Una construcción típica del norte de España, el hórreo

Su principal característica es que se construye elevado sobre pilares o "pegollos", para evitar que ciertos animales devoren los alimentos que guarda en su interior
Por EROSKI Consumer 1 de octubre de 2007

Los hórreos son una construcción típica del noroeste de la Península Ibérica, sobre todo en las comunidades autónomas de Cantabria, Asturias, Galicia, Castilla y León y Navarra, que cumple con la función de granero, aunque su forma los hace diferenciarse de cualquier otro tipo de edificación de carácter agrario.

Resultan muy vistosos y llamativos debido a que la construcción se eleva unos metros sobre el suelo, a través de cuatro o seis pilares, conocidos popularmente como «pegollos», que acostumbran a tener sobre un metro de altura. Estos pilares ayudan a aislar del suelo la construcción. En su interior se guarda el maíz, frutas, hortalizas, la carne procedente de la matanza… Así se evita que estos productos se humedezcan. También suelen guardarse aperos agrícolas. Para acceder al hórreo se emplea una pequeña escalera o un simple tocón de un árbol, debido a la escasa altura sobre la que se eleva la construcción.

Bajo el hórreo, en la zona que queda protegida de la lluvia por la propia construcción, puede guardarse el carro, aperos de labranza o leña. El montón de leña no puede elevarse demasiado porque los roedores podrían acceder a través de ella al interior del granero, motivo por el que fundamentalmente se eleva.

Se construyen generalmente en madera, por lo general de roble o castaño, aunque también pueden ser de piedra. Su cubierta habitualmente es a dos aguas y suelen disponer de dos puertas para mejorar su ventilación. Las puertas suelen estar orientadas al este o al sur para evitar, en la medida de lo posible, las inclemencias meteorológicas.

Sobre la parte superior de las patas suelen colocarse unas piedras redondeadas, que pueden engrasarse, para evitar que los roedores accedan al interior del hórreo. Sobre las mencionadas piedras suelen colocarse unas chapas de metal, generalmente de cinc, para evitar que las ratas escalen por las rugosidades de la piedra. Para abaratar costes a veces se emplean cubos de metal, cuyo fondo se haya deteriorado, para cumplir esta función.

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