Un buen calzado, fundamental para mantener en condiciones de salud e higiene los pies en verano

Los dermatólogos advierten de que las nuevas deportivas provocan un exceso de sudor que macera la piel
Por EROSKI Consumer 17 de julio de 2003

Si ya de por sí los pies son una de las partes del cuerpo más olvidadas, en verano aún nos acordamos menos de ellos. Cuando el calor y el sol aprietan, el uso de un buen calzado es fundamental para mantener los pies en condiciones idóneas de salud e higiene.

Actualmente, entre los más jóvenes se ha generalizado el uso de unas zapatillas gruesas, reforzadas con espuma o un material similar, que tienen los cordones como un elemento casi decorativo. Generalmente, se llevan sueltos o metidos por la parte interior del calzado. Los especialistas de la piel aseguran que, desde el punto de vista sanitario, estas deportivas no son nada buenas porque recuecen el pie.

Según explica el dermatólogo Xabier Eizaguirre, estas zapatillas mantienen el pie encajonado y provocan un exceso de sudor que macera la piel. «Es el caldo de cultivo idóneo para la aparición de infecciones bacterianas», detalla. La más común de ellas es la llamada queratólisis punctata, que provoca la aparición de una especie de hoyuelos en la planta del pie. Son erosiones superficiales de forma redondeada y de unos pocos milímetros de diámetro. Causan mal olor, sensación de quemazón al paciente y, en ocasiones, también pérdidas de piel.

El tratamiento para su cura requiere el lavado diario de la zona afectada con jabón, la aplicación regular de un antibiótico en forma de crema y, sobre todo, -«y esto es muy importante»- no usar estas zapatillas. De no evitarse la causa que genera la infección, el problema tenderá a repetirse.

Hongos

Las infecciones por hongos son más comunes entre las mujeres, aunque «cada vez comienzan a verse más casos de hombres». Suelen aparecer por el uso continuado de calzado que oprime los laterales del pie y obliga a llevar apretados los dedos. Como consecuencia, los espacios interdigitales no ventilan como debieran y sudan en exceso. «Tenemos así humedad, oscuridad y falta de ventilación, las tres condiciones necesarias para el desarrollo del hongo», afirma el experto.

El llamado «pie de atleta» es el que más castiga a la población. Siete de cada diez personas sufren al menos una vez en su vida esta dolencia, bautizada así por los hombres-anuncio que en los años treinta recorrían la sexta avenida de Nueva York. Sus pies, castigados por tan largas caminatas, terminaron por desarrollar unas tiñas enormes que pasaron a denominarse «pie de atleta».

La «tiña pedis», muy contagiosa, nace entre el cuarto y quinto dedo, pero puede extenderse por el resto del pie y otras partes del cuerpo. Provoca fisuras, eccemas, dolor, aumento de la sudoración y fuertes picores. El tratamiento, con fármacos tópicos y orales, se prolonga cuatro semanas, aunque la mayoría de los afectados lo abandona en la primera o segunda, ante la evidente mejoría que experimentan. «Es un completo error, porque el hongo se reproduce y hay que volver a empezar», señala Eizaguirre.

Una buena manera de evitar hongos y bacterias en los pies consiste en algo tan sencillo como usar siempre chancletas en duchas y piscinas. Pero no es la única. La elección del calzado adecuado supone dar un paso de gigante para evitar complicaciones. «El zapato debe ser cómodo, del número adecuado y que permita llevar el pie siempre limpio y seco», aconseja Xabier Eizaguirre.

Limpieza diaria

Para mantener bien cuidados los pies, los especialistas recuerdan que la clave está en la limpieza diaria con agua y jabón y un secado a conciencia, con especial atención en las zonas interdigitales, que es por donde comienzan las infecciones. El verano, sin embargo, ofrece a los bañistas la posibilidad de aliviar a tan castigadas extremidades con un hidromasaje de agua salada en la playa.

Para quien viva cerca de la costa o pase allí sus vacaciones, las olas del mar son un auténtico premio para los pies. Según Eizaguirre, el golpe de las olas al caminar no sólo favorece la circulación sanguínea, sino que actúa como un «peeling» natural. Limpia las células muertas, regenera la piel dañada y enriquece las capas superficiales con las vitaminas de las sales marinas.

El agua del mar afina la piel y ayuda a quitar las durezas que se forman en las plantas de los pies, lo que se conoce técnicamente como la hiperqueratosis. «Andar siempre es bueno. Hacerlo donde rompe la ola aporta beneficios añadidos», explica.

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