Eliminar tatuajes, un proceso caro, prolongado y que además deja marca

El método más eficaz para borrarlos son las intervenciones con láser, cuyo precio oscila entre los 720 y los 6.000 euros
Por EROSKI Consumer 13 de agosto de 2002

Algunas comunidades autónomas como Aragón, Navarra, Valencia, Murcia y Cataluña han desarrollado en los últimos meses normativas para regular los establecimientos de «piercings» y tatuajes, que tanto han proliferado en nuestro país en los últimos años. Baleares ha sido la última comunidad en elaborar un decreto para regular las condiciones higiénico-sanitarias de estos locales a los que actualmente acuden con mucha frecuencia jóvenes que no tienen en cuenta que en algún momento de su vida pueden arrepentirse de haberse colgado un «piercing» o gravado un dibujo en su piel.

De hecho, recientes estudios sociológicos defienden que más de la mitad de la gente se arrepiente en algún momento de su vida de haberse puesto un tatuaje e intenta deshacerse de él con los recursos que tiene a su alcance, comenta la médico del Instituto Médico Láser (IML) de Madrid Paloma Cornejo.

En el caso del «piercing», quitárselo no ofrece problemas. Todo lo contrario ocurre con los tatuajes, cuya eliminación cuesta un mínimo de 150 euros, puede durar meses y dejar antiestéticas cicatrices.

El dermatólogo donostiarra Pedro Cormenzana explica que el método más eficaz para borrarlos son las intervenciones con láser, cuyo precio oscila entre los 720 y los 6.000 euros. Existen también otros procedimientos convencionales de cirugía plástica como extirpaciones, estiramientos, cortes o injertos de piel que, aunque resultan más asequibles, dejan visibles señales.

El coste de este método, el único que logra eliminar los dibujos cutáneos, es elevado porque en ocasiones es preciso combinar varios tipos de aparatos láser -erbio, rubí o alejandrita- para adaptarse a diferentes profundidades y cubrir la mayor parte de la gama cromática, con el fin de atacar los pigmentos que componen los grabados, algunos de los cuales, como el rojo son más difíciles de difuminar.

Durante meses

La doctora de la clínica estética V83 de Barcelona Gemma Martínez señala que el proceso de eliminación con láser se puede prolongar durante meses, puesto que la energía que emite el rayo es absorbida por los colores, que se deben fragmentar en trozos minúsculos para que el organismo los asimile y elimine, de forma que el grabado vaya aclarándose gradualmente, aunque cabe el riesgo de que el paciente «no cicatrice bien» y quede una señal. Al terminar las sesiones, entre seis y ocho, cada una de quince minutos de duración y separadas entre sí por una semana como mínimo para un tatuaje de tamaño medio, el láser deja una pequeña costra o inflamación que desaparece en pocos días y, en caso de que la zona quede sonrosada o presente quemaduras, recuperará un aspecto normal con el tiempo, indica la facultativa.

«La intervención quirúrgica para eliminar tatuajes mediante técnicas convencionales es similar a la que se efectúa para suprimir cualquier mancha», asegura el médico Cormenzana, precisando que estos métodos «requieren injertos con anestesia local y la reconstrucción de la zona afectada, pero no logran evitar las cicatrices». La abrasión salina para lijar la imagen, el estiramiento de la piel con la introducción de un «globo» que permite dilatar el tejido que luego recubrirá la zona del tatuaje o el corte progresivo de pequeñas porciones del dibujo, son otros de los procedimientos utilizados y dejan deslucidas señales.

«Cover-up»

En consecuencia, mucha gente opta por el «cover-up» o encubrimiento a fin de camuflar el tatuaje con otro dibujo, tarea que precisa de elevadas dosis de destreza y creatividad, a la que recurren, por ejemplo, hombres que buscan disimular el nombre de una ex novia escrito junto a un corazón.

Distintos dermatólogos comentan que entre las personas que acuden a los centros sanitarios para quitarse tatuajes predominan los hombres que buscan deshacerse de un dibujo que se hicieron durante el servicio militar y los jóvenes que desean acceder a determinados puestos de trabajo en los que resultan incompatibles estos adornos, como guardas jurados, policías u oficinistas de banca.

Algunos tatuadores advierten del carácter irreversible de esta práctica, por eso muchos de ellos optan por dibujos pequeños «que no llamen la atención, colocados en lugares discretos como la zona lumbar o sobre el tobillo», afirma el profesional Félix Plano. No obstante, este tatuador admite que otros llegan a su local y reclaman dibujos grandes para «lucirlos en los brazos o en una buena parte de la espalda».

«Hay personas que me piden que les tatúe un animal mitológico en la cara o un emblema nazi en el brazo y yo trato de alertarles de las consecuencias que ello supone», explica Plano, quien coincide con el tatuador guipuzcoano «More» en que los dibujos más solicitados actualmente son los símbolos tribales y japoneses, frente a las rosas y los soles, más demandados en los años 80 y 90.

La psicóloga clínica María S. Rodríguez apunta que antiguamente los tatuajes tenían un «sentido ritual» e incluso una dimensión «práctica» para la identificación de cadáveres de marineros, aunque ahora se han convertido en una moda para emular a personajes famosos.

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