Niños y caprichos navideños

Los más pequeños, que escogen sus juguetes, su ropa y hasta el coche familiar, se han convertido en los principales consumidores
Por Azucena García 27 de diciembre de 2005

Se calcula que cada Navidad los padres gastan más de cien euros en regalos para sus hijos. Una cifra que crece cada año y que ha convertido a los más pequeños en los principales consumidores del mercado. Están acostumbrados a recibir todos los artículos que piden, a participar en las compras familiares y a recurrir al chantaje emocional para conseguir sus objetivos. Por ello, los niños y adolescentes deben contar con una paga semanal, una asignación que les ayuda a administrarse, valorar el dinero y tener un control sobre la cantidad que gastan.

Quienes más piden

Quienes más pidenLos niños son consumistas porque siguen el modelo de sus padres. Al menos, así lo aseguran numerosos estudios y profesionales que acusan a los adultos de dar a sus hijos todo lo que piden y no enseñarles a ser críticos con la publicidad, plagada de anuncios de juguetes, prendas de vestir y avanzados aparatos electrónicos. De la misma opinión es la vocal de la Junta Directiva de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA), María del Carmen Molina, quien confirma que “la Navidad es la peor época debido al impresionante bombardeo de la publicidad” y recuerda que una de las principales consecuencias de ello es el desarrollo de la personalidad consumista en los niños.

Son ellos quienes piden participar en la elección del coche familiar o de complementos para la casa, “de manera que luego -señala Molina- quieren que también se hagan realidad sus peticiones y de forma inmediata”. Los niños no sólo quieren tener de todo sino “tenerlo ya”, por lo que los expertos no se cansan de repetir los riesgos de atender siempre sus demandas. “Si seguimos una línea de actuación con los hijos, les enseñamos una forma de funcionar centrada en exigir siempre, es decir, si cuando son pequeños les compramos todo lo que piden, no entenderán que no lo hagamos cuando son mayores”, advierte la vocal de CEAPA.

El consumo tiene su raíz en la satisfacción de necesidades, sean físicas y emocionales

Un ejemplo muy claro es la Navidad y la celebración del día de Reyes, cuando los padres animan a sus hijos a escribir en una carta la lista de regalos. Es frecuente que el niño, ante el carácter mágico de los Reyes, pida todo lo que desea. Y también es habitual que, para que no pierdan ilusión, lo reciban. Pero si esto se produce año tras año, al pequeño que descubra la verdad le costará entender que se dejen de atender sus peticiones. Igual que no comprenderá que Papá Noel le traiga regalos un año y no lo haga al siguiente.

La psicóloga Catalina Rodríguez explica que el consumo tiene su raíz en la satisfacción de necesidades, tanto físicas como emocionales. Pero dice que también es una forma de crear la propia identidad, tanto de clase como de grupo. “Todo comportamiento está mediado por el consumo, no sólo como un proceder para la satisfacción individual, sino también para la de necesidades que tienen su origen en el ámbito social, aquellas necesidades creadas por los medios”, asegura.

Además, insiste en que el comportamiento del consumidor deriva del aprendizaje y que esta conducta se mantendrá en función “de los estímulos externos o internos, de la disposición del individuo, de la frecuencia con la que se somete a los estímulos, de la efectividad y lo gratificante de la conducta, de la familiaridad con la situación de comprar y de los patrones cercanos a imitar”. “En los casos de compra compulsiva, que consiste en el afán desmedido, incontrolado y recurrente por adquirir cosas, es probable que muy poca gente piense que su hijo es un comprador compulsivo, pero no es una situación descabellada”, añade.

El valor de la paga

El valor de la pagaEl contacto de los menores con el dinero condiciona el uso que le darán en la adolescencia. Por ello, muchos padres dudan acerca de la conveniencia de asignarles una paga semanal y de la cantidad más adecuada para sus necesidades. Darles recursos económicos aumenta la autonomía de los jóvenes, les enseña a administrarse y fomenta su capacidad de decisión al obligarles a elegir entre la compra de un producto u otro.

María del Carmen Molina indica algunas pautas. En primer lugar, la cantidad que se debe dar a los niños depende del poder adquisitivo de la familia, pero sí es importante que se decida una cantidad y que no se dé más que esa cantidad porque hay que enseñarle a administrar y valorar el dinero. En segundo lugar, la paga tiene un sentido educativo, si no se da al menor más dinero del que está fijado. Y en tercer lugar, para los más pequeños, es preferible una paga semanal, ya que de esta manera controlarán mejor los gastos que si se les otorga una cantidad mensual. “Su percepción del tiempo no es la misma y un mes es un periodo tan largo para ellos, que puede que en los primeros quince días se gasten todo el dinero”, indica la experta.

Muchos padres dudan acerca de la conveniencia de asignarles una paga semanal

Un buen momento para comenzar a dar la paga a los niños es cuando cumplen seis años y empiezan a ir al colegio. Es entonces cuando aprenden a sumar y restar, además del significado de caro y barato. Cuando son adolescentes, se puede optar por una paga mensual para sus gastos extras, que los padres deben aceptar aunque no los compartan. En todo caso, pueden orientarles con criterios de racionalidad y moderación en el momento de gastar, pero son los jóvenes quienes deben tener la última palabra para que aprendan de sus errores si los cometen, o tomen nota de sus aciertos.

Según una encuesta de la Fundación de Ayuda a la Drogadicción, realizada a familias con hijos entre 14 y 20 años, el 20% de los padres reconoce sentirse “desbordado” por las exigencias económicas de sus hijos y porque el dinero es una de las principales fuentes de conflicto. “El principio del placer, según el cual tratamos de satisfacer de forma instintiva nuestras necesidades naturales, choca con el principio de realidad, que restringe nuestra actuación”, explica Rodríguez.

A los adolescentes les cuesta comprender la diferencia entre deseo y necesidad, y no suelen estar acostumbrados al ahorro regular, mientras que los progenitores no siempre son conscientes de su papel en enseñarles el valor del dinero. Una buena experiencia es permitirles que les acompañen en sus compras al supermercado e, incluso, que desde pequeños les incentiven a escribir su propia lista de necesidades.

Se analiza así el consumo como una conducta social, de imitación, en la que, explica María del Carmen Molina, “los pequeños se fijan en el comportamiento de los adultos, así que si el padre se compra el último modelo de un coche, el niño también querrá el último modelo de un juguete o de un móvil”.

Aprender a decir «no»

Aprender a decir Durante once meses, la Navidad es un buen recurso para los progenitores: cuando el niño pide un juguete es fácil aconsejarle que espere al 6 de enero y se lo pida por carta a los Reyes. “Sin embargo, la vida adulta e infantil, el trabajo, el aprendizaje en la escuela o las relaciones con el entorno requieren destrezas personales asociadas a la tolerancia, a la frustración, a la vivencia de que el logro de cualquier objetivo o actividad siempre implica una dificultad a superar que muchas veces requiere tiempo y constancia”, explica la psicóloga Catalina Rodríguez.

El problema para padres y educadores es, por lo tanto, afrontar la satisfacción inmediata de las necesidades y deseos de niños y adolescentes, que imitan las conductas de consumo de los adultos. “Y cuando se habla de adicciones al tabaco, a videojuegos, al alcohol, etc., siempre son conductas de consumo”, apostilla Rodríguez.

Un niño a quien nunca se le dice “no” conocerá el significado de la frustración y de los mecanismos necesarios para afrontarla

Todos coinciden en que los padres “tienen un papel muy duro” y que deben ponerse de acuerdo con el resto de la familia, tíos y abuelos sobre todo, para no dar a los niños más dinero cuando se les acabe la paga, aunque estos recurran al chantaje emocional. “Cuántos padres, conscientes de que no siempre pueden dar a los niños lo que quieren, han escuchado alguna vez a sus hijos decir que necesitan dinero para comprar algo que ‘sólo a ellos les falta’ y que ‘todos los niños de clase ya tienen’, apunta el experto.

“Aunque resulta difícil, los padres deben decir ‘no’ algunas veces, a pesar de que los pequeños piden algo que tienen los demás”, aconseja Molina, quien asegura que si se sigue esta recomendación, “se obliga a los niños a pensar por sí mismos y a decidir las cosas que les convienen”. “Comprarles todo lo que quieren puede tener consecuencias negativas en la adolescencia, porque no se les ha enseñado a controlar lo que piden y lo que gastan”.

Hay que preparar a los niños para un futuro en el que tendrán que renunciar a algunas cosas para obtener otras y en el que no se podrá obtener todo lo que quieran, “aunque se le llore a la abuela”. Un niño a quien nunca se le dice “no” quedará exento de conocer el significado de la frustración y de los mecanismos necesarios para afrontarla. Por ello, es importante saber que:

  • El niño patalea para manipular a sus progenitores y obtener lo que quiere, por lo que es necesario ser constante cuando se le dice “no” la primera vez.
  • Se debe negar aquello que sea razonable y no dar a los hijos “un no porque no”, sino explicarles las decisiones.
  • Hay que enseñar a los niños que el dinero para comprar las cosas se obtiene con esfuerzo, que el artículo que se adquiere tiene un valor y que, por lo tanto, se debe cuidar.
  • No se puede sustituir el poco tiempo que los padres pasan en casa con sus hijos por juguetes, consolas o televisores en la habitación.
  • El niño debe aprender a adquirir lo que necesita y va a utilizar, no lo que tienen sus amigos.
  • No se debe responder al niño con un “no tengo dinero”, sino explicarle por qué algo no se puede comprar.
  • Es bueno trasmitirles la idea de que no siempre se debe comprar algo porque es barato, sino porque de verdad se necesita.
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