Dermatólogos y cirujanos advierten de que el uso del «botox» podría sobrepasar los límites establecidos por Sanidad

El uso de la toxina se limita al área facial comprendida entre el entrecejo y una zona delimitada a partir de un centímetro sobre las cejas
Por EROSKI Consumer 29 de febrero de 2004

La utilización de la toxina botulínica, más conocida como «botox», por parte de las clínicas podría rebasar los limites establecidos por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, dependiente del Ministerio de Sanidad y Consumo, según declaraciones realizadas por diversos portavoces del colectivo médico especializado en dermatología y cirugía plástica. Algunas clínicas ya han comenzado a ofrecer el producto para tratar las arrugas de la cara.

La Agencia aprobó hace quince días la comercialización de la especialidad farmacéutica «Vistabel», el nombre comercial en España del popular «botox». La autorización limita la toxina «para la mejoría en la apariencia de las líneas verticales de intensidad moderada a grave, entre las cejas al fruncir el entrecejo, en adultos de menos de 65 años de edad». Es decir, el uso de la toxina estaría limitado al área facial comprendida entre el entrecejo y una zona delimitada a partir de un centímetro sobre las cejas.

Ámbito de aplicación

Lo que queda totalmente fuera del ámbito de aplicación de la toxina es la zona de los labios, cuello y escote. Pero estas zonas son, a juicio de los especialistas, susceptibles de aplicación con el nuevo producto farmacéutico. Por ejemplo, en una reciente comparecencia, el presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica Reparadora y Estética, Manuel Sánchez, aseguró que «el criterio de utilizarla (la toxina) en otras áreas corresponde al médico» y en ello influye directamente las necesidades del paciente. Por su parte, el especialista en Cirugía Plástica, Estética y Reparadora del Hospital Universitario de Getafe (Madrid), Federico Mayo, mantiene que «muchos medicamentos se autorizan para determinadas cuestiones y más tarde se aplican a otras».

En la rueda de prensa en la que se presentaba el nuevo producto -en la que también participaron el presidente de la Academia Española de Dermatología y Venereología, José Luis Díaz, y Pedro Jaén, especialista en Dermatología Médico-Quirúrgica del Hospital Ramón y Cajal de Madrid- se argumentó constantemente con los escasos efectos secundarios que proporciona la utilización de la toxina botulínica y que sólo pueden incidir en un desequilibrio mínimo de los rasgos faciales y siempre si la administración se ha hecho incorrectamente.

Este hecho está validado por las mínimas cantidades que se introducen en el organismo, muy alejadas de las que podrían producir fenómenos nocivos para la salud. Sus casi nulos efectos secundarios son prácticamente objeto de unanimidad en el colectivo médico, respaldado por la utilización, durante años, de la toxina en otros países.

Uso hospitalario

La autorización de la Agencia delimita la administración del producto a «médicos con la cualificación adecuada, con experiencia en el tratamiento y con el equipo apropiado». Además, considera la sustancia como de «uso hospitalario, en el sentido de que su administración a los pacientes únicamente se realice en centros sanitarios autorizados para este fin». Este hecho ha provocado reacciones positivas entre los médicos, ya que tratan de evitar el intrusismo por parte de centros de belleza que podrían inocular mal el producto.

El tratamiento, que tiene un coste superior a los 400 euros, consiste en la inyección de una dosis mínima del producto, que funciona como relajante muscular atenuando las arrugas y suavizando la expresión durante seis meses, tras los cuales acaba su efecto. Los resultados visibles comienzan a desaparecer a partir del tercer mes, por lo que es necesario volver a inocular la toxina para que la arruga facial se estire otra vez. La administración de la misma sólo se puede hacer dos veces cada año.

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