Los intereses comerciales de los países ricos amenazan el modelo brasileño de lucha contra el VIH

La falta de fármacos suficientes impide a los países menos favorecidos combatir la enfermedad
Por EROSKI Consumer 20 de julio de 2003

Poco dura la alegría en los países pobres que padecen el sida. Apenas desmontados, con datos de coste-eficacia, los simplistas argumentos económicos del mundo rico para no generalizar las modernas terapias en el Sur, el horizonte se ensombrece. El milagro brasileño en la lucha contra el virus de inmunodeficiencia humana, que ha permitido tratar a 125.000 seropositivos y sirve de modelo para otros países en desarrollo, ve peligrar su futuro por las ventajas comerciales que el sistema de patentes ofrece a las empresas de las naciones más poderosas.

«La vida es más importante que el mercado», remarcó el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso en la parisina II Conferencia Internacional sobre Sida. Y asentía el economista de la Universidad del Mediterráneo marsellesa Jean-Paul Moatti, «el acceso a los antirretrovirales en el Sur no es sólo una exigencia ética, sino una decisión rentable». Se acabaron las disculpas financieras que paralizan el Fondo Global contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, que apenas ha recibido 1.500 de los 10.000 millones de dólares anuales prometidos. Ha llegado la hora, como diría el ex presidente surafricano Nelson Mandela, de pasar a la acción.

Pero no está claro el panorama. Lo advertía Marie-Josée Mbuzenakamwe, que desde la burundesa Asociación Nacional de Personas con Sida sacaba los colores a grandes de la política como Chirac, Fischer, Blair, Prodi o Powell. Primero citaba sus incumplidas promesas de ayuda. Después, protestaba: «Hay dos realidades: una hecha de palabras, que carecen de sentido porque no van seguidas de resultados, y otra, la que yo vivo, en la que el número de muertos e infectados crece cada día».

Y contó el caso de Rwasa, la seropositiva que murió después de esperar. «Sus últimas palabras fueron sobre la próxima llegada del valioso fármaco». Y contó su drama personal a los médicos: «Soy doctora, y mi práctica clínica consiste en tratar a los enfermos y, por necesidad, en decidir quién vivirá y quién morirá. Porque cuando tenemos 30 tratamientos y 120 enfermos, sabemos que habrá que elegir. ¿Habéis tenido que hacer esta elección y mirar a la cara a vuestros pacientes?».

Mbuzenakamwe sabía de qué hablaba. En Burundi funciona desde 1999 un programa integral contra el VIH -preventivo, médico y psicosocial- que resume su éxito en un dato: la mortalidad de los pacientes tratados ha caído un 90%. Pero sólo 1.000 burundeses reciben antirretrovirales: el 1,11% de los 90.000 que los necesitan.

La historia de ese mini-éxito se repite en otros países pobres. Y hay estudios económicos que desvelan las trampas del mundo rico en las cuentas del sida. En la Conferencia de París se presentó un número de la revista Sida, que demuestra la viabilidad del acceso africano a los antirretrovirales a partir de las experiencias de Costa de Marfil, Senegal y Uganda; y el libro Economía del Sida y acceso al tratamiento en los países en desarrollo, que confirma tal rentabilidad en el mundo pobre.

Brasil, cuyo sistema sanitario trata gratuitamente a la mitad de los 250.000 seropositivos que reciben antirretrovirales en el Sur, es el caso más conocido. Desde 1996 la supervivencia de los pacientes de sida ha subido de seis meses a cinco años, las infecciones han bajado un 60-80% y se han evitado 60.000 nuevos casos, 358.000 hospitalizaciones y 90.000 muertes.

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