La FAO busca reducir a la mitad los más de 800 millones de personas que padecen hambre en el mundo

Roma acoge desde hoy la II Conferencia Mundial sobre Alimentación en la que participan 185 países
Por EROSKI Consumer 10 de junio de 2002

El problema del hambre vuelve a reunir hoy en Roma a la comunidad internacional, que intentará buscar una solución definitiva a una lacra que afecta a mas de 800 millones de personas en todo el mundo. Seis años después, la II Cumbre Mundial sobre la Alimentación promovida por la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) trata de hacer frente al incumplimiento de un compromiso adoptado de forma unánime para reducir los hambrientos a la mitad en 2015.

El punto de partida del encuentro que durante cuatro días reunirá a mandatarios y representantes de los 185 países miembros de la FAO será, precisamente, la constatación de este fracaso. El director general de este organismo, el senegalés Jacques Diouf, lo subrayará en la apertura, como lo vienen haciendo todos los informes, que insisten en que apenas se ha avanzado en los últimos años en la lucha contra la desnutrición.

La reducción a la mitad de los 815 millones de hambrientos que hay en el mundo es el objetivo de la FAO. Este reto exige un descenso anual de 22 millones, frente a los cerca de ocho millones actuales. Para relanzar este objetivo se volverá a apelar a la voluntad política de los países desarrollados, pero, sobre todo, a su aportación económica, con el fin de conseguir los 24.000 millones de dólares anuales necesarios para acometer este empeño. «Se sabe de sobra lo que hay que hacer para luchar contra el hambre, pero hace falta la voluntad política del mundo rico», resume Diouf.

Fracaso colectivo

Este organismo de la ONU nació en 1945 para ganar al hambre, pero el resultado actual es, en opinión de su máximo responsable, «un fracaso colectivo». La cumbre que hoy inaugurará el secretario general de la ONU, Kofi Annan, y que durará cuatro días, tratará de concienciar, y sobre todo los bolsillos, de los países más poderosos. Entre 1990 y 1999, la ayuda que destinaron al desarrollo de la agricultura en el Tercer Mundo se redujo en un 30%. La FAO ya ha advertido de que es «urgente» doblar la actual aportación anual de 8.000 millones de dólares. Como dato significativo, es revelador que el principal programa de la institución está financiado en un 60% por los propios países pobres que se benefician de él.

Cuando Diouf habla de que se sabe lo que hay que hacer, pone un plan encima de la mesa: es necesaria una inversión anual de 24.000 millones de dólares. Este dinero se gastará en reactivar la agricultura de los países pobres, pues el 70% de las personas que pasan hambre son campesinos. La FAO pretende dar a 60 millones de familias una ayuda de 500 dólares, suficiente para comprar semillas, fertilizantes, modernizar sus cultivos.

Otras inversiones adicionales deberían asegurar la conservación de los recursos naturales con sistemas de riego, y mejorar las infraestructuras rurales básicas: carreteras, empresas de distribución, cooperativas. En cuanto a los grupos en situación de riesgo, como niños y embarazadas, unos 200 millones de personas según la FAO, se atenderán con 5.200 millones de dólares anuales destinados a programas especiales, como comedores escolares.

La organización humanitaria no deja de recordar que los países en vías de desarrollo también tendrían que aumentar en un 20% el presupuesto que dedican a la agricultura. Para atraer la inversión privada, la FAO asegura que combatir el hambre «no es sólo un imperativo moral, sino una oportunidad de lograr beneficios económicos». Si en 2015 se consigue reducir a la mitad el número de víctimas del hambre, el cambio de escenario reportaría beneficios adicionales que se cifran en unos 120.000 millones de dólares anuales, según los cálculos de la institución.

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