Por qué los niños y niñas con altas capacidades necesitan atención específica

Algunos menores con altas capacidades pueden subir de curso, pero todos precisan un enriquecimiento curricular, clases especiales donde puedan estar con compañeros como ellos y educación en la diferencia
Por Adrián Cordellat 9 de noviembre de 2023
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Imagen: Max Fischer
Entre el 7 % y el 10 % de la población tiene altas capacidades, pero el sistema educativo es prácticamente incapaz de identificar a los niños y las niñas que las presentan. Sin una atención personalizada, estos menores pueden mostrar problemas de autoestima o dificultades en sus relaciones sociales y desarrollar conductas disruptivas en la adolescencia, como abordamos a continuación.

Las familias tienden a pensar que sus hijos son únicos, especiales. Para una madre o un padre su hijo o hija es lo más importante del mundo. Seguramente también el más guapo o la más inteligente. Partiendo de esa base, alguien podría aventurarse a pensar que van a tener tendencia a sobreestimar las capacidades de sus retoños, a ver en ellos habilidades que ejecutan y desarrollan por encima de la media.

Pero esa percepción, dicen las expertas, es totalmente errónea. Las familias son más objetivas de lo que pudiese parecer y no suelen equivocarse cuando piensan que sus hijos e hijas tienen altas capacidades. Todo lo contrario, en la mayoría de las ocasiones, aciertan.

“Los padres y madres que vienen a nuestra consulta con sus hijos aciertan su sospecha de altas capacidades o superdotación en más de un 90 % de las ocasiones. Es raro que se equivoquen”, explica Carmen Sanz Chacón, psicóloga clínica especializada en Superdotación y Altas Capacidades y directora de la Fundación El Mundo del Superdotado.

¿Qué diferencia hay entre altas capacidades y superdotado?

Según la experta, se suele utilizar el concepto de “superdotación” para alguien que tiene un coeficiente intelectual de 130 o superior y necesita una atención educativa especial. El término “altas capacidades”, sin embargo, es mucho más amplio.

Según Rosabel Rodríguez, directora y fundadora del Programa de Atención a las Altas Capacidades Intelectuales de la Universitat de les Illes Balears, el concepto altas capacidades intelectuales (ACI) se utiliza para hacer referencia a diferentes perfiles cognitivos, entre ellos la superdotación, los talentos en ámbitos concretos –como las matemáticas o el lenguaje–, la precocidad… Se estima que la prevalencia de las altas capacidades se encuentra entre 7 % y el 10 % de la población, mientras que la de la superdotación se mueve alrededor del 2 %.

Como cualquier rasgo físico o de la personalidad, tras las altas capacidades hay una base genética. “Normalmente, en las familias en las que hay un menor con altas capacidades, los padres también suelen ser muy inteligentes o hay alguien en la familia con mucha inteligencia”, apunta Sanz Chacón.

Para Esther Secanilla, doctora en Psicología por la Universitat Autònoma de Barcelona y experta en ACI, esa base genética no implica necesariamente que los niños tengan talentos visibles para el mundo, ni que sean exitosos en el terreno educativo o profesional: “El potencial está ahí y si se acompaña, estimula, comprende, se aborda y acepta, estos niños y niñas pueden llegar a las metas que se propongan y sobresalir”.

Características de niños con altas capacidades

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Imagen: Andrea Piacquadio

Señala Rosabel Rodríguez que estos menores suelen llamar la atención y levantar las sospechas de sus padres porque, generalmente, muestran:

  • una madurez y una capacidad de razonamiento poco normal para su edad.
  • un dominio del vocabulario muy grande.
  • una velocidad y una capacidad para aprender que supera a sus iguales.

“Por ejemplo, empiezan a leer por su cuenta muy pronto, les enseñas algo de matemáticas y lo captan a la primera o hacen preguntas realmente complejas”, explica.

A veces, sin embargo, la sospecha arranca por los problemas que aparecen al iniciar su andadura escolar. “Pueden ser niños que se aíslan o con los que se meten los demás compañeros o tienen una conducta disruptiva en el aula, hiperactivos, a los que los profesores no saben cómo llevar”, añade Carmen Sanz.

La importancia de la detección y la atención específica

En todo caso, recuerdan las expertas, el diagnóstico tiene que realizarlo un profesional especializado en altas capacidades. Para Rodríguez, lo idóneo, si está escolarizado, es hablar con el tutor para que se derive el caso al departamento de orientación del centro. “Si esta vía no es posible, como suele ocurrir muchas veces, la segunda opción sería ir a un centro privado especializado en el diagnóstico de las ACI, pero lo lógico sería hacerlo a través de la escuela, sin coste para las familias, de la misma forma en que se atiende a una persona con dificultades de aprendizaje”, reflexiona.

La detección es fundamental, porque alguien con altas capacidades necesita una atención específica que, sin diagnóstico, jamás va a recibir. Sin embargo, según los datos existentes, el sistema educativo apenas logra identificar a uno de cada 10 menores con altas capacidades, un lastre que en última instancia puede acabar afectando a su rendimiento académico.

🔴 Fracaso escolar

“No hay una relación causa-efecto que diga que un niño o niña, por no ser atendido, va a tener fracaso escolar, pero es evidente que la posibilidad de que esto ocurra aumenta y mucho, porque el menor está en un contexto en el que se encuentra desmotivado, el ritmo es lento para lo que necesita, hay muchos elementos repetitivos; y todo eso lleva a ir perdiendo interés por la educación y por la escuela. Evaluar a estos niños es poner de manifiesto que esa necesidad existe, de visibilizar el derecho a ser atendido”, reclama Rosabel Rodríguez.

🔴 Falta de autoestima

Esa falta de atención específica, en casos extremos, puede llevar también a una falta de autoestima, a una sensación de no encajar que se acrecienta en la adolescencia, ya que la diversidad es mucho mejor aceptada en la infancia. “Durante la adolescencia es frecuente la conformación de grupos bastante miméticos, que es una forma de identificarse, y eso hace que la diferencia sea más difícil de asumir en esta etapa. Niños y niñas que a lo mejor cuando tenían 10 años no han tenido ningún problema en preguntar, en levantar siempre la mano, en decir cosas que conocen, a lo mejor en esta época optan por callarse, por pasar más desapercibidos”, cuenta Rodríguez.

Esto, según Carmen Sanz, provoca que, fundamentalmente en esta etapa vital, estos menores tiendan a aislarse al ver que no encajan, a volverse solitarios. “Para todos es fundamental la aceptación del entorno. Si el entorno no te acepta, lógicamente te sientes mal. Es habitual que lleguen con la autoestima por los suelos, con problemas en las relaciones sociales o que desarrollen conductas disruptivas para ser aceptados”, sostiene.

🔴 Acoso escolar

También es relativamente frecuente que algunos puedan acabar siendo víctimas de acoso escolar, como ocurre con cualquier alumno que es diferente por algún motivo. “Uno de cada dos menores con altas capacidades sufre acoso escolar y muchos también mobbing cuando se incorporan al mercado laboral”, analiza Sanz.

🔴 Niñas con altas capacidades, más difícil de detectar

El 90 % de los niños y las niñas con altas capacidades intelectuales no son identificados por el sistema escolar y la peor parte de este fallo se la llevan las niñas. Según Carmen Sanz Chacón, se identifican a tres niñas con altas capacidades por cada siete niños.

“Las niñas se ocultan mejor, no crean tantos problemas, disimulan más, intentan adaptarse mejor a la clase y a los compañeros. Y, además, por regla general, las mujeres generalmente nos creemos menos inteligentes de lo que somos, al revés que los hombres”, apunta la psicóloga clínica especializada en Superdotación y Altas Capacidades.

Según Rosabel Rodríguez, la cosa empeora incluso en la adolescencia, porque en el caso de las chicas se añade la presión por el aspecto, por la belleza, por el tipo de comportamiento que se considera adecuado en una mujer. “Hay una discrepancia entre la feminidad y la inteligencia. Es algo que suena muy retrógrado, pero que en el fondo sigue todavía muy vigente”, argumenta.

Cómo sacar partido a su potencial

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Imagen: Marta Wave

“En la educación siempre van a faltar recursos. Hoy tenemos más que nunca, pero también aparecen nuevas necesidades”, sostiene Rodríguez. A falta de recursos para atender a la diversidad en el aula, cada vez más comunidades autónomas, entre ellas Madrid, Baleares o la Comunidad Valenciana, están desarrollando programas de enriquecimiento extracurricular para estos alumnos con varios encuentros al mes, generalmente los viernes por la tarde o los fines de semana.

“Hoy por hoy, no obstante, lo más barato y sencillo es pedir que les suban de curso; el resto se lo tienen que buscar los padres”, añade Sanz Chacón. Una opinión que no comparte al 100 % Rodríguez, ya que, aunque la considera una buena medida para casos concretos, no cree que sea para todos los menores con ACI: “Por ejemplo, una persona con talento en las matemáticas puede ir dos cursos por delante de sus compañeros en esa área, pero eso no significa que acelerarle en otras áreas le vaya a ir bien. Hay que tener diferentes opciones educativas y ofrecer en cada caso aquella que se adecúe más al perfil del alumno”.

➡️ Los fallos del sistema educativo

La Fundación El Mundo del Superdotado publica en su web un decálogo con 10 cambios imprescindibles en el sistema educativo para mejorar la atención a las altas capacidades. Entre ellos estarían:

  • el establecimiento de un criterio único a nivel nacional para definir a un menor de altas capacidades que no deje fuera a ningún niño ni niña.
  • la creación dentro de cada centro escolar de un aula abierta de altas capacidades intelectuales.
  • la admisión de las evaluaciones de los psicólogos clínicos sanitarios para darles la misma validez que a los diagnósticos realizados por el resto de profesionales sanitarios.

No obstante, todas las expertas consultadas coinciden en señalar como prioritaria la formación del profesorado para el abordaje de las altas capacidades en el aula. “Actualmente, el mayor problema es la falta de formación de calidad para el profesorado. Este es un problema grave, porque para atender a estos niños no basta con querer, hay que saber. En la carrera no hay asignaturas específicas de altas capacidades, como mucho alguna asignatura optativa o como tema dentro de una asignatura”, lamenta Rosabel Rodríguez.

➡️ Qué pueden hacer las familias

Sanz Chacón señala la importancia de que la familia sepa aprovechar las posibilidades que ofrece el entorno para alimentar el hambre de aprendizaje de sus hijos. “La ciudad está llena de cosas interesantes que les podemos ofrecer, desde una visita a un museo hasta una exposición sobre ciencia, pasando por ir juntos al teatro o debatir a partir del visionado de una película… Hay muchos recursos que muchas veces, por desconocimiento o por falta de tiempo, no exploramos”, afirma.

Las expertas consultadas abogan, sin dudarlo, por no ocultar a niños y niñas el hecho de que tienen altas capacidades. “Los menores tienen que saberlo, decirles que esa capacidad no les hace mejores ni peores, solo distintos. Hay que normalizar la situación, que entiendan que es simplemente un aspecto de su forma de ser, que lo cultiven, que lo acepten y que se sientan cómodos con ello”, apunta Rosabel Rodríguez, directora del Programa de Atención a las Altas Capacidades Intelectuales de la Universitat de les Illes Balears.

También destaca la importancia de que los progenitores propicien el diálogo y promuevan una relación de confianza con sus hijos e hijas. “Si los chicos y las chicas se sienten cómodos para hablar con sus familias, será la manera más fácil de que si aparece una dificultad o problema, lo comuniquen y puedan ayudarles. A veces, los padres y madres hablamos mucho y les decimos muchas cosas, pero ellos nos hablan menos y los escuchamos menos”, afirma la experta.

Esta confianza se consigue desde la primera infancia a través de detalles como prestar el 100 % de atención a los niños cuando nos hablan. “No se puede pretender que alguien con quien no nos hemos comunicado en 12 años, empiece a hacerlo por sí mismo a los 13. Si eso lo cultivamos desde la infancia, cuando llegue la adolescencia habrá un puente real entre ellos y nosotros que les será más fácil cruzar para contarnos sus problemas”, concluye.

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