¿Por qué mi hijo sufre herpes labial?

Las pupas o calenturas del herpes labial son consecuencia de un virus que afecta a los niños entre los seis meses y los cinco años de edad
Por Cristian Vázquez 5 de abril de 2017
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Imagen: kopitin

El herpes labial es un mal muy común: lo sufren la mayoría de las personas a causa de un virus que se instala en el organismo y, según explican los expertos, lo acompaña toda la vida. No requiere mayores atenciones, salvo que se convierta en una gingivoestomatitis, cuando los síntomas son más graves y hay que tomar medidas para aliviarlos. Este artículo señala las causas del herpes labial, algunas medidas para prevenir el contagio, qué es la gingivoestomatitis y en qué casos se recomienda la consulta con el pediatra.

Causas del herpes labial, un mal común en los niños

El herpes labial es una infección que afecta a casi todas las personas en algún momento de su vida, sobre todo durante la infancia. Su síntoma común son las típicas heridas en los labios, también conocidas como calenturas o pupas. Se deben al virus herpes simplex tipo 1 que, según informa la Asociación Española de Pediatría (AEP), permanece en el cuerpo de quienes lo han sufrido «al parecer de por vida», aunque el organismo elabora anticuerpos contra él y en la mayoría de los casos no produce ningún signo.

Las pupas son pequeñas ampollas que aparecen en los labios y al poco tiempo se rompen y dejan una costra. ¿Cuándo surgen esas ampollas? En general, la primera vez que la persona entra en contacto con el virus. Por eso las «calenturas» son tan comunes en la infancia, en particular entre los seis meses y los cinco años de edad.

Después de esa primera vez, si bien los especialistas no lo tienen del todo claro, existen factores que contribuyen a activar el virus. Algunos de esos factores son otras infecciones, fiebre, pequeños traumatismos, exposición al sol o estrés.

Cómo prevenir el herpes labial

Prevenir el contagio del herpes es muy difícil porque la mayoría de las personas están infectadas y pueden transmitir el virus a través de la saliva: al dar besos, compartir un vaso o utensilios de cocina o con solo hablar. La expulsión del virus es mayor -y por lo tanto también las posibilidades de contagiar- cuando se tienen los síntomas, es decir, cuando aparecen las calenturas. Por eso, cuando un adulto está con estos problemas debe evitar dar besos o compartir utensilios con los niños, sobre todo con bebés.

En cuanto a los pequeños con pupas, la AEP recomienda que los niños no asistan a la guardería o la escuela al menos hasta que las ampollas no hagan costra. También sugiere que tanto ellos como sus familiares se laven las manos con frecuencia, para que la infección no se expanda a otras partes del cuerpo, y evitar que los menores compartan los utensilios con otras personas.

Hay niños que padecen de herpes recurrentes, es decir, que tienen estas pupas con frecuencia. En estos casos, los pediatras recomiendan prestar atención a los factores que podrían activar el virus y tomar medidas contra ellos. Si es la exposición al sol lo que despierta las ampollitas, llevar protección labial; si es que el pequeño se muerde los labios por nervios o estrés, procurar que deje de hacerlo, etc.

Por otra parte, el Comité de Lactancia de la AEP aconseja que si se está dando el pecho en tándem (a dos hermanos de distintas edades) y el mayor presenta una lesión por herpes, «no debe ser amamantado para evitar el contagio del recién nacido«.

Gingivoestomatitis, cuando el herpes asume mayor gravedad

En ocasiones, el herpes labial se agrava y da lugar a una gingivoestomatitis herpética, una infección que abarca no solo los labios, sino la piel de alrededor, las encías y la lengua, y que produce hinchazón y úlceras. También genera fiebre, babeo, mal aliento, ganglios en el cuello y malestar general. Vicente García-Patos, dermatólogo de la Universidad Autónoma de Barcelona, explica en un artículo que la gingivoestomatitis afecta al 25-30% de los niños, sobre todo menores de cuatro años y que en tres de cada cuatro casos existen también lesiones en otras zonas, además de la boca: en la cara, los dedos de las manos, el cuello, el tronco y los genitales.

En estos casos, señala la AEP, «lo más importante es aliviar los síntomas». Por eso recomienda ibuprofeno o parecetamol para reducir la fiebre y el malestar, además de analgésicos locales -que debe indicar el pediatra- para las úlceras y la gingivitis, es decir, la hinchazón de las encías.

También, dado que todos estos inconvenientes ocasionan dificultades para comer, se aconseja dar alimentos fáciles de tragar, blandos, suaves y más bien fríos, evitar productos que puedan causar ardor en las heridas (cítricos, salados o con especias) y ofrecer abundante líquido para evitar la deshidratación.

Cuándo acudir al pediatra

Las calenturas no revisten mayor gravedad, de modo que basta con cuidar a los niños para tratar de prevenir el contagio o atenderlos mientras padecen las pupas. Sí se hace necesario acudir a la consulta del pediatra cuando el problema va más allá y se convierte en una gingivoestomatitis. La AEP recomienda hacerlo cuando se identifican los síntomas, para que el médico lo revise y confirme que se trata de este problema. Pero también, pues el ciclo de esta enfermedad puede durar hasta 14 días, sugiere hacerlo en estos casos:

  • Si al niño le duele tanto que no puede tragar ni beber.
  • Si tiene la piel muy seca, los ojos hundidos y lleva unas ocho horas sin orinar: podría estar sufriendo un cuadro de deshidratación.
  • Si el pequeño duerme mucho y cuesta despertarle.
  • Si pasan los días y no mejora.

Otra razón por la cual consultar a un especialista es que padezca solo herpes labial, no gingivoestomatitis, pero que sean muy recurrentes: más de seis casos al año.

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