Los dermatólogos ensayan tratamientos más agresivos para el control de la psoriasis

Un 2% de la población sufre distintos grados de escamación y llagas en la piel
Por EROSKI Consumer 25 de marzo de 2003

La psoriasis está considerada como una de las enfermedades que mayor malestar físico y psíquico producen. Los expertos aseguran que puede resultar muy dolorosa y tener para quienes la padecen consecuencias verdaderamente nefastas. No resulta mortal en sí misma, pero como ha puesto de manifiesto un estudio realizado por la «National Psoriasis Foundation» de Estados Unidos, puede desencadenar depresiones, aislamiento social e incluso llevar al suicidio. Además, puede reducir la calidad de vida de los enfermos de una manera muy importante, hasta el punto, en los casos más extremos, de dejarlos postrados en una silla de ruedas.

En los últimos años, los dermatólogos han comenzado a aplicar nuevos tratamientos contra esta enfermedad mucho más agresivos que los tradicionales. No todos los especialistas están convencidos de la eficacia de estas terapias. Muchos mantienen sus dudas sobre los efectos secundarios que cuidados tan radicales pueden provocar en el organismo.

El 2% de la población mundial padece, en mayor o menor medida, esta enfermedad, que afecta sobre todo a las personas de raza blanca. La piel de 80 millones de ciudadanos del mundo se descama y presenta pequeños tumores, llamados pápulas. En sus cuerpos aparecen diminutas manchas, que acaban por convertirse en placas de distintos tamaños, y que en ocasiones se transforman en llagas.

«Deformante y mutilante»

La mayoría de las veces, en dos de cada tres ocasiones, la psoriasis requiere un tratamiento sencillo, a base de geles y pomadas. Pero no siempre es así, afirma el dermatólogo José Luis Díaz Pérez. En el 25% de los casos, la afección llega a tal punto que debe controlarse su desarrollo mediante la aplicación de luz ultravioleta. «Suelen ser tratamientos poco agresivos, pero muy eficaces y que gustan mucho a los pacientes porque ven que las placas se ocultan y se ponen morenos», explica este especialista, jefe del Servicio de Dermatología del hospital vizcaíno de Cruces.

La psoriasis es una enfermedad genética incurable. Los tratamientos disponibles persiguen aliviar al enfermo y sanar temporalmente las lesiones. Pero, generalmente, tarde o temprano éstas vuelven a aparecer. Para un 5% de los afectados, la dolencia se convierte en un «auténtico problema». El mal se extiende por todo el cuerpo y las manchas se hacen heridas, auténticas grietas que cuando afectan a las plantas de los pies impiden caminar. Las articulaciones, además, se deterioran hasta convertir la psoriasis en una enfermedad «deformante y mutilante».

Las terapias más modernas consisten en atacar con medicamentos el sistema inmunológico con la esperanza de que las defensas del cuerpo humano reaccionen y eviten la aparición de llagas y escamas. De momento, la fórmula se ha mostrado efectiva, pero los especialistas dudan de las consecuencias que este tratamiento tendrá a largo plazo. Díaz Pérez, por ejemplo, apuesta por «terapias conservadoras», que no arriesguen el funcionamiento futuro de otros órganos, como el hígado o el riñón. «En el hospital, logramos que una mujer que utilizaba silla de ruedas acabara andando con sus propios pies», detalla el experto.

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