La seguridad alimentaria y la inflación empeoran en los países más pobres a causa de la política actual de biocombustibles, según el informe «Otra verdad incómoda», presentado ayer en Madrid por Intermón Oxfam, que apuntó además que estos carburantes no son la solución al cambio climático ni a la crisis del petróleo.
«Las políticas de biocombustibles contribuyen a acelerar el cambio climático y a agravar la pobreza y el hambre. El incremento de la demanda de biocombustibles para su uso en el transporte en los países ricos hace que se dispare su producción a costa del aumento de precios de los alimentos», afirmó José A. Hernández de Toro, portavoz de Intermón Oxfam para agricultura y cambio climático. «Si un cultivo vale más como combustible que como alimento, será utilizado para producir combustible. Y esto es exactamente lo que está pasando por culpa de los subsidios y las deducciones fiscales a favor de los biocombustibles, mientras las reservas mundiales de cereales se encuentran en la actualidad en niveles muy bajos», agregó.
Hernández de Toro apuntó que los países ricos están dando apoyo a su propia producción de biocombustibles no sólo mediante subsidios y deducciones fiscales, sino también con metas de consumo y aranceles a las importaciones. Estas medidas actúan como un nuevo «impuesto sobre los alimentos». «Es un impuesto regresivo porque afecta sobre todo a las poblaciones más pobres, ya que lo que gastan en alimentos representa una gran parte de sus ingresos,» denunció el portavoz de la ONG.
Incluso en países pobres donde los biocombustibles pueden ofrecer alguna ventaja, «los costes potenciales son graves y debería procederse con precaución», dijo Hernández de Toro. «Los países ricos se gastaron el año pasado 15.000 millones de dólares en ayudas a los biocombustibles mientras obstaculizaban la comercialización del etanol de Brasil, más barato y menos perjudicial para la seguridad alimentaria global. Es la misma cantidad de dinero que Intermón Oxfam considera que se necesita para ayudar a los países pobres a abordar la crisis de los alimentos», detalló el portavoz.
Cambio climático
La organización humanitaria considera además que los biocombustibles que se producen hoy en día no son una respuesta efectiva al cambio climático, sino que están ocupando terrenos de cultivo y forzando a la agricultura a expandirse hacia tierras que actualmente son sumideros de carbono, como bosques y humedales. Ello dispara la emisión del CO2 contenido en la tierra y la vegetación, que tardará décadas en compensarse, según la ONG.
Hernández de Toro sostuvo que los biocombustibles no satisfarán la necesidad de independencia energética de los países ricos. «Incluso si todo el grano y todo el azúcar que se produce en el mundo se convirtiera mañana en etanol, sólo seríamos capaces de reemplazar el 40% de nuestro consumo de gasolina y de diésel. Los gobiernos de los países ricos no deberían utilizar los biocombustibles como una excusa para evitar decisiones urgentes sobre cómo reducir su demanda desbocada de gasolina y gasóleo», concluyó el portavoz.