TDAH en niños: qué es, quién lo diagnostica y cómo se trata este trastorno

El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) se asocia con niños que no paran quietos, se distraen con facilidad o tienen dificultades para seguir las normas... pero no hay consenso
Por E. Sánchez 24 de junio de 2020
TDAH que es como tratarlo
Imagen: Getty Images

Después de semanas de convivencia con menores encerrados, muchos padres han tenido un pensamiento recurrente: ¿por qué serán tan inquietos? ¿Tendrán un Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad? El exceso de actividad, la falta de atención o las dificultades para controlar los impulsos son algunos de los síntomas asociados al TDAH que, pese a ser uno de los más diagnosticados en niños y adolescentes, no consigue alcanzar el cuórum científico. En el siguiente artículo explicamos cuáles son las categorías de este trastorno y ofrecemos pistas para detectarlo y tratarlo.

El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) se asocia a grandes rasgos con niños que no paran quietos, se distraen con facilidad o tienen dificultades para seguir las normas. Se trata del más diagnosticado del mundo en la infancia y adolescencia y, sin embargo, genera disenso en la comunidad científica, donde cohabitan varias posturas respecto a su conceptualización, origen y tratamiento.

Tres tipos de TDAH

El ‘Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales’ (DSM-5), publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría, marca la pauta mundial para gran parte de los profesionales a la hora de detectar y tratar esta patología. Asegura que el trastorno se da más en niños que en niñas, con una proporción de dos a uno. Aunque a veces se habla coloquialmente de TDA para referirse a personas que presentan déficit de atención pero no hiperactividad, este término no corresponde en realidad a ningún criterio diagnóstico, recuerdan los especialistas. No obstante, esta guía sí contempla tres subtipos para el TDAH: inatento, hiperactivo-impulsivo y combinado. El psicólogo Rafael Guerrero, profesor de Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, explica las tres categorías.

  • Niños inatentos. Les cuesta concentrarse, focalizar y atender a estímulos concretos, pero no se muestran muy inquietos ni impulsivos. Es más frecuente en niñas.
  • Niños hiperactivo-impulsivos. No manifiestan la inatención del primer grupo, pero sí una incapacidad para controlar su conducta y su pensamiento. Son muy impulsivos, los típicos niños que se mueven todo el rato en clase, pero se enteran de todo.
  • Niños de patrón combinado. Viene a ser la suma de los anteriores. Tienen dificultades para concentrarse y también para controlar sus impulsos: no pueden parar.

Los padres suelen pedir ayuda cuando se encuentran ante uno de los dos últimos grupos, pero el primero es más difícil de detectar, porque no tiene síntomas visibles. “Suele ser la típica alumna que no da guerra en clase y que no es retadora, pero que cuando llega la época de exámenes suspende todo porque no se entera de nada y está en su mundo”, aclara Guerrero. “Esta podría ser una de las razones por la que las niñas pasan más desapercibidas en la detección diagnóstica”, añade Juan Vicente Blázquez, psicólogo general sanitario y orientador educativo. No obstante, Guerrero recuerda que no puede emitirse un diagnóstico como tal antes de los seis o siete años, ya que el TDAH se debe a la inmadurez de una parte del cerebro y este no está lo suficientemente desarrollado previamente como para hacerlo.

El TDAH y la tendencia al conflicto

Aunque no conviene generalizar, el TDAH podría estar detrás de una persona que tiene dificultad para acabar tareas, se muestra ausente o sigue una conducta activa que no le permite ser operativa, afirma Blázquez. Advierte de que, en función de su etapa evolutiva, estas características podrían variar. “Un niño podría tener dificultades para esperar su turno en una fila; una adolescente, lanzar continuas llamadas de atención; y un adulto, encontrar problemas para organizar los tiempos y procedimientos de su vida personal y laboral”, resume. Tengan la edad que tengan, las personas con TDAH sufren al percibirse como diferentes. “Hay muchos matices dependiendo del grado, la estructura social y la personalidad de cada uno, pero podría decirse que comparten el hecho de sentirse incomprendidos e infravalorarse a sí mismos”, añade.

Rafael Guerrero asegura que, si no se detecta y trata a tiempo el problema, “las consecuencias pueden ser terribles, ya que a la persona le faltarán las muletas –metafóricas– para andar por la vida”:

  • “La investigación demuestra que los niños con TDAH no tienen mejores amigos”, prosigue el experto. “Tampoco suelen ser invitados a los cumpleaños porque molestan, son diferentes o disruptivos”, comenta. Se trata, no obstante, de niños muy inteligentes, por lo que se dan cuenta del aislamiento y les provoca sufrimiento.
  • No saben gestionar la rabia o el miedo, y eso les genera dificultades para relacionarse.
  • Su incapacidad para concentrarse afecta al ámbito académico, y eso les causa problemas en casa.
  • En la adolescencia y edad adulta, una persona con dificultades para planificar o controlar sus impulsos tiene, además, más probabilidades de tener rupturas sentimentales, accidentes, conflictos sociales o –incluso– consumir drogas.

TDAH: cómo detectarlo

ninas jugandoImagen: Getty Images

Juan Vicente Blázquez, psicólogo general sanitario y orientador educativo, enumera una serie de indicios que pueden inducir a los padres a una primera sospecha: que un niño o niña se muestre descuidado (que no ponga atención en lo que hace), que pierda habitualmente cosas, que le cueste concentrarse, que no respete turnos o que muestre dificultades de aprendizaje. En ese caso, habría que acudir a un profesional sanitario, ya sea un pediatra, psiquiatra infantil, o un psicólogo clínico, ya que muchos de los comportamientos observados podrían no valorarse de forma adecuada. Resulta fundamental buscar consejo profesional en caso de duda, ya que a menudo se patologizan conductas que nada tienen de preocupante, alerta. No incidir en todo esto previamente podría aumentar el número de diagnósticos.

“Un niño o una niña de desarrollo típico corre, juega, chilla, se despista, se cae, se enfada sin control… Cuando todo esto supera de forma significativa lo esperable por edad y se ha dado una verdadera respuesta educativa y familiar de forma constate durante meses, entonces podemos empezar a hablar de TDAH”, advierte Blázquez.

Tenemos la fea costumbre de transformar rasgos de la personalidad en trastornos”, explica Guerrero, que cita el caso de la timidez, al que se le achaca erróneamente “fobia social” cuando en realidad se trata de algo perfectamente sano. “Si un niño es más movido que los demás en el parque o en clase, no significa nada”, aclara. “Habrá que esperar unos años [a partir de los seis] para ver si se trata de un síntoma de TDAH o comprobar si tiene un desarrollo cerebral más lento. Un diagnóstico requiere un experto, y no puede llevarse a cabo con un simple test”, especifica. Si se intuye que puede haber algún problema, aconseja consultar con un profesional lo antes posible para obtener orientación y poder realizar un trabajo conductual y de hábitos.

TDAH: cómo tratarlo

Aunque –según recuerda Blázquez– el tratamiento que ha demostrado mayor eficacia a partir de los seis años con diagnóstico es la combinación de terapia conductual y farmacológica, enfatiza que “cada caso debe enfocarse según las necesidades específicas de cada niño”. Para Rafael Guerrero, lo esencial a la hora de abordarlo es llevar a cabo una intervención psicológica, tanto con el menor como con sus padres –en la que se trabaje a nivel cognitivo, conductual, emocional y ejecutivo– y explicar bien a la familia en qué consiste el TDAH para que no hagan malas atribuciones a sus hijos; es decir, pensar que los niños son malos, lo hacen a propósito o les toman el pelo.

En este sentido, recurrir a alguna de las cerca de 90 asociaciones de ayuda y orientación sobre el TDAH que existen en España puede resultar útil. “A partir de ahí, existen muchas otras opciones, entre las que se encuentra la farmacológica, aunque ni todos los que tienen este trastorno están medicados ni a todos les funciona bien”, puntualiza. “Quizás haya niños que necesiten un profesor particular, un psicopedagogo o un logopeda”, indica.

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