Comercio justo, cómo evita la explotación infantil

Las cooperativas de los países del Sur no admiten la explotación infantil, pero regulan el trabajo de niños y adolescentes que ayudan en el hogar o aprenden el oficio familiar
Por Azucena García 15 de enero de 2013
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El comercio justo no admite niños trabajadores, pero en casos muy concretos regula su participación y la de adolescentes para evitar la explotación laboral infantil. El comercio justo se basa en criterios sociales y medioambientales, que defienden siempre los derechos e intereses de quienes toman parte en la actividad económica. Pero no puede obviar la realidad de los menores que ayudan a sus familias, con cuyos ingresos completan el salario para sostenerse. En este artículo se explica la diferencia entre explotación laboral infantil y trabajo infantil, qué labores realizan niños y adolescentes en las cooperativas y cómo se organizan en todo el mundo.

Explotación laboral infantil y trabajo infantil

La explotación laboral infantil no se tolera en ningún caso, pero en algunos países, el trabajo de niños y adolescentes supone un apoyo para las familias que, incapaces de obtener ingresos suficientes para mantenerse, han de recurrir a la ayuda de los hijos. El trabajo se reduce a unas horas por día, sin que el niño se vea obligado a dejar de asistir al colegio y los ingresos que obtiene no constituyen el sustento principal de la familia, sino un complemento a este.

Algunas actividades laborales «contribuyen de manera útil y positiva» al desarrollo de los niños, por lo que no se consideran explotación

Para explicar estas diferencias y contextualizarlas, Setem Comunidad Valenciana ha editado la guía didáctica ‘Trabajando la infancia. Comercio Justo y explotación infantil‘, planteada para el aula. En ella se indica cómo algunas actividades laborales «contribuyen de manera útil y positiva» al desarrollo de los niños. Es el caso de la ayuda que prestan a sus familias en el cuidado del hogar y la familia, la colaboración en la empresa familiar o «ganar algún dinero para los gastos propios fuera del horario escolar o durante las vacaciones».

La guía recuerda que la propia Organización Internacional del Trabajo (OIT) establece que «la participación de los niños o los adolescentes en trabajos que no atentan contra su salud y su desarrollo personal ni interfieren con su escolarización se considera positiva«. Es ahí donde el comercio justo actúa, ya que se estima que estas tareas son buenas para el desarrollo de los pequeños, así como para el bienestar de sus familias.

Cooperativas de comercio justo, qué labores realizan niños y adolescentes

Uno de los principios del comercio justo es el rechazo a la explotación infantil. De hecho, al adquirir los productos, se puede conocer su procedencia, modo y condiciones en que se han elaborado. Sin embargo, en algunas cooperativas del Sur los niños colaboran para completar los ingresos familiares. «No compartimos una prohibición rígida de todas las formas de trabajo infantil, al considerar que tal prohibición sería más perjudicial para los y las menores, ya que la necesidad de obtener ingresos por parte de sus familias les obligaría a trabajar de forma clandestina», recoge la guía.

Los menores se dedican sobre todo a tareas artesanas durante un máximo de ocho horas semanales

Solo cuando las labores se realizan de manera consentida es posible certificar que se llevan a cabo en condiciones dignas y se puede proteger a los pequeños. Para ello, se propone que los menores no participen en los procesos de producción, «pero si la realidad obliga a ello», las organizaciones de comercio justo garanticen que «no trabajen demasiadas horas ni en condiciones peligrosas, y que durante las horas de trabajo tengan acceso a la educación, tiempo para jugar o comidas nutritivas«. Además, se pide que estas situaciones sean temporales y que se respeten las garantías de la legislación internacional en materia de infancia y la normativa sobre protección de los derechos de los niños.

Cuando un niño trabaja en una cooperativa de comercio justo, estos son hijos o nietos de miembros de la organización y es habitual que hayan alcanzado los 16 años. Así se pretende que durante los últimos cursos de formación, en Secundaria, aprendan el negocio familiar como un modo de perpetuar la tradición y un empleo al que dedicarse en el futuro.

Sobre todo, se dedican a tareas artesanas que eligen según sus intereses, desde la elaboración de los artículos hasta su venta en ferias, siempre sin desarrollar tareas peligrosas. Los horarios se regulan para dedicar entre seis y ocho horas semanales, que pueden llegar a 15 en periodo de vacaciones, y cuentan con la supervisión de una persona adulta. En el ámbito doméstico, ayudan en las tareas de limpieza de la casa o el cuidado de los hermanos pequeños.

Organizaciones de niños y adolescentes trabajadores
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Imagen: Alternativa 3

Pese a que entidades que actúan en todo el mundo defienden a los niños y adolescentes para evitar la explotación infantil, ellos mismos se han organizado. Han surgido así el movimiento Niños y Adolescentes Trabajadores (NATs), la coordinación de Movimientos Nats de Latinoamérica (MOLACNATs) y el Movimiento Mundial de Niños y Adolescentes Trabajadores (MMNATs), entre otros.

Estas asociaciones luchan contra la explotación infantil y no solo persiguen que los niños que trabajen lo hagan “en condiciones dignas”, sino que ellos mismos se conciencien de su situación para defender sus derechos. En el caso de MOLACNATs, recuerdan que “los niños y adolescentes trabajadores conducen las asambleas y deciden las estrategias del movimiento y de las acciones concretas“, lo que deja a los adultos “un rol de acompañamiento educativo”, ya que ni siquiera forman parte de los organismos de dirección.

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