiene una gran responsabilidad por no hacer cuando debe hacer. Porque no hacer es ya una manera de hacer: cuando yo no hago, ya estoy haciendo. Y educarles es una responsabilidad de toda la sociedad: todos educamos con nuestro ejemplo.

A veces no se dice ni se hace nada porque los padres están delante.

Hay padres que no permiten que se les diga nada a sus hijos, pero luego que no se quejen ni se asusten, si superprotegen a sus hijos, no les corrigen ni les ayudan a ser responsables de sus actos. No ponerles límites desde pequeños es no quererles, es dejarles indefensos ante la vida. También es esencial fomentar el desarrollo moral que dice Kohlberg, es decir, generar en el menor la capacidad de ponerse en los zapatos del otro; la compasión ante el sufrimiento de los demás es un valor muy importante que inculcar.

La televisión, Internet… no ayudan. Hasta en una encuesta de Aldeas Infantiles, el 71 % de los adolescentes opina que los jóvenes utilizan la violencia porque se ha convertido en algo normal en la sociedad.

Hay modelos sociales tremendos de violencia gratuita, de tontera… Con modelos de gente así de simple, ¿cómo vamos a hacer personas con sentido crítico? Hay que estar al alto de lo que ven y ver con ellos para trabajar el pensamiento crítico (qué mensaje nos venden, sumisión, irresponsabilidad, etc.). Y sobre Internet, lo mismo. No les podemos sacar del mundo, pero hay que enseñarles y que aprendan cómo se utilizan las pantallas, con tiempo para jugar, hablar, ir al monte y hacer ejercicio físico.

¿Y qué le toca al centro educativo?

“No valen programas ‘paracaídas’, que surgen tras un caso y desaparecen al año siguiente”

El centro, como la familia, tiene la obligatoriedad de garantizar la seguridad física y psicológica del alumnado. Está para educar y desarrollar todas las competencias que le hagan ser buena persona, buen ciudadano y buen profesional. No valen programas “paracaídas”, que surgen tras un caso y desaparecen al año siguiente. Por eso el centro tiene que tener en su proyecto educativo un programa de educación en y para la convivencia positiva, para aprender a convivir en el colegio, pero también para después. Con él se puede trabajar el desarrollo del alumno y abordar las causas. Para ello se busca conseguir un alumnado con una buena autoestima, educar en valores (justicia, solidaridad, compasión) y desarrollar en los niños dos tipos de competencias: la personal, que incluye conocerse a uno mismo (autoconocimiento), tener un autoconcepto positivo (autoestima), regular las emociones (autorregulación), saber tomar decisiones, pero pensando en el bienestar propio y en el de los otros (autogestión) y hacerse fuertes para ser resistentes (resiliencia); y la social, que hace referencia a cómo me relaciono con los demás, a hablar y expresar los sentimientos e ideas desde el yo (crítica constructiva), a saber escuchar, tener empatía, participar y abordar los conflictos sin ningún tipo de violencia (física, psicológica, estructura, cultural, de género,…). Cada escuela tiene que encontrar sus respuestas.

Hay tantas iniciativas… ¿y una ley integral?

Cuando educas bien a tus hijos, en valores, con límites, les dedicas tiempo de calidad, se habla mucho en casa, se ve esa conducta y se analiza cómo darle la vuelta, les demuestras lo que les quieres… dejémonos de leyes. Cuando trabajamos con una idea global de educación, estaremos haciendo unos chavales responsables de sus actos, que saben que decir que no, etc. Y si alguien se desvía, ir a las causas. Todos metemos la pata y hay que pensar en cómo lo reconduzco. De otra manera, le marco para toda la vida.

Entonces, si al final hay acoso, ¿cómo curar?

Con la prevención evitamos, pero aparecerán casos, muchos menos, pero los habrá. Y un día lo erradicaremos. Pero cuando ocurre, hay que intervenir. Por eso cuando un padre detecta algo, lo conveniente es ver qué está pasado y hablar con el tutor. Y el profesor, lo mismo: hablar con el niño y la familia para ver qué sucede. Ten ojos para ver, ten sensibilidad para entender y desde ahí analizar qué se puede hacer.

¿Sin denuncia?

“Tenemos que salvar a las personas reeducando”

Moscas a cañonazos no. Yo no soy nada partidaria de que se judicialicen estos casos, porque creo que el desarrollo moral hay que hacerlo en la familia y la escuela. Tenemos que salvar a las personas reeducando, y lo que castiga, castiga, pero no educa. El castigo o la multa te puede evitar que hagas algo por si te pillan, pero en cuanto no te vean reincidirás, porque no se ha atajado la causa y no se ha reeducado al acosador. Lo punitivo solo da miedo, pero no educa. Es el estadio más bajo del desarrollo moral.

¿Y qué hacer con la víctima y los observadores?

También se tiene que reeducar a la víctima en estrategias para que se defienda y no le vuelva a pasar. A veces, algunos acosados cambian de centro y de nuevo sufren acoso escolar. ¿Qué ocurre ahí? Y, por supuesto, desde la escuela hay que reconducir la conducta de los observadores pasivos. Hay que ver cómo reeducarlos moralmente en la defensa de los derechos humanos y de la justicia, porque por su no hacer, por su comportamiento de omisión, han generado una situación injusta; son también responsables del acoso. La cuestión es reeducar y que todos se sientan culpables de lo que ha pasado. Es un problema que hay que tratar de manera holística en 360 grados. Para eso están los orientadores o el consultor del centro.

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