Depósitos montepíos

Estos depósitos cobran protagonismo para hacer frente a las contingencias laborales y complementar las pensiones de la Seguridad Social
Por Laura Caorsi 24 de junio de 2011
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Imagen: rubenshito

La certidumbre es un valor cada vez más escaso en el ámbito laboral. Además del paro -la principal preocupación de los españoles hoy-, otras cuestiones como las inminentes reformas o el retraso de la edad de jubilación ponen de relevancia que el sistema de Seguridad Social no se puede sostener tal y como está planteado hoy en día. Su configuración necesita de ciertos ajustes para hacer frente a un reto demográfico sin precedentes: el aumento de la esperanza de vida y el descenso de la natalidad. Este escenario era difícil de imaginar hace poco más de 50 años, cuando se diseñó y se creó el régimen público de pensiones. Del mismo modo, nada garantiza que dentro de otro medio siglo, o incluso menos, la situación no vuelva a cambiar. De ahí que muchos trabajadores busquen alternativas en el ámbito privado para paliar esa inseguridad. Entre ellas, la adhesión a una mutualidad o montepío.

Qué, cuándo, cómo

Los montepíos son instituciones de previsión social que funcionan de manera paralela (a veces alternativa, casi siempre complementaria) al sistema general de Seguridad Social. Los hay de carácter estatal -como los que asisten a los militares o a los funcionarios públicos– y de carácter privado, también llamados mutualidades. Sean de un tipo o de otro, estas entidades congregan a personas de un mismo oficio o profesión, que se asocian para reunir capital en beneficio de todos, incluidas sus familias. De hecho, el diccionario define a los montepíos como depósitos de dinero que se forman con las contribuciones de los individuos de un cuerpo para socorrer a sus viudas y huérfanos, aunque en la actualidad contemplan más escenarios que el fallecimiento de los asociados.

Congregan a personas de una misma profesión, que se asocian para reunir capital en beneficio de todos

Las principales características sociales de las mutualidades son:

  • La ausencia de ánimo de lucro.

  • Constituirse como sociedades de personas, no de capitales.

  • La gestión participativa.

  • La solidaridad, porque cumplen los principios de no exclusión del colectivo en los riesgos que no pueden cubrir los sistemas individuales.

  • Un objeto social que consiste en el pago de pensiones complementarias a la Seguridad Social pública.

  • La participación democrática de los mutualistas en los órganos de gobierno de la institución: todos los socios son electores y elegibles para los cargos de responsabilidad.

Las Mutualidades de Previsión Social se financian con las aportaciones regulares de sus socios y, con ese capital, cubren diversas contingencias laborales que afectan a los trabajadores y sus núcleos familiares:

  • Por un lado, garantizan las pensiones de los colectivos que las conforman, ya sean profesionales (ingenieros, arquitectos, abogados..), empleados de empresas o padres de alumnos con base cooperativa, entre otros.

  • Por otro, extienden su acción protectora a las prestaciones de asistencia sanitaria.

  • Además de la jubilación y la salud, contemplan prestaciones por invalidez y por muerte y supervivencia: si un mutualista fallece, su cónyuge y sus hijos menores de 18 años reciben, respectivamente, pensiones de viudedad y orfandad.

Protagonismo al alza

Aunque la Seguridad Social cubre estas situaciones, es innegable que, al pensar en el futuro, la incertidumbre ha cobrado protagonismo y se recurre a estas instituciones con frecuencia.

¿Qué pasa si el sistema vuelve a cambiar o si la jubilación no alcanza para vivir con tranquilidad? En previsión de esos escenarios, muchos trabajadores recurren a alternativas diversas como planes de pensiones, fondos de inversión o seguros de vida. Y otros -los que pertenecen a grupos que cuentan con mutualidad propia- se adhieren a los montepíos.

En España, casi dos millones y medio de trabajadores son socios de mutualidades privadas

Las cifras oficiales confirman esa tendencia. En España, casi dos millones y medio de trabajadores (el 13% de la población activa) son socios de mutualidades privadas. Según los últimos datos de la Confederación Nacional de Mutualidades de Previsión Social (CNEPS), correspondientes a diciembre de 2010, el conjunto de estas entidades percibe unos ingresos superiores a 2.500 millones de euros por las cuotas de sus asociados y tiene unos activos que rondan 31.500 millones de euros. Para poner esta cifra en contexto, basta decir que los recursos actuales son 715 veces más elevados que los gestionados hace algo menos de 30 años.

El crecimiento exponencial de los activos se registra, en concreto, a partir de 1984. ¿La razón? En agosto de ese año, las mutualidades dejaron de ser solo instituciones de previsión social para adquirir naturaleza legal de entidades aseguradoras. ¿El método? La aprobación de una ley, la 33/1984, de Ordenación del Seguro Privado. ¿La finalidad? Alcanzar la solvencia y la fortaleza financiera necesarias para cumplir sus objetivos sociales. Esto significa que, mientras su funcionamiento se asemeja al de las empresas aseguradoras, se mantiene intacto su carácter democrático, participativo y social.

las comunidades autónomas han asumido competencias sobre su funcionamiento y organización

Otra característica particular del mutualismo es que las comunidades autónomas han asumido competencias en todo lo relacionado con su funcionamiento y organización, un rasgo que diferencia de manera sustancial este sistema de previsión social del resto.

Al respecto, la CNEPS señala que todas las comunidades han asumido esta responsabilidad en sus estatutos, aunque de momento, solo cuatro de las 17 han ejercido en plenitud esa competencia legislativa: País Vasco, Cataluña, Valencia y Madrid. También indica que estos son los territorios donde el mutualismo ha experimentado un mayor crecimiento -en presencia y economía- y una consolidación más notoria.

El origen de montepíos y mutualidades

Resulta interesante echar un vistazo al pasado para entender mejor cuál es el papel que representan los montepíos en la sociedad española. Así se sabe que el sistema que hoy funciona de un modo complementario fue, en su día, el único permitido. O que la creación de los montepíos privados es posterior a la conformación de los públicos, ya que el Estado creó los primeros montepíos oficiales en el siglo XVIII para auxiliar a los funcionarios y sus familias, primero los militares en 1761, y luego los funcionarios civiles.

Diez años después, se constituyó el primer montepío privado: el de Abogados de Zaragoza. La génesis del mutualismo en España está en los profesionales liberales, las clases obreras y los grupos mercantiles.

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