España acoge 29 de las 1.000 especies de murciélagos repartidas por todo el mundo

Estos mamíferos, algunos en peligro de extinción, son excelentes controladores naturales de insectos
Por EROSKI Consumer 12 de diciembre de 2003

Los murciélagos deben su mala fama a la literatura fantástica. Pero la realidad es que estos inofensivos mamíferos, algunos de ellos al borde de la extinción, son excelentes controladores naturales de insectos, que, incluso, pueden actuar como polinizadores. De la conservación de estos animales y de sus beneficios para la naturaleza se habló mucho el pasado fin de semana en Valencia, donde la Sociedad Española para el Estudio y Conservación de los Murciélagos (Secemu) celebró su reunión anual.

A pesar de la leyenda negra, los murciélagos no son animales agresivos; no atacan prácticamente nunca, sólo muerden cuando se les coge; evitan el contacto con el suelo para eludir la amenaza de los depredadores, y, ante el peligro, optan por la quietud como estrategia defensiva.

Prefieren lugares con temperaturas cálidas y una humedad relativamente alta, donde abundan los insectos, que son el elemento fundamental de su dieta. Durante el día tienen un nivel muy bajo de actividad, sólo duermen o copulan en sus refugios, que eligen dependiendo de la especie a la que pertenecen: los forestales, en los árboles; los cavernícolas, en cuevas o rocas, y los fisurícolas, habituales en el medio urbano, en persianas, grietas…

De noche, salen a cazar. Son animales bastante sedentarios y sus desplazamientos son cortos. Como las rapaces nocturnas y, a pesar del reducido tamaño de sus ojos, son capaces de ver en la oscuridad, aunque se guían por las ondas de alta frecuencia que emiten, y que no resultan perceptibles para el oído humano. «Las ondas rebotan en obstáculos y ellos, como los delfines y las ballenas, son capaces de interpretar el eco y hacerse una idea tridimensional de lo que tienen delante», explica Miguel Ángel Monsalve, biólogo del Centro de Recuperación de Fauna de La Granja de El Saler (Valencia).

Insectívoros y carnívoros

Los quirópteros son insectívoros, salvo excepciones como la del nóctulo gigante, que incorpora aves a su dieta, y el ratonero patudo, que hace lo propio con aquellos peces que nadan casi en la superficie y que captura gracias a sus enormes patas posteriores, las cuales utiliza a modo de rastrillo. Precisamente el equipo del profesor Carlos Ibáñez, biólogo del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de la Estación Biológica de Doñana, estudia la existencia de varias colonias de esos murciélagos carnívoros, especie única en Europa, en el parque María Luisa en Sevilla, en Doñana y en el Zoo de Jerez de la Frontera (Cádiz).

Por su dispersión geográfica, por la diversidad de colonias y por su «modus vivendi» -sólo salen de los refugios durante la noche- es prácticamente imposible realizar un censo de murciélagos, único mamífero capaz de volar. Se sabe, eso sí, que existen más de 1.000 especies de quirópteros repartidas por todo el mundo, 29 de las cuales están representadas en España. Esta catalogación, no obstante, puede sufrir modificaciones en breve porque «la técnica de la genética molecular está permitiendo descubrir que hay murciélagos que considerábamos de una especie pero que realmente pertenecen a otras desconocidas en España», explica Carlos Ibáñez.

Al atardecer, y por su carácter gregario, abandonan el refugio en bandada, circunstancia que facilita su recuento en el caso de los murciélagos cavernícolas. Se requieren, eso sí, sofisticados aparatos de ultrasonido y cámaras de infrarrojos. Forman colonias compuestas por un número de ejemplares que oscila entre los 5.000 y 15.000 individuos, aunque no es difícil hallar otras mucho menos numerosas. En ambos casos hay representación de, al menos, cuatro especies y puede llegar a ocho.

En peligro

Son los murciélagos forestales -que abundan en el norte- y especialmente los cavernícolas -que prefieren Andalucía y el litoral mediterráneo- los que más se resienten de las amenazas que suponen para ellos los incendios, el uso de pesticidas agrícolas -que provoca una merma de insectos- y las constantes perturbaciones que sufren en sus refugios habituales -las cuevas frecuentadas por espeleólogos y excursionistas o clausuradas para proteger otros valores arqueológicos, pictóricos o medioambientales-. Hay constancia de la desaparición de poblaciones enteras por la presión producida por agentes externos en los refugios en época de hibernación o cría.

No en vano, dos de las tres especies cuyo censo se ha visto mermado más alarmantemente, y por las que luchan los investigadores para que sean incluidas en el catálogo de especies amenazadas, pertenecen al grupo de los cavernícolas. Están a punto de conseguir ese objetivo con el murciélago patudo (Myotis capaccinii), pero el Ministerio de Medio Ambiente no parece estar por la labor de adoptar medidas para proteger al ratonero forestal (Myotis bechsteini) y al mediano de herradura (Rhinolophus mehelyi).

Molestias dañinas

Pese a su parecido físico con las ratas, los murciélagos comparten poco más con ellas. Mientras estos roedores viven poco y se reproducen mucho, los quiróptero son más longevos y las hembras tienen sólo una cría al año, a lo sumo, dos y algunas, ni eso. Hay momentos «críticos», explica Monsalve, «cuando las crías son muy pequeñas porque si caen al suelo son incapaces de remontar el vuelo y las madres no se ocupan de ellas. También cuando las hembras están a punto de dar a luz porque pueden abortar ante la presencia de otros vertebrados, lo que afectaría a muchos ejemplares, ya que están muy sincronizados».

Ante la cada vez menos frondosa masa forestal, los expertos abogan por la colocación de refugios artificiales en zonas de arbolado y por el vallado periférico de las cuevas, especialmente en época de reproducción, como medidas paliativas ante las principales amenazas a las que tienen que hacer frente estos animales.

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