Dispersión de especies

La actividad humana está afectando negativamente a este fenómeno natural
Por Alex Fernández Muerza 17 de abril de 2006

La capacidad de dispersión de una especie se refiere a su posibilidad física de abandonar su ecosistema para llegar a otro donde pueda encontrar unas condiciones adecuadas para su supervivencia y reproducción.

Los mecanismos de dispersión son un factor esencial en la distribución natural de las especies y en el intercambio de material genético dentro y fuera de las poblaciones. Atendiendo a esta capacidad, los ecosistemas se componen de dos tipos de especies. Por un lado, las especies nativas, propias del lugar; por otro lado, las especies inmigrantes, introducidas de forma accidental o deliberada.

La actividad humana ha acelerado la dispersión de especies, en algunos casos con resultados muy negativos, al poner en peligro la supervivencia de las especies nativas. Según la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN), la dispersión de especies foráneas e invasoras es una amenaza muy difícil de controlar que aumenta rápidamente. La creciente mundialización económica y la mitigación de los controles comerciales estarían detrás de esta dispersión incontrolada de especies.

La dispersión de especies foráneas e invasoras es una amenaza muy difícil de controlar que aumenta rápidamente
La fragmentación del paisaje, provocada entre otros factores por la transformación de cultivos, la deforestación, la urbanización, la pérdida de uso de las vías pecuarias o las obras públicas, suele implicar la reducción del número de organismos. La capacidad de dispersión de las especies es un factor decisivo en este contexto, ya que puede permitirles enfrentarse al problema de la incomunicación de las poblaciones. Si las especies implicadas tienen una capacidad de dispersión limitada se reduce la probabilidad de recolonización de aquellos fragmentos abandonados, produciéndose un paulatino empobrecimiento de las comunidades.

Por ello, los planes de conservación deben tener en cuenta los efectos de la fragmentación sobre las especies, con el fin de preservar su variabilidad genética. Una forma habitual de intentar paliar este problema es el establecimiento de corredores con los que facilitar estos intercambios, aunque siempre con cautela para que no se produzcan efectos negativos.

Las especies utilizan diferentes mecanismos de dispersión:

  • Anemocoria, o dispersión por el aire. Se trata de un mecanismo fundamental en el caso de las especies vegetales que no había podido ser demostrado hasta hace poco. El estudio de un grupo de científicos españoles demostraba, en un estudio publicado en la revista Science, que dos zonas bien conectadas por viento presentan altas similitudes en su flora
  • Hidrocoria, o dispersión por el movimiento del agua. Es una forma de transporte habitual en el plancton y en las larvas de muchos organismos marinos
  • Anemohidrocoria, o dispersión sobre el agua con la ayuda del viento. Las plantas como juncos y gramíneas, e incluso algunos tipos de insectos, capaces de resistir en el agua hasta cinco días, suelen utilizar este mecanismo
  • Zoocoria, o dispersión mediante animales. Las semillas o granos de polen se adhieren a las diferentes partes de aves, insectos u otros organismos para poder desplazarse. Los animales que guardan reservas alimenticias, como hormigas o ardillas, también contribuyen a la dispersión. El ser humano, como especie que se desplaza constantemente por todo el planeta, es un importante diseminador de especies

Especies según su dispersión

A lo largo de su evolución, las especies han adquirido una serie de características para poder competir con otras especies, según el ambiente en el que viven. Las especies pequeñas y de tamaño microscópico, como bacterias, protozoos, plantas fugaces o animales diminutos, suelen ocupar nuevas áreas con facilidad, extendiéndose con gran rapidez. Sin embargo, si las condiciones ambientales cambian, o si entran en competencia con otras especies, desaparecen bruscamente. El papel de estas especies es clave para colonizar los ecosistemas en las primeras etapas de su desarrollo.

Por su parte, los animales y plantas grandes y longevos se mantienen con altibajos, pero siempre cerca de la densidad máxima que pueden tener en esas condiciones, en medios estables como selvas, bosques o regiones esteparias. Las especies también suelen clasificarse como de “borde blando” o “borde duro” según su facilidad o dificultad para alcanzar fragmentos de hábitat propicios.

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