La piel humana está plagada de manchas oscuras de muy diversos tipos. Algunas son de origen congénito y otras aparecen por efecto de la luz solar. Al margen de lo estético o engorroso que resulten para cada uno, lo cierto es que la mayoría de las veces todas esas marcas resultan inofensivas desde el punto de vista de la salud. Sin embargo, en ocasiones un pequeño lunar puede ser el síntoma de una grave complicación.
Las manchas oscuras brotan como consecuencia del exceso de función de los melanocitos, unas células que tienen, entre otras misiones, la de hacer frente a los rayos ultravioleta de la luz solar. Los melanocitos emiten un pigmento marronáceo, a veces oscuro, que es el que impide que se queme la piel y el que favorece que el cuerpo luzca ese bronceado tan típico del verano. «El moreno no es algo que sirva para embellecernos, como cree la mayoría de la población, sino que en realidad es una protección del organismo, que actúa como un escudo para defendernos frente a las radiaciones ultravioletas A y B que llegan a la Tierra», recalca el presidente de la Academia Española de Dermatología y Venereología, José Luis Díaz Pérez.
Lunares y pecas
Los especialistas diferencian dos grandes tipos de manchas oscuras: los lunares y las pecas. Los primeros son palpables, es decir, que pueden tocarse con los dedos y se perciben como un bulto sobre la piel. Son los que deben vigilarse más de cerca, porque algunos de ellos pueden degenerar en cáncer. Las pecas, muchas veces de color café con leche, son manchas lisas, que parecen surgir o quedarse para siempre como consecuencia de un simple cambio de tonalidad.
Hay pecas de muy variados tonos, formas y tamaños, pero todas tienen en común su carácter benigno. Por regla general, no debe temerse a las marcas que son inapreciables al tacto. «No hay ninguna de estas manchas que a lo largo de la vida degenere en tumor», recalca el experto.
Las lesiones palpables son un tema aparte. Algunas de ellas se tienen desde el momento mismo del nacimiento, forman parte de la herencia genética de cada uno. Las más aparatosas son las llamadas nevus gigantes, que se extienden por todo un brazo, una pierna o, en ocasiones, llegan a ocupar incluso más de la mitad de la superficie corporal. Su evolución debe ser seguida por el especialista, sobre todo durante el primer año de vida, cuando se corre el riesgo de que degeneren en un melanoma.
De bastante menor tamaño son los lunares congénitos, unos bultitos diminutos de color marrón que se reparten por todo el cuerpo. Si tienen menos de tres centímetros de diámetro, no hay ningún problema.
Las mayores complicaciones las generan, sin embargo, los lunares adquiridos, que son los más frecuentes. Van desarrollándose gradualmente a lo largo de la vida, como consecuencia de la exposición a la luz solar y por otros factores ambientales y de tipo racial. «Es muy importante que se sepa diferenciar un lunar de una vulgar peca, que es lisa y siempre inofensiva. El lunar hace bulto y puede degenerar en un tumor», insiste Díaz Pérez.
Acudir al dermatólogo
La aparición de una mancha es un síntoma de que algo está ocurriendo en el interior del organismo. Por eso, los especialistas dicen que lo más conveniente ante la aparición de cualquier lesión oscura que cambie de tamaño rápidamente es comunicárselo al dermatólogo «cuanto antes». Existen varias razones de peso para ello.
La epidermis, el tejido superior de la piel, no tiene más que un milímetro de grosor. «Si un melanoma tiene menos de un milímetro, el pronóstico es excelente: el paciente salvará la vida en todos los casos. Sin embargo, cuando alcanza los cuatro milímetros, que es algo así como el tamaño de media uña del dedo meñique, casi la mitad de los afectados muere de melanoma», explica el presidente de la Academia de Dermatología. El cáncer, en ese estadio, es imparable porque para entonces ha producido ya metástasis ganglionares y viscerales. El principal grupo de riesgo para los especialistas son los adolescentes, que «unas veces por recato y otras por descuido», a menudo se despreocupan de las nuevas manchas que surgen en su cuerpo.
De hecho, éste es un grupo de población en el que el melanoma aparece con frecuencia. «Los padres de niños pequeños tienden a preocuparse demasiado, lo cual es bueno porque favorece la prevención. Pero a los adolescentes tenemos que vigilarles mejor», advierte José Luis Díaz Pérez.