Entrevista

Isabel Quero, coordinadora de proyectos de Ayudemos a un Niño

La servidumbre es una forma auténtica y nueva de esclavitud infantil
Por Azucena García 13 de diciembre de 2008
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Imagen: CONSUMER EROSKI

La explotación laboral infantil es una lacra mundial. Según los últimos datos de Ayudemos a un niño, lejos de desaparecer, se han detectado incluso nuevas formas de esclavitud relacionadas con el servicio doméstico. La crisis económica tampoco ayuda. Algunas empresas optan por despedir a los adultos para contratar niños que realicen sus tareas. Y lo peor está por venir. “En los próximos años, vamos a notar un retroceso en las mejoras que se hayan conseguido”, advierte Isabel Quero, coordinadora de proyectos de esta ONG.

Sigue habiendo niños esclavos en el mundo

Sí, se puede decir que existen de una manera más común, trabajando en minas o picando piedras y, en los últimos años, hemos detectado también una forma auténtica y nueva de esclavitud: la servidumbre. En general, los niños son entregados por sus propias familias a personas adineradas que les prometen una educación y un futuro más digno. Lo que ocurre es que estos pequeños, sobre todo niñas que trabajan en el servicio doméstico, son explotados durante todo el día sin percibir retribución alguna.

¿En qué países se está detectando esta situación?

Sobre todo, en Sudamérica. En su mayoría, son familias numerosas que no pueden hacerse cargo de todos sus hijos y, pensando que les van a dar un futuro mejor, les entregan a terceros.

“Determinadas empresas han dejado de contratar a personas adultas para contratar niños, y esto hace que cada vez las familias dependan más del trabajo de sus hijos”

Por lo tanto, ¿cuáles son los factores que contribuyen a la existencia del trabajo infantil?

En primer lugar, hay que distinguir entre un trabajo infantil necesario, para que la unidad familiar pueda subsistir, y la explotación laboral infantil, en la que los niños pierden absolutamente todos sus derechos. En el primer caso, las familias necesitan una aportación de todos los miembros. Así, por ejemplo, hay muchos niños que apoyan a sus padres con tareas en el campo, sin que esto pueda considerarse explotación infantil. Sin embargo, en niveles más vulnerables es imposible erradicar el trabajo de los niños porque, si se hace, la familia no subsiste. Determinadas empresas han dejado de contratar a personas adultas para contratar niños y esto hace que cada vez las familias dependan más del trabajo de sus hijos.

¿La situación actual de crisis económica y alimentaria contribuye a agudizar este problema?

Sin duda. A pesar de que se están haciendo bastantes esfuerzos para erradicar la explotación laboral infantil, la crisis alimentaria, el alza de precios y la falta de acceso de las familias a alimentos fundamentales hace que cada vez más miembros tengan que aportar dinero. Incluso se dan situaciones de niños que se ven obligados a abandonar sus estudios para echar una mano. Crisis alimentaria y crisis económica van aparejadas en el aumento de los casos de trabajo infantil y, en los próximos años, vamos a notar un retroceso en las mejoras que se hayan conseguido.

“Crisis alimentaria y crisis económica van aparejadas en el aumento de los casos de trabajo infantil”

Ustedes conocen, sobre todo, la realidad de Nicaragua. ¿Cómo es?

En Nicaragua hay una situación generalizada de trabajo infantil. En la calle pueden verse continuamente niños que venden tortitas, limpian botas, transportan bultos en los mercados… A pesar de que el Estado ha puesto en marcha programas para erradicar la explotación infantil, Nicaragua es una realidad en la que en los últimos años la economía está haciendo sufrir mucho a las familias. Cada vez hay más niños que trabajan en las calles y que se ven expuestos a muchísimos riesgos.

Uno de esos riesgos es la falta de acceso a alimentos fundamentales y las carencias nutricionales. En este sentido, ustedes impulsan el desarrollo de unidades de recuperación nutricional.

Así es. Nos encontramos con poblaciones de niños desnutridos y subnutridos, es decir, con enfermedades carenciales que se acrecientan por esa desnutrición. La mayoría están bajo peso y sufren afecciones relacionadas con la falta de calcio y minerales, lo que retarda el desarrollo físico. Asimismo, estas carencias los hacen más vulnerables a enfermedades endémicas. Un simple resfriado, en su caso, se convierte en una neumonía que lleva al aumento de la mortalidad infantil.

Precisamente, la mortalidad infantil preocupa en todo el mundo. Más de 26.000 niños menores de cinco años mueren cada día, según el informe Estado Mundial de la Infancia 2008 de Unicef. ¿Hay solución?

Hay una solución paliativa, que es la que se está intentando impulsar y que consiste en mejorar la salud materno-infantil, la nutrición y el acceso universal a la medicación y a las vacunas. No obstante, en este asunto subyace la pobreza. En el momento en el que se saque a estos niños de una situación de pobreza, la mortalidad descenderá automáticamente porque su vulnerabilidad dejará de ser tan grande. Ahí esta la clave.

“Somos la primera generación capaz de erradicar el hambre en el mundo y la pobreza”

Sin embargo, son pesimistas. Aseguran que los Objetivos del Milenio fijados para el año 2015 no se conseguirán, aunque esta generación es la primera capaz de erradicar la pobreza. ¿Qué proponen para cambiar sus previsiones?

Proponemos que además de medidas paliativas se plantee una solución global. Si no hay un cambio general de la percepción del mundo, si no hay una redistribución real mayor, estos temas no se van a erradicar. Somos la primera generación capaz de erradicar el hambre en el mundo y la pobreza porque tenemos recursos suficientes. La solución no pasa por dar más o menos, sino por una redistribución más justa. Tenemos que dar oportunidades a las familias para que puedan tener un futuro más digno. Darles los medios para que puedan salir de esa situación de vulnerabilidad, en lugar de poner parches que esconden el problema, pero no lo solucionan.

Sin duda, la vida de un niño en Nicaragua es muy diferente a la vida de un niño en nuestro país. Por ello, Ayudemos a un niño realiza tareas de sensibilización en los colegios. ¿Hasta qué punto es beneficioso que los más pequeños conozcan las realidades de otros niños de su edad cuyas condiciones de vida son muy diferentes?

El trabajo en los colegios es fundamental. Los niños no tienen una percepción clara de lo que significa carecer de cosas materiales. Les llama mucho la atención que algunos niños de su edad vivan en un espacio más pequeño que su habitación. Les impresiona que no tengan televisión o juguetes. Ese choque les hace salir de la burbuja en la que intentamos que nuestros hijos vivan, les hace más solidarios, pero no sólo con el Tercer Mundo, sino entre ellos, con sus compañeros, con sus padres. Se vuelven más colaboradores.

Hablando de colegios, en Nicaragua casi un 50% de las plazas docentes están ocupadas por personas que carecen de la formación necesaria. Un 72% en el caso de la educación preescolar. ¿Qué consecuencias tiene para los escolares?

Repercute en una calidad de educación bastante más baja de la que sería deseable. Sobre todo en Primaria e Infantil son personas comprometidas con la educación, pero que no tienen los conocimientos necesarios.

Incluso la situación de los propios centros educativos debería mejorar: el 55% no tiene agua potable, el 65% no tiene electricidad y, aproximadamente, un 75% no reúnen los requisitos fundamentales para garantizar la enseñanza. Estas condiciones son inimaginables en un país desarrollado.

Efectivamente. Nicaragua es un país que, cíclicamente, se ve afectado por catástrofes naturales, lo que hace que los colegios necesiten mucho mantenimiento que, por desgracia, no se realiza en el tiempo y formas deseables. Faltan recursos como luz y agua, además de materiales educativos. El profesorado y los alumnos, muchas veces, hacen un esfuerzo enorme para poder desarrollar las clases. De hecho, en la actualidad se están planteando programas de reforzamiento en lectura, escritura y matemáticas porque se ha comprobado que el nivel en estas materias es bastante bajo.

Siempre en el caso de los niños escolarizados, ya que, como comentaba, muchos menores no acuden a la escuela porque ayudan a sus familias económicamente.

Nuestra experiencia nos ha permitido conocer que el mayor número de deserciones se produce a partir de Primaria y, sobre todo, en Secundaria. Por ello, una de las estrategias que desarrollamos es un programa de becas que supone un gran apoyo para las familias. Durante el curso, se proporciona material escolar a los niños y se presta apoyo a las familias para que puedan prescindir de la mano de obra infantil. Éste es el segundo año que ponemos en marcha la iniciativa, con un total de 1.300 becas concedidas en Primaria y Secundaria. Para el próximo curso, que comienza en enero, queremos aumentar la cifra en Secundaria, puesto que ha tenido una gran aceptación.

“Si no se puede acceder a unas condiciones mínimas, como una partida de nacimiento, se produce una falta de derechos que aumenta la vulnerabilidad. Es un círculo vicioso del que es muy difícil salir”

Gracias a iniciativas como ésta se reduce la vulnerabilidad de los niños, que propicia de forma paralela la vulneración de sus derechos.

Exacto. Los niños que viven bajo el umbral de la pobreza, en la mayoría de los casos, son niños invisibles. Muchos ni siquiera tienen partida de nacimiento, lo que hace que para las instituciones y numerosos organismos estos niños no existan. Así es imposible poder proteger sus derechos. La vulnerabilidad forma un círculo vicioso. Si no se puede acceder a unas condiciones mínimas, como una partida de nacimiento, se produce una falta de derechos que aumenta la vulnerabilidad. Es un círculo vicioso del que es muy difícil salir.

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